Olds, en una imagen de 2015. SUR

Sharon Olds: poemas para un divorcio

Poesía al SUR ·

Exorcizó la pesadilla de los abusos sexuales sufridos de niña y ganó el Pulitzer con un libro sobre su ruptura tras treinta años de matrimonio, cuando su marido la dejó por otra. «Sé que a muchos les molesta el modo en que abordo la intimidad», reconoce

Viernes, 23 de octubre 2020, 00:55

Sharon Olds no es, desde luego, la primera mujer a quien su marido deja por otra. Pero 'El salto del ciervo', premiado con el ... Pulitzer en 2013, la confirmó como una poeta intensa y desconcertante, capaz de volcar en palabras la experiencia de una ruptura amorosa. La historia tiene poco de extraordinaria: su marido, David Douglas Olds, médico, puso fin a treinta años de matrimonio para irse con una compañera de trabajo. Abandonada, la autora estadounidense colocó un espejo frente a su propia vida para relatar no sólo el estallido final sino también las nuevas pasiones («He dicho que él y yo estábamos locos / el uno por el otro, pero quizás mi ex y yo no estábamos / locos el uno por el otro. Quizá era cuerdos lo que estábamos el uno por el otro, como si nuestro deseo / no fuese ni siquiera personal») y los daños colaterales: «Cuando hablamos de cuándo decírselo a los niños, / estamos tan juntos, tan concentrados. / Murmuro: 'Me siento como una asesina'. 'Soy yo / el asesino', dice, cogiéndome la muñeca».

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Olds, nacida en San Francisco en 1942, ya había mostrado su talento, especialmente brillante cuando su poesía adquiere tono confesional. No publicó hasta los 37 años, pero pronto se convirtió en una de las voces más respetadas de la literatura norteamericana contemporánea. En 'Satán dice', su primer libro, expuso los abusos sexuales sufridos cuando era una niña. El Satán al que alude el título es el Satán de su rabia, que la empujó a escribir poemas contra la sumisión en un ejercicio de exorcismo desbordante: «Desde entonces / sería, ante mi misa, la enemiga / de todo aquel que me impidiera crecer». Olds ya presentaba sus credenciales como poeta irónica y desmitificadora, capaz de abordar sin pudor la sexualidad y las emociones. Años después escribió 'El padre', testimonio de la enfermedad y muerte de quien tanto la hizo sufrir en la infancia: «El morir de mi padre no es malo / no es bueno ni malo, / está más allá del mundo moral. (…) no hay sino placer y dolor. He aquí / el mundo que habita el sexo, el mundo / de los nervios, el mundo sin iglesia».

Pero la mirada de Olds no es ensimismada, aunque su obra contenga referencias explícitas a su biografía. En 'Los muertos y los vivos', publicado en 2006, exploró temas políticos a través de imágenes conocidas como la muerte por hambre de una niña: «No puede no ser bella, pero / se muere de hambre. Adelgaza cada día, y sus huesos / se hacen largos, porosos. El pie de foto dice / que va a morir de hambre ese invierno / con miles de otros seres. En la sima de su cuerpo / los ovarios liberan sus primeros óvulos, / dorados como el grano». La poeta combina historia y biología, experiencias personales y acontecimientos que trascienden el yo, como cuando clava el diente en la maternidad: «De nuevo otro bebé para ocupar su lugar, / y ahora es de nuevo una dama de honor / antes que una reina. De la casa de su madre / ha caído a la de su hija».

Sin versos íntegros

Su estilo es complejo. Usa un lenguaje directo, repleto de metáforas, pero rechaza la división en estrofas o la integridad de los versos, que descuelga al modo en que los renglones quedan interrumpidos en prosa cuando alcanzan el margen de la página. Muchos de sus poemas parten de situaciones dolorosas que Olds tamiza con cierta distancia, a menudo representada en descripciones objetivas, exentas del sentimentalismo de otros autores confesionales. También recurre al sentido del humor heredado de su abuela: «En sus últimos años, cuando nos enamoramos, / solía sacarla del asilo / para tomarnos un ponche y un par de bourbons. Soltaba / un chiste cortante como la tapa de una lata». En otro poema de 'El salto del ciervo', narra el terror que le producía compartir con su madre la noticia de su divorcio: «Y en el momento en que se lo dije, / me miró impresionada, con consternación. / ¡¿Pero cuándo voy a verlo de nuevo?!, / gritó. Sostuve sus manos con las mías, / y, bromeando, nos tranquilicé a las dos». Y más: «Así que los hombres se han ido / y he vuelto con mamá. Siempre temí que esto sucediera. / Pensé que sería un puro horror, / pero tan sólo es casa, la casa de mamá / y el jardín, la tierra, el olivo y el sauce».

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Sus libros a menudo resultan incómodos, tanto por la forma como por el contenido. Helen Vendler, una de las críticas de poesía más reconocidas de Estados Unidos, rechaza el trabajo de Olds, que una vez calificó de «pornográfico». En su obra conviven el sexo y la maternidad, la rebeldía y la pena, el zarpazo asestado por el padre después llorado tras un largo cáncer y las secuelas de un divorcio inesperado. La lectura de sus poemas puede ser perturbadora, pero también reveladora. «Sé que a muchos les molesta la manera en que abordo la intimidad», reconoce la poeta estadounidense, resarcida por cierto de su ruptura: ahora tiene nueva pareja y su nombre suena cada año en las quinielas de los grandes premios literarios.

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