

Secciones
Servicios
Destacamos
Encontró las páginas en 1991 dentro de unos libros que una vecina le entregó a su madre. En esas cuartillas que pertenecían a la agenda ... publicitaria de una empresa petrolífera, un joven había escrito a mano su diario. Son solo once papeles, pero en ellos está el embrión de toda la historia: la fachada de la casa de la novia que ve desde su ventana y el «tono» de una personalidad manipuladora y controladora. Antonio Soler se cuela en la mente de un maltratador psicológico en 'Yo que fui un perro', una novela ambientada en los años 90 que, sin embargo, retrata actitudes de plena actualidad. «Muchos hombres tienen un pie en el pasado y todavía no asumen que el mundo ha cambiado», declaró el escritor en una presentación a libreros, gestores culturales y prensa en el Centro Andaluz de las Letras (CAL). 'Yo que fui un perro' llega a las librerías este miércoles con Galaxia Gutenberg.
Soler respeta la fórmula del diario que tenían aquellos manuscritos, un formato nuevo para él que le permite plasmar «el mundo tan radicalmente subjetivo» de quien no admite otra realidad más que la suya. Pero hacerlo de esa manera entraña una enorme dificultad: la voz del escritor, su punto de vista, desaparece por completo y el lector debe «recomponer» el universo que rodea al personaje únicamente a partir de lo que él mismo dice.
«El lector empieza a desconfiar del que está contando la historia y este juego es un poco delicado de establecer, porque no es que se desapegue de lo que está leyendo, sino que empieza a interpretar los códigos del narrador. A medida que va describiendo lo que le rodea y cómo son los personajes de su entorno, se describe a sí mismo, como un autorretrato, de modo que el lector lo conoce y conoce su desviación», detalla el autor, entre otras novelas, de 'Sacramento', 'Sur', 'Las bailarinas muertas' y 'El camino de los ingleses'.
Él es Carlos, un joven estudiante de medicina. «El eje del diario es su novia. Desde su casa, el futuro médico ve la casa de ella. La terraza, las ventanas por las que se asoma y es saludada o ignorada según el punto en que la turbulenta relación se encuentre. Siempre vigilada», se lee en la sinopsis del libro. Ese edificio es «casi un personaje más» de la novela, emite señales y se comunica con el protagonista en una especie de código morse que él interpreta a su manera: las cortinas se mueven, las luces de la habitación se encienden… sabe que ella está en la casa.
El personaje, su actitud y su comportamiento obsesivo y controlador estaban reflejados en esas antiguas cuartillas. Pero no había más. A partir de ahí, Soler le inventa una vida aparentemente «normal», con su familia y sus amigos, porque en ningún momento quiso escribir sobre «un monstruo o un tirano». La vida real es más compleja que eso: «Ahora tenemos las alarmas encendidas, hay una mayor facilidad para captar este tipo de situaciones y de personajes, aunque siguen completamente camuflados en la sociedad. Ni llevan un cartel ni se les reconoce de ningún modo», reflexionó el autor y articulista de SUR. Probablemente, treinta años atrás, «nadie» creía que ese chico que escribió el diario era un manipulador. «Quizás la novia pensara que era un tipo celoso e incluso alguien pensaría 'la quiere tanto que mira hasta dónde es capaz de estar con este sinvivir'». Y gran parte de eso sigue latente hoy. «Estamos en un momento de cambio en muchísimos órdenes, y en este también. Y en momentos de tránsito hay bastante gente desorientada, muchos hombres que no saben realmente cuál es su lugar».
Pero Soler aclara: «Cuando empecé a escribir, la materia fundamental que a mí me interesaba era la literatura y no la sociología». En este sentido, el autor incorpora a la escritura un recurso disruptivo que añade morbo al relato: tachaduras, frases borradas por el propio protagonista porque incluso a él le «daña» verlas escritas. «¿Cuál es la finalidad de quien escribe un diario? Desahogarse o decirse a sí mismo cosas que tiene en nebulosa y racionalizarlas pensando que nunca van a ser leídas... o que quizás sí van a ser leídas». De hecho, el protagonista de 'Yo que fui un perro' tiene entre sus lecturas 'El árbol de la ciencia' de Pío Baroja, «la historia de una monja que escribe un diario que con el tiempo es encontrado, y Carlos se lo llega a plantear». Con esa conciencia, y aunque en ningún momento crea que su comportamiento es negativo, Carlos emborrona frases enteras a lo largo de todo el diario.
«Lo ha vuelto a hacer», aseguró a su lado el editor Joan Tarrida, elogiando la capacidad del autor para no repetirse y ponerse a sí mismo un nuevo reto por delante. Acompañado por la delegada territorial de Turismo, Cultura y Deporte, Gemma del Corral, Tarrida felicitó a Antonio Soler por lograr que el lector «vea a todo el resto de personajes» a través de una sola voz que habla de sí misma. 'Yo que fui un perro' es el octavo libro que Antonio Soler publica con Galaxia Gutenberg en los últimos diez años, cinco novelas inéditas y tres recuperadas. Y todo apunta a que vendrán más. «Trabajar contigo es maravilloso», concluyó Tarrida.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.