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Qué sucede antes de que Toni se vista de Zenet
Portón del Jazz ·
Calienta la voz en la ducha del hotel, cuida al máximo el sonido y no come nada antes de actuar. Acompañamos al malagueño en las horas previas a su conciertoVer fotos
Portón del Jazz ·
Calienta la voz en la ducha del hotel, cuida al máximo el sonido y no come nada antes de actuar. Acompañamos al malagueño en las horas previas a su conciertoLa crónica al uso de un concierto comenzaría cuando el artista se sube al escenario tras la intro de sus músicos y con los aplausos ... del público de fondo. Pero esta acaba justo ahí, en el momento en el que Zenet aparece sobre la tarima para abordar la primera canción de la noche, 'Estás equivocada'. Empieza entonces la fiesta para los casi 500 espectadores que llenan a medio aforo (por protocolo Covid) las gradas del Portón del Jazz de Alhaurín de la Torre, pero para la banda esta es la recta final de una jornada que arrancó hace horas. Acompañamos a Toni antes de que se coloque el traje de Zenet y su tour mánager le ponga sobreaviso: «¡Cinco minutos para salir!».
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Dos horas antes de esa llamada. «Hoy es una noche especial», dice al llegar a la prueba de sonido, inconfundible desde la distancia con su boina blanca. Porque juega en casa, y eso siempre es un plus. Porque actúa con la banda al completo, una 'rara avis' en estos tiempos de presupuestos y aforos recortados: siete músicos y él, la alineación oficial que repetirá en unos días, el 27 de julio, en el Palacio Real de Madrid. Y, además, es el debut de la contrabajista Lila Horovitz con el equipo. «Rompemos por fin con el patriarcado de la banda», bromea Toni Zenet.
Es el turno de los técnicos. Luces, sonidos, monitores... No hay hueco en el escenario para nadie más. 'Quién sabe' abre la prueba y se hacen los primeros ajustes mientras Toni da un sorbo a un café americano con mucha azúcar, el único vicio que ya se permite. Está atento a todo y a todos. Se acerca a los altavoces: «Ten cuidado con el contrabajo, está muy gordo», le dice a su técnico de sonido, «un miembro más» del ensemble. Pide tener siempre luz de contra para leer con facilidad las partituras. Y se toma su tiempo para ecualizar la voz, su instrumento, su punto fuerte, lo que le hace diferente a cualquier 'crooner' de catálogo.
Están concentrados, pero se permiten la broma y la distensión. Se respira la experiencia y las horas de escenario juntos con amigos como el trompetista Manuel Machado y el guitarrista José Taboada. Ove Larson al trombón de varas, Moisés Porro a la percusión, Raúl Márquez al violín, Sergio Fernández al piano y Lila Horovitz al contrabajo completan la superbanda.
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Cincuenta minutos antes del concierto. «Chicos, os tengo que cortar porque está entrando público». De nuevo da el toque Víctor, el tour mánager, el único que alguna vez le llama por su primer apellido –Mellado– cuando quiere ponerse serio.
El escenario se desaloja para que las gradas empiecen a ocuparse. La actividad se traslada a los camerinos instalados bajo el escenario del Portón. Hay tortilla de patatas, embutidos, quesos variados, bocadillos de todas clases, frutos secos... «¡Y jamón serrano! Eso es para José. Mira, aquí está tu jamón», le grita Toni desde la puerta. Pero no se equivoquen, el guitarrista no lo quiere para comérselo: siempre que puede, se lleva la lasca que más grasa tenga al escenario para engrasarse las manos durante el concierto. «Es mejor que cualquier crema», confirma el guitarrista.
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De fondo alguien canta un «cumpleaños feliz». Es el violinista Raúl Márquez. Hoy es su día y se suma a la voz de su hijo mientras le felicita por videollamada. Al rato, es Lila Horovitz quien le recuerda a su niño que se porte bien esa noche. Son músicos, nómadas por naturaleza, pero nunca se deja de ser padres.
Toni no prueba bocado del cátering de cortesía. «Prefiero ir ligerito». Ya ha aprendido la lección de aquella vez antes de un concierto en el Café Central de Madrid cuando devoró un shawarma... «¡Y qué mal lo pasé cantando!». Nunca más.
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El malagueño se aleja del tópico del artista excéntrico. No pide ningún capricho. «Soy bastante espartano». No se encierra en su camerino a calentar la voz para la actuación. Ya lo hace en la ducha del hotel y en la prueba de sonido. Y no tiene ninguna manía extraña. «Solo hay una cosa» que sí hace en cada uno de los conciertos: «Necesito estar metido en el traje un tiempo antes para hacerme el cuerpo». Es lo que marca el paso de Toni a Zenet, a los que une una línea «muy fina». «Intento darle naturalidad a ese personaje, que se parezca lo máximo posible a mí». En cinco minutos ya ha hecho esa transformación y Zenet sale del camerino con un traje modelo sport y una nueva boina, la de esta temporada. Y charla de la vida, del nuevo rumbo de la pandemia y del desamparo de la cultura mientras a su izquierda Taboada y Márquez se marcan un improvisado (y precioso) dúo de guitarra y violín. Las notas le queman ya en las manos. No hay nervios, hay ganas. «Es la hora».
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