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VÍCTOR HEREDIA / HISTORIADOR
Sábado, 13 de febrero 2021, 00:05
Se dice que Juan Ramón Jiménez conoció el Cementerio Inglés durante una visita a Málaga a mediados de los años veinte y poco después contó a Emilio Prados su deseo de descansar eternamente en él. El destino del poeta le llevó al exilio y, después de recibir el Premio Nobel, falleció en Puerto Rico en 1958. En un rincón malagueño, a la sombra de un viejo olivo, podemos leer un aforismo incluido en su libro 'Diario de un poeta recién casado': 'Raíces y alas. Pero que las alas arraiguen y las raíces vuelen'.
LA SOLUCIÓN, MAÑANA DOMINGO
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