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ÁLVARO SOTO
MADRID.
Lunes, 9 de abril 2018, 00:40
Dos siglos después de su nacimiento, una efeméride que se celebrará el 5 de mayo, la figura de Karl Marx sigue siendo objeto de enormes controversias. Unos veneran sus ideas hasta el punto de asegurar que la historia le está dando la razón, otros las desechan por obsoletas. El historiador británico Gared Stedman Jones (1942) coloca al personaje en su contexto, el agitado siglo XIX, en 'Karl Marx. Ilusión y grandeza' (Taurus), una monumental biografía de más de 800 páginas que recorre la vida y el pensamiento de uno de los hombres que, en eso no cabe discusión, cambió el curso de la modernidad.
El autor, catedrático de Historia de las Ideas en la Universidad de Londres, pone en duda que Marx hubiera aceptado algunas de las interpretaciones que se han dado de su obra y que incluso hoy en día se llamara a sí mismo comunista. «Los grupos socialistas y comunistas en la Europa de Marx hablaban de comunidades modelos, pero su visión era diferente. Él concebía que la humanidad se había desarrollado en varias fases, desde los cazadores-recolectores hasta el mercantilismo. En la fase de cazadores, había más recursos que personas y por tanto, se vivía en la abundancia y nadie se preocupaba ni por la propiedad ni por el Estado, Marx pensaba que con la Revolución Industrial ocurriría lo mismo, habría más recursos, abundancia y la propiedad desaparecería», explica Stedman Jones.
Abogado de formación y hegeliano de corazón, Marx se crió en una familia judía que se convirtió al cristianismo para poder seguir trabajando en la Administración del Estado de Renania. El padre de Marx aseguraba que su religión eran Voltaire y Rousseau y el propio Marx mantuvo una relación ambivalente con el judaísmo. «No tiene una visión particularmente amable de los judíos y a veces hizo comentarios horribles contra ellos. También, al casarse con una aristócrata, tuvo que soportar los cotilleos de la época por su origen. Pero con su tío político, León Philips, fundador del imperio Philips y administrador de la herencia de la familia, no dudaba en presumir de sus raíces judías».
Los años clave de Marx llegan entre 1845 y 1848, cuando, exiliado en Bruselas junto con otros radicales alemanes, vive la agitación prerrevolucionaria y publica 'El manifiesto comunista', aunque la obra no alcanza popularidad hasta dos décadas más tarde. Los 50 son años duros para Marx, que ha visto una revolución burguesa, la de 1848, y una gran crisis comercial, en 1857 y 1858, sin asistir al pronosticado derrumbe del capitalismo.
«En esos años sí pensaba que el capitalismo iba a colapsar, y al no suceder, llegó a deprimirse. Pero posteriormente, y viendo las reformas que se estaban produciendo (aparición de los sindicatos, ampliación del sufragio) y que en algunos lugares había comenzado a existir un primitivo Estado del bienestar, Marx pasa a concebir la revolución como un proceso más que como un acontecimiento», cuenta el historiador. «Fue Engels, -continúa Stedman Jones- el que, presionado por los socialdemócratas alemanes, modifica 'El Capital' y en su segundo volumen asegura que el capitalismo se va a derrumbar».
En la etapa de la Internacional, Marx y Bakunin protagonizaron un enfrentamiento que tenía más de personal que de ideológico. «Aunque al principio Marx admiraba a Bakunin, luego se fueron distanciando por el papel del Estado, que Bakunin veía como una institución transitoria mientras que Marx cree que en algún momento puede jugar un papel positivo. Pero no hay que exagerar las diferencias entre ambos», explica el profesor.
Un filósofo influyente
Sin duda, Marx ha sido uno de los filósofos más influyentes en la política. Partidos de todo el mundo y, sobre todo, regímenes diversos, se han apropiado del adjetivo 'marxista', principalmente en el siglo XX, para definirse o para legitimarse. Stedman Jones, sin embargo, cree que a Marx no le hubiera gustado un régimen como la Unión Soviética.
«Cierto que rechazaba a los liberales y él nunca habla de los derechos individuales, pero tampoco habría aprobado los Estados autoritarios que se declaraban socialistas. Marx creía en la emancipación humana y lo que ofrecían estos países era sólo una dictadura. Lenin y Stalin manipularon sus ideas, leyeron lo que les interesó y lo mezclaron todo. Pero entre otras cosas, Marx nunca pensó que sus planteamientos pudieran ver la luz en sociedades agrícolas acostumbradas a la autocracia, sino en otras más avanzadas», indica el historiador.
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