El mejor reflejo de El Espejo Negro

Parecía difícil, pero se ha superado. El Espejo Negro hace acopio de sus 30 años de experiencia para firmar un espectáculo redondo, fino en las formas y gamberro en el fondo. Un alegato a la libertad de expresión de la que Ángel Calvente hace uso durante la hora y media de 'Espejismo'. Porque aquí, como corresponde, no se deja títere con cabeza (a veces, literalmente). Con el Echegaray al completo, también para la función de hoy, El Espejo Negro celebró su aniversario con el estreno de una obra para adultos, la primera en seis años, que refleja lo mejor de la compañía malagueña con guiños a sus inicios, un ambiente cabaretero, marionetas que cobran vida con un realismo asombroso y una lengua mordaz e irreverente. Todo presentado con una factura técnica impecable.

Estío, quizás su 'hijo' de gomaespuma más complejo, ejerce de maestro de ceremonias en un apasionante recorrido por el universo paralelo que habita tras el espejo, un mundo sórdido construido con los reflejos más oscuros del ser humano. Con un espectacular manejo de las luces y las sombras, una gran estructura circular hace de agujero negro que expulsa –y absorbe– a todo tipo de criaturas provocadoras que muestran sin pudor sus vergüenzas y deforman la realidad del otro lado del cristal.

Y de su retrato corrosivo y burlón no se libra nadie. Ni la religión, ni la realeza, ni los políticos ni la Pantoja. En uno de sus números, la libertad de expresión se presenta como una «cagada» (sí, una boñiga) que prefiere cerrar la boca para que no le entren moscas. Una crítica a la Ley de Seguridad Ciudadana ('ley mordaza') que coloca a titiriteros y cómicos contra las cuerdas y un aviso de que ellos no se callan.

El Espejo Negro le echó valor y tocó donde a muchos duele, con su estilo tan socarrón como elegante marca de la casa. De esta forma, denunció el enfrentamiento en Oriente Medio amparado en la religión (con intermediación de unas 'papas' con acento argentino), la pasividad de un país (de borregos) que mira hacia otro lado ante los dramas de los demás y la corrupción. De trasfondo estaba la España del fútbol, de las procesiones y del himno de Marta Sánchez en un número hilarante. Tampoco dejó pasar Calvente la oportunidad de despedirse de Susana Díaz.

Tras el espejo se vieron auténticas apariciones.Del pasado llegó el obseso sexual protagonista de 'De locura', un espectáculo de hace veinte años que sigue haciendo reír como entonces. Del más allá vino Chavela Vargas con una enorme fidelidad. Y del más acá, la Pantoja con su 'Hoy quiero confesarme' tras las rejas.

Los números musicales y los gags se suceden en un espectáculo en el que los 'manipuladores' dan más la cara que nunca. Ángel Calvente, su hijo Laín Calvente (con quien se fundió en un emocionado abrazo final) y José Vera no se esconden en la oscuridad. Unas veces son el cuerpo de la marioneta o una parte de ella; otras ellos mismos actúan directamente frente al público.

Pero donde quizás se nota más el tiempo es en cómo ha perfeccionado Ángel Calvente la técnica para dar vida a la gomaespuma. La expresividad de Estío, su mirada y sus movimientos, es sencillamente impresionante. Unos personajes se construyen con ingenio a la vista de todos, otros se deconstruyen en directo y algunos flotan como por arte de magia.

Por si quedaba alguna duda, tras recibir los muchos aplausos del público, Ángel Calvente lo dijo por su boca y sin marioneta de por medio: este es un teatro «en libertad» y en «mayúsculas». Y no le falta razón.