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Parecían trazos inconexos en la pared, marcas sin ningún sentido aparente en el conjunto de la Cueva de la Pileta. Al lado de pinturas rupestres ... tan potentes como la yegua preñada, el gran pez de más de un metro de largo o los uros (toros salvajes) que se reparten por las galerías, nadie había reparado en ellas. Pero la tecnología ha cambiado la manera de mirarlas. Tras aplicar los nuevos métodos de documentación y tratamiento gráfico, las líneas que se suponían sueltas se unieron en la pantalla dando lugar a la figura de una cabra perfectamente dibujada. «La emoción de ese momento en el que sale a la luz algo que ha estado ahí desde hace siglos y nadie ha visto, es el primer motor de la investigación», confirma Miguel Cortés. El equipo que lidera el profesor del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla ha descubierto numerosas grafías inadvertidas hasta la fecha en la gruta de Benaoján que custodia desde principios del siglo XX la familia Bullón. Unos hallazgos que, según sus cálculos, incrementarán en al menos un tercio el arte rupestre documentado. Y ya había casi 900 motivos registrados.
Actúan como «notarios de la memoria». Su misión es recuperar lo conservado para dejarlo a la posteridad. Y en esta tarea han contado con un aliado: nuevos sistemas digitales de captación de imágenes que llegan a donde el ojo humano no. Tras dos años de trabajo de campo, el equipo procesa ahora las miles de fotografías tomadas en la gruta, pero ya son conscientes de que lo encontrado abrirá «una dimensión nueva» en lo conocido hasta la fecha en La Pileta.
«Es la cueva del sur de la Península con mayor cantidad de representaciones de arte rupestre, y una de las que más posee en todo Occidente. Hay cientos de motivos, no tiene parangón en cuanto a la cantidad», resume Cortés. Y lo que es más interesante: «Abarca no solo el arte paleolítico sino de la prehistoria reciente. Es uno de los pocos sitios en los que encontramos esa pervivencia». La Pileta se confirma así como un «lugar de referencia» para las comunidades durante miles y miles de años.
Descubierta en 1905 por el agricultor José Bullón Lobato cuando buscaba guano para abonar sus tierras, es una de las primeras grutas prehistóricas del sur de España de las que se tiene conocimiento y, al mismo tiempo, la gran desconocida. Los resultados de esta última investigación lo demuestran. Caballos, ciervos, uros, rinocerontes, cabras montesas y todo tipo de signos que dejó grabado el hombre del paleolítico resurgen ahora ante la mirada del hombre moderno. Hacía más de 30 años que no se fotografiaba la Pileta y en aquel entonces –en el año 1986– se emplearon sistemas de documentación analógicos, con carretes de diapositivas, durante apenas un mes. Las máquinas actuales de alta resolución e hiperespectrales tienen la capacidad de captar «detalles imposibles», inapreciables en la oscuridad de la gruta. Su posterior tratamiento digital, con programas específicos, saca a la luz las nuevas figuras.
Ha sido un trabajo exhaustivo e intenso encabezado por expertos de la Universidad de Sevilla, junto a miembros del CSIC-Granada, la Universidad de Córdoba y el Centro Nacional de Investigación de la Evolución Humana (CENIEH). Y en condiciones extremas: el mínimo de tiempo posible con las personas justas y la luz imprescindible para evitar alteraciones medioambientales.
Los investigadores orientaban el foco de la cámara hacia paneles que parecían vacíos de arte rupestre. La pantalla del ordenador mostraba después trazos ocultos incompletos o descentrados, lo que les obligaba a regresar a ese punto para captar la imagen completa «con ojos adaptados a ver lo que antes no se percibía». Así han sacado a la 'superficie' nuevos motivos animales y las huellas –literalmente– del hombre. Cuatro manos antes indetectables decoran una pared. «Y es un signo con el que conectas rápidamente. En el trazado de un animal identificas la capacidad de sintetizar en una línea un animal, pero en la impronta de una mano estás identificando al ser humano que hay detrás y quiere dejar su sello», analiza el investigador.
Con todo el material ya en el 'laboratorio', llega el momento de dar respuesta a una pregunta clave: cuándo se hicieron esas pinturas. Y se esperan «sorpresas». La única datación directa se realizó hace tiempo tomando como referencia el dibujo de un toro salvaje y arrojó una antigüedad de 20.000 años. Pero Cortés está convencido de que este no es el vestigio más antiguo de la Pileta. Por «paralelismo crítico» con otras pinturas halladas en otras cavidades, identifican en Benaoján un estilo que se remonta mucho más atrás. Cuánto más retrocederá el calendario, aún no se sabe.
Sobre la mesa está el debate abierto por cuevas como la de Ardales, que recientemente revolucionó los conocimientos de la prehistoria al revelar que las pinturas de su interior (como en la cacereña Maltravieso y la cántabra La Pasiega) fueron hechas hace 65.000 años, 20.000 antes de la llegada del homo sapiens a la península. Así las cosas, según publicó la revista 'Science', llevaban la firma del hombre neandertal. Sería la prueba de que aquella especie extinguida hace unos 40.000 años tenía un lenguaje y un pensamiento simbólico, con todo lo que ello implica. La hipótesis inicial con la que se trabaja en la Pileta, no obstante, es que todo lo representado fue ejecutado por humanos modernos, con una cronología inferior a los 40.000 años. «Esperaremos a ver qué nos dan los resultados», asegura cauto el investigador.
Por los restos arqueológicos encontrados en el lugar, se sabe que La Pileta «ha estado habitada siempre, con una frecuentación muy intensa». El material hallado permite construir una secuencia que abarca 150.000 años, lo que confirma que el neandertal estuvo allí. Otra cuestión es si dejó un rastro artístico, o no. «Era un lugar de agregación simbólica para todas las comunidades humanas que han vivido en la comarca, un referente para expresar su simbolismo», añade Cortés.
Si las catedrales de hoy «vertebran las estructuras humanas de las ciudades», aquellas cuevas se convertían en sitios recurrentes para los habitantes de ese tiempo donde manifestar sus creencias. Y, como las catedrales, la Pileta es el resultado de «la suma de esfuerzos de muchas generaciones».
Laboratorios de Burgos y Sevilla datan ahora las grafías con dos sistemas: uranio-torio y carbono 14, con muestras que apenas alcanzan la cabeza de un alfiler. A lo largo de este 2019 se prevé tener una respuesta. El análisis persigue además identificar las recetas con espectrómetros que detectan la composición química de los pigmentos. Carbón vegetal, hueso, óxido de hierro, arcillas... Los resultados permitirían descubrir más sobre cómo 'pintaban' nuestros ancestros y, además, correlacionar estilos gráficos.«Si se encontrara una pintura gótica que tuviera como base el aceite, sería imposible». O habría que revisar la historia. Y aquí sucede igual. La Pileta será de las primeras cuevas del sur en las que se aplique esta metodología.
Pero el arte no se limita solo a las paredes, también engloba la ocupación. Los arqueólogos han hallado numerosos rastros de la presencia humana en la Pileta. «El material en superficie se documenta y se deja 'in situ'. Detectamos zonas con potencialidad arqueológica para su preservación», explica. Allí, en la gruta, permanece una Venus descubierta en esta nueva fase de investigación, una pieza propia de la Edad del Cobre similar a la ya encontrada en este mismo yacimiento y que ahora se exhibe como una de las joyas del Museo de Málaga. Hay sílex, cerámica, huesos humanos y también de animales con una colocación que parece intencionada. «Nos informan de una vinculación estrecha entre la ejecución de la pintura y la disposición de algunos objetos, y nos dicen que debajo del subsuelo, en el sedimento arqueológico, puede haber mucho más material», vaticina Cortés. Además, en el suelo se detectan pigmentos, gotas de pintura, que cayeron al suelo mientras el hombre prehistórico intervenía la pared.
La Cueva de la Pileta «no se agota», asegura el profesor de la Universidad de Sevilla, convencido de que lo que se conoce es solo una parte del legado que esconde la gruta de Benaoján. Por eso, el equipo ya tramita con la Junta de Andalucía la autorización para iniciar en verano una segunda fase que dé más luz a la Pileta que no se ve.
Con cinco años ya recorría casi a diario el camino que lleva a la cueva para llevar comida a su padre y su abuelo. Sus recuerdos están vinculados a aquel cerro rocoso de Benaoján desde que tiene «uso de razón», apostilla Tomás Bullón. Él, como ya hicieron tres generaciones atrás, compagina el trabajo en el campo con la protección y divulgación de la gruta descubierta por su bisabuelo José Bullón al ir a buscar guano para el cultivo en 1905. Y la quinta generación, su hijo, se acaba de incorporar a las tareas de guía por los 150.000 años de historia que atesora La Pileta.
La familia Bullón custodia la cueva desde hace más de un siglo, cumpliendo la promesa que José Bullón le hizo al abate Henri Breuil, toda una autoridad en las culturas prehistóricas, que organizó una expedición a La Pileta en 1912. Fue entonces cuando el mundo científico conoció su existencia y cuando el agricultor tomó conciencia del valor de lo que había hallado en esas tierras.
Por eso, la familia se atrincheró en la gruta para evitar que soldados republicanos la convirtieran en un polvorín durante la guerra civil. «Un tío abuelo mío cogió una pulmonía de dormir allí con tanta humedad, y murió», recuerda. Por eso, trabajaron día y noche durante 30 años para terminar con sus manos las escaleras que dan acceso a la cavidad. Y por eso pelearon en los tribunales cuando la Junta de Andalucía inició en 1993 un expediente de expropiación alegando cuestiones de protección. «Algo que no tenía lógica ninguna, la comunidad científica internacional ha reconocido que La Pileta era un ejemplo de conservación», sentencia. De hecho, siempre se les ha tachado de ser muy «celosos» con la cueva, restringiendo la entrada a un número limitado de personas (no más de 120 al día). «Si no hubiéramos sido así, aquí no habría quedado nada», señala Tomás. Desde hace un tiempo, solo se puede acceder con reserva previa.
Aquel proceso de expropiación se frenó, pero el contencioso con la Junta de Andalucía continúa abierto. No obstante, en los últimos años la relación entre la familia y la Administración se ha destensado. Los Bullón siguen ejerciendo su labor como guías y custodios del lugar (Monumento Histórico Nacional y Bien de Interés Cultural) y la Junta ha autorizado sin trabas la investigación que lidera el profesor del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, Miguel Cortés. «Está todo muy tranquilo», confirma el bisnieto del descubridor de Pileta. Pero Tomás Bullón recuerda que se trata de un Bien de Interés Cultural y que nunca han recibido ayudas de ninguna administración pública para su mantenimiento. «La explanada que sirve de aparcamiento, por ejemplo, lleva más de quince años sin ninguna reparación, está llena de socavones y de baches», lamenta.
La Pileta será junto con la cercana Cueva del Gato protagonista de un Centro de Interpretación de la Prehistoria que se abrirá en la Estación de Benaoján, un proyecto impulsado por su Ayuntamiento con la colaboración de la Diputación de Málaga. La propuesta original plantea recrear las condiciones de temperatura y de iluminación de ambas cavidades, y reproducir pinturas rupestres de La Pileta poco accesibles. La gruta sale al exterior.
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