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Incluso tras las mascarillas se intuían los rostros de preocupación de quienes hablaban. La situación es grave. La Federación Provincial de Peñas Flamencas de Málaga se queda sin dinero para seguir adelante, un reflejo de la difícil realidad de las casi 400 entidades asociativas consagradas al arte jondo registradas en Andalucía. La gran mayoría mantiene sus puertas cerradas desde marzo, solo algunas se han atrevido a organizar algún acto aislado este verano. Pero ni se abren las barras ni funcionan los circuitos flamencos que cada temporada suponen una pequeña inyección de dinero público en sus cuentas. Subsisten con las cuotas de los socios, los que aún pueden pagar, algo totalmente insuficiente para afrontar gastos fijos como el alquiler.
Si no se actúa con urgencia, dicen, muchas «pueden caer». «Y cuando se cierra una peña flamenca se está cerrando una parte de la cultura de Andalucía», sentenció Pablo Franco, nuevo presidente de la peña Juan Breva. Repartidos por todos los municipios –los grandes y también los más pequeños–, son centros de investigación flamenca, garantes de su conservación, punto de encuentro de aficionados y tablao para decenas de artistas que tienen aquí sus sustento principal. La peña es «la fragua» del cante, el toque y el baile, en palabras de Antonio Rivera, miembro de la federación y presidente de la Peña Frasquito el Rubio (Alcalá del Valle. Cádiz). El «caldo de cultivo» en el que se forjan los artistas del futuro y del que se alimentan los del presente. «No es una peña recreativa en la que juguemos al dominó. Si no hay una mirada, un guiño, una atención, el mundo del flamenco, la identidad de Andalucía, se ve en peligro», apostilló Franco.
Se sienten abandonados por las administraciones. «Nos han dejado atrás, de nosotros no se han acordado», se quejó Diego Pérez, presidente de la Federación Provincial. Por eso, la Peña Juan Breva reunió este miércoles a peñistas, artistas y directivos de la federación para hacerse oír. Piden ayudas económicas para pagar los alquileres de los locales pero, sobre todo, como organismos sin ánimo de lucro, demandan seguir cumpliendo con su misión con la cultura. Para ello, como apuntó Diego Pérez, solicitan a las instituciones públicas de cada municipio la cesión de «locales espaciosos» donde poder desarrollar sus actividades. Auditorios, bibliotecas, salones de acto o casas de la cultura que les permitan convocar eventos seguros manteniendo la distancias, algo complicado en peñas de no más de 50 metros cuadrados. «Y, además, al hacerlo en parques o auditorios se abriría el flamenco a todo el mundo, no estaría restringido solo a socios de la peña», añadió. En Alhaurín, por ejemplo, este verano se usó el patio de un colegio. De esta forma, se podrían reactivar programas como ‘De peña en peña’, ‘Nos vemos en tu peña’ o tantos otros subvencionados por las administraciones públicas que permitían el movimiento de artistas de un escenario a otro.
«Este verano lo he pasado fatal», reconocía el cantaor Luis Perdiguero, que ve peligrar «y mucho» el sustento de su familia. Cuenta que ha trabajado «tres veces menos» de lo habitual en esta temporada alta. «Está siendo desastroso, nos han cortado la cabeza. Se ha suspendido todo», lamentó. Reivindicó que la cultura «puede seguir andando» con las medidas de precaución adecuadas. «Si no vamos en cuarta, al menos en segunda, pero que andemos», apuntó, en referencia a los encuentros con aforos reducidos casi a la mitad.
«Si se cierra la peña, el flamenco se pierde», sentencio Francisco Santiago, ‘El Chato de Málaga’ y presidente de la peña La Malagueña. Según las cuentas de Rivera, «y tirando por lo bajo», en estos seis meses de pandemia se habrían dejado de hacer más de 1.500 eventos flamencos en toda Andalucía. Si de las 400 asociaciones que hay, 300 organizan un acto al mes (muchas llegan al acto a la semana), un concurso y un festival (como es habitual en sus agendas), serían alrededor de 3.500 las actividades que se generan en estas casas del arte jondo a lo largo del año. Prescindir de ellas supone un duro golpe para el aficionado y, principalmente, para el artista.
Además, las peñas se enfrentan a un problema estructural. Hay poca regeneración entre los socios. «La mayoría somos personas mayores y como nos tiene acobardados, poca gente va», apuntó Pérez. «El miedo paraliza a las personas, a las instituciones y a las peñas», reflexionó Francisco Reina, editor de la revista ‘Pellizco Flamenco’ y socio de Unión del Cante, que ahora solo funciona como restaurante. Una situación contra la que se rebelan con un quejío en defensa de una «cultura segura», también en las peñas.
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