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El jinete pálido

PATIO DE BUTACAS ·

Miércoles, 3 de junio 2020, 00:02

Todos nos caemos del caballo alguna vez en la vida. Y de las veces que menos me ha dolido es con Clint Eastwood. Su nombre era sinónimo de película de videoclub repartiendo guantazos a lo Bud Spencer en 'Duro de pelar' o sacando el magnum para alegrarnos el día. El precursor de los Rambo y cía. También era ese actor B de sesión de tarde que hizo 'spaguetti-westerns' cuando aquellas películas eran todavía un sucedáneo populista para la cartelera y no una gloriosa reinvención del género. Pero a mediados de los ochenta, el actor apareció con alzacuellos en 'El jinete pálido' y me tiró de la montura como a Saulo. Menos mal que tenía debajo la butaca del Astoria. Este tipo no podía ser aquel que parecía interpretar siempre al mismo personaje carapalo, expeditivo, directo y simplón. Pero su papel de predicador-cowboy no solo era conmovedor, sino que la poesía gris y crepuscular de la película tenía también el sello de un Eastwood director todavía por descubrir. Desde entonces tengo metido el clin, clin de la espuelas contra el suelo de aquel predicador que me recordarán para siempre a Clint, Clint.

'El jinete pálido' no fue su primera película como cineasta. De hecho ya llevaba una decena de títulos detrás de las cámaras. Pero para mí fue su año 0. Y resulta que nadie lo recuerda por su amplísima filmografía anterior, sino por la imprescindible obra posterior. Y especialmente como director. Tanto que, como con el octogenario Woody Allen, esperamos con ansiedad su nueva película anual sabiendo que será más o menos brillante, pero seguro que brillará. Siempre he sentido envidia de esa capacidad de Hollywood para respetar a sus maestros. Todo lo contrario del cine español. Y ahí está José Luis Cuerda, al que sus amigos regalaron una última película que sólo debería haber sido otro amanecer más.

Clint, Clint cumplió el domingo 90 años. Y por ahí anda un vídeo familiar con tarta, regalos y cumpleaños feliz y todo. Eastwood, con pelos a lo Einstein, sonríe, espera a que terminen y ordena que «paren». ¡Para no hacerle caso! Menos mal que he visto el vídeo al final del artículo.

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