Estrella de Diego: «En Picasso hay cosas que no me gustan, pero eso no implica una enmienda a la totalidad del artista»
La profesora y comisaria ingresa este jueves en la Academia de San Telmo y hablará al día siguiente de los museos como casas en la Gerald Brenan
El pasado fin de semana estuvo en Málaga como jurado del Premio Málaga de Ensayo y este jueves vuelve al AVE dirección Costa del Sol ... por un doble motivo: leer su discurso de ingreso en la Academia de San Telmo y pronunciar mañana una conferencia en Casa Gerald Brenan de Churriana. Precisamente, sobre las casas y los museos ha reflexionado la profesora, escritora y comisaria de arte Estrella de Diego Otero (Madrid, 1958) en su último libro, 'El Prado inadvertido', su particular carta de amor a la gran pinacoteca de nuestro país. No es el único sitio en el que la también académica de San Fernando se siente como en casa, ya que en esta entrevista confiesa que ha planeado buscarse un sitio entre nosotros para cuando se jubile. Testigo de la evolución de Málaga en las últimas décadas, la especialista ve con preocupación los últimos fenómenos de atentados contra obras de arte y aboga por la revisión de la figura de Picasso, pero sin invalidar al artista.
-Enhorabuena por su ingreso en San Telmo.
-Es un enorme honor que me distingan con ser académica correspondiente que son los miembros que, desde su ciudad de origen, en mi caso, Madrid, hacemos de diplomáticos de las academias. Y, sobre todo, es una ilusión sentimental porque llevo ligada a Málaga desde hace décadas y, de hecho, nadie sabe que el primer congreso profesional al que me invitaron lo organizó el departamento de Historia de la Universidad de Málaga en los ochenta. Estoy muy unida a esta ciudad que amo y siempre pienso que cuando me jubile me iré a vivir a Málaga.
-¿Siendo Málaga se imponía hablar de Picasso en su discurso de ingreso?
-Esa es una razón, pero también llevo un tiempo dando vueltas a Picasso porque quiero publicar un libro. Mis alumnos me han hecho pensar en cuestiones que tienen que ver con la autobiografía y el género y es lo que voy a tratar. En principio pensé hablar de la pintura del siglo XIX y esos cuadros maravillosos del Museo de Málaga, pero como estaba trabajando en Picasso voy a hablar de él pidiendo de entrada disculpas a la audiencia porque reconozco que llego a un lugar donde hay grandes especialistas como Eugenio Carmona y Maite Mendez Baiges y dos directores de museos -José Lebrero y José María Luna-.
-¿Y qué le dicen sus alumnos?, ¿ven a Picasso como un misógino?
-En mis clases les tengo que convencer de que, aunque tuvo sus más y sus menos en el mundo del género, no quiero renunciar a Picasso. A las nuevas generaciones hay que enseñarles que el presente en el que vivimos tiene una genealogía y que uno puede aceptar que hay cosas de Picasso que no gustan, pero sin embargo no implica una enmienda a la totalidad del artista. Cancelar no es la forma más idónea.
-¿A qué se refiere?
-Pues a decir que, como Picasso se portaba mal con las mujeres, vamos a quitarlo. Lo que está pasando con las estatuas de Colón. Esa idea de cancelar la historia en lugar de revisarla. Esa radicalidad de que si hay algo que no está bien se elimina por completo el tema. Está pasando en Estados Unidos y ahora está ocurriendo aquí, pero no podemos cancelar un personaje o un hecho histórico por poco que no nos guste. Soy una historiadora y estoy en contra de tirar estatuas.
«La eliminación de las estatuas de Franco, aunque la entiendo, estoy en contra. No se puede cancelar la historia, sino que se debe recolocar en otro lugar»
-Eso que dice está además de actualidad en el debate político de la memoria histórica. ¿Debemos entonces conservar las estatuas de Franco o las calles con nombres de la dictadura?
-Si uno es coherente no se deberían eliminar, sino conservar en espacios adecuados. Su sitio no sería la calle, pero tal vez sí un museo. Sobre las estatuas de Franco hay un trabajo muy interesante del artista Fernando Sánchez Castillo, que va buscando esas estatuas que están olvidadas, relegadas o derruidas. Y esa eliminación, aunque la entiendo, estoy en contra. De todas formas, es muy distinto el caso de una estatua de un dictador y un artista que pinta cuadros. No se puede cancelar la historia, sino que se debe recolocar en otro lugar. A veces hablo con gente joven y no saben ni quién es Franco y eso tampoco es bueno. Olvidar la historia supone que pueda ocurrir otra vez.
-¿Corremos el peligro de la amnesia?
-En estos momentos tenemos unas posiciones muy polarizadas y eso no es bueno para la discusión. Ni para este tema ni para ninguno.
-¿Y a sus alumnos los va convenciendo?
-Pues más les vale…
-Ja, ja. Eso es persuasión.
-En serio, lo van entendiendo. A causa de esa polarización, está costando, pero creo que sí y en un momento determinado hay que aprender a matizar. Con la discusión uno aprende a matizar y, para eso, también están las clases. Estamos en un momento histórico en el que los matices se han perdido y nos estamos quedando sin relato. Están los relatos de un lado y del otro, pero faltan los relatos intermedios que son los más divertidos.
-¿Cree que podemos llegar al extremo de que el genio se acabe viendo como un proscrito?
-Espero que no. Vuelvo a lo del matiz. Una cosa es que un conquistador - que tampoco me parece que haya que derribar- y otra muy distinta un artista.
-Este viernes tiene otra cita, esta vez en Casa Brenan, para hablar precisamente de las casas-museos y de los museos como casas…
-Las casas de escritores o artistas son apasionantes porque yo soy un poco fetichista. En Málaga, la de Picasso, con una larguísima tradición, y la de Gerald Brenan son lugares que llaman a la rememoración. Voy a tomar estos espacios para hablar de otra cosa, de como también los museos se convierten en casas. En mi caso, el museo del Prado, que es el de mi ciudad y del que he publicado hace unos meses 'El Prado inadvertido', una carta de amor al museo. Es esa idea del museo como mi casa, en el que tengo familiaridad, sosiego y memoria.
«Málaga, con la apertura de museos importantes en los últimos tiempos, ha hecho que la ciudad sea atractiva no solo para los de fuera, sino para el propio malagueño»
-Se dice que en otros países se tratan mejor las casas de personajes ilustres que en nuestro país. ¿Comparte esa impresión?
-Empezamos a tratar mejor las casas-museos. En Inglaterra, la residencia del primer ministro Churchill conserva hasta la mermelada como si fuera a merendar ahora. En España no tenemos tanta tradición, tal vez porque tenemos una historia muy quebrada y a trompicones, pero empezamos a intentar mantener ese patrimonio. Lo estamos remediando poco a poco. Que Málaga haya recuperado la Casa Brenan no es sólo relevante por el escritor, sino porque Málaga es muy británica.
-¿Si pudiera elegir, en qué casa-museo se instalaría usted?
-Me gustaría vivir en la casa de Freud en Viena, pero, como cuando me jubile quiero irme a Málaga, me quedo con la de Gerald Brenan en Churriana que tiene un jardín fantástico.
-Hablando de casas, usted ha estado en el jurado del Premio Málaga de Ensayo que esta semana ha premiado al arquitecto Santiago de Molina por su obra 'Nada extraordinario. Atlas de cosas aún no descubiertas en la casa de todos los días'.
-Me parece un libro fantástico y creo que es muy pertinente porque la relación que hemos tenido con las casas últimamente ha sido muy distinta. Tiene que ver con eso que dicen las inmobiliarias de que todo el mundo quiere un hogar con terraza porque hemos estado encerrados. Es un libro extraordinario sobre lo cotidiano y, de hecho, lo que atesoran las casas-museos es la vida cotidiana de los grandes artistas o escritores.
-A veces estas casas o los museos acaban provocando el efecto de la turistificación. Y en Málaga ha ocurrido.
-Esto que me planteas no es sencillo. La primera idea que uno piensa es que no todo esté tan lleno. A mí me encanta visitar los museos vacíos, pero por otra parte el turismo es un motor importante para la economía y la propia supervivencia de los museos. Hay que encontrar un punto intermedio, pero no es sencillo. Yo que tengo opiniones sobre todo, en este caso, dudo. Por un lado, pienso que no deberíamos ser tan turísticos, pero por otra parte entiendo el problema que se ha visto muy bien durante la pandemia. Era una maravilla pasear por el Prado, pero cuando se rinden cuentas se ve que es necesario vender entradas para la propia supervivencia del museo. No hay una solución fácil. Algunos no estarán de acuerdo, pero Málaga, con la apertura de museos importantes en los últimos tiempos, ha hecho que la ciudad sea atractiva no solo para los de fuera, sino para el propio malagueño.
«En Málaga siempre pienso que los museos, lejos de hacerse competencia, apoyan a los demás museos y los visibiliza»
«Estamos de acuerdo con los problemas del planeta y que hay que cuidarlo, pero el museo no es el sitio adecuado para llamar la atención» con el ataque a las obras de arte
-Usted lleva viniendo desde los 80. ¿Cómo ha visto la evolución cultural de Málaga?
-Toda ciudad que apueste por la cultura y por abrir nuevos museos es positivo. No obstante, Málaga ya era una ciudad editora, escritora e intelectual, a la que se ha unido la idea de estos nuevos museos.
-A veces se nos desdeña por ser una ciudad de museos franquicia. ¿Qué opina?
-Es el mismo modelo que el del Guggenheim en Bilbao, pero me parece que ha sido fantástico. Una sede fuera del lugar de origen es un museo franquicia, pero cada vez que voy a Málaga y visitó el Pompidou encuentro cosas nuevas, interesantes y divertidas. En Málaga siempre pienso que los museos, lejos de hacerse competencia, apoyan a los demás museos y los visibiliza.
-¿El arte es una naturaleza muerta como argumentan los que atacan las grandes obras?
-En absoluto. Estamos de acuerdo con ellos sobre los problemas del planeta y que hay que cuidarlo, pero el museo no es el sitio adecuado para llamar la atención ya que son espacios amistosos, donde uno acude para estar a salvo. Además entrar en los museos es facilísimo, por lo que van a acabar convirtiéndolos en aeropuertos. Es una diana muy fácil y no me parece la más adecuada. Y no sabemos si en una de estas se lo van a echar a una obra sin cristal. Aunque esté de acuerdo con la causa, no me parece que sea el lugar para ese tipo de reivindicaciones.
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