El derroche de talento de Javier Ojeda en Gibralfaro

Además, un 'sold out' horas previas al concierto convierte el evento en una ocasión mucho más especial para comerse el Castillo de un bocado sin que cueste digerirlo, sudar en la Plaza de Armas hasta el agote y regalar a un público enmascarillado la mejor de las experiencias: la evasión. En 'Noches de Gibralfaro', esos conciertos en entorno de categoría que se extenderán hasta final de mes, el nuevo álbum 'DeCantando' de Ojeda no se llevó todo el protagonismo de la velada; estuvo muy presente en un 'setlist' variado el recuerdo a discos anteriores, los comienzos y los éxitos, extendiendo el chicle de la nostalgia hasta el disfrute. Entre el público, unos 350 asistentes, amigos, conocidos, invitados especiales, familias, matrimonios e incluso el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, apoyando a Ojeda en una ocasión excepcional: ¿Qué son casi 40 años al frente de un micro si falta el abrazo de todos aquellos que le siguen impulsando?

Cuando se apagan las luces del público, una banda experimentada y muy engrasada se dispone por un amplio escenario; Ojeda llega después con una sutil timidez que dejaría a un lado tras el segundo tema. No es habitual en el artista un gesto comedido y mesurado. Con 'Tiempo de amor', del disco 'Contacto interior' (1983) ya comienza ese exceso del que hablábamos al comienzo con un salto del escenario y un baile entre las primeras filas del público. «Podéis cantar, no hay problema, esta es la gran fiesta de los músicos de Málaga. Todos somos nacidos o residentes aquí y nos hemos tirado un año auténticamente de mierda, perdón por la expresión», confesó Ojeda cuando ya había degustado el ambiente: excepcional. Y encima del escenario, un séquito de artistas de categoría, con invitados especiales como el saxofonista Enrique Oliver: unos 10 haciendo sonar sus instrumentos a la vez creando un aura indescriptible, demostrando su valía de forma sobrada en cualquier género que interprete Ojeda.

Entre el público la entrega era dominante, con muchos asistentes bailando de pie en sus asientos según el tema que tocase. Con 'Un puntito', el último y más reciente lanzamiento del último álbum resultó un momento de conexión instantánea... ¿La anécdota? El videoclip se rodó en un chiringuito un domingo en La Carihuela, hazaña que Ojeda recordaba entre risas y sin dejar de bailar.

Tras 'El vino se acabó', un tema divertido y dedicado al «late motiv» favorito del artista, llegó el momento de vuelta a la realidad. 'No habrá fiestas para mañana', como dedicatoria a todas aquellas personas que se fueron a causa de la pandemia, calmó los ánimos para culminar con ese aplauso de admiración y aprobación ante una letra y melodías llenas de sentimentalismo. Le seguía un momento en acústico con más temas de antaño, como 'El joven nostálgico', pero tras esta, el contraste fue absoluto: «En este concierto pone Javier Ojeda, pero yo soy cantante banda. Soy un cohesionador de proyectos, algo así, raro, que sabe sacar adelante los proyectos, porque me gustan los mogollones y soy muy disfrutón», reconocía el artista con más fuelle de Málaga, incansable e imparable, transmitiendo la misma sensación a su público que le pedía bises constantes.

La esperada 'Sabor de amor', esta vez interpretada con ritmos latinos, fue uno de los últimos temas que despidieron una noche con toda la banda en escena y el auditorio en pie meciéndose con la suave brisa desde la Málaga más elevada.