SR. GARCÍA

Cuadernos de viajes

CRUCE DE VÍAS ·

Ojeo las páginas igual que si pertenecieran a un antiguo cuaderno que otro viajero escribió

Sábado, 16 de enero 2021, 00:08

Últimamente me consuelo leyendo los cuadernos de viajes que he ido escribiendo a lo largo de los años. Ayer ojeando el primer viaje que hice ... a la India comprobé que el 26 de noviembre de 1994 atravesé la puerta del Hotel Taj Mahal Palace de Bombay, anduve flotando sobre la alfombra hasta llegar a la cafería, tomé asiento y pedí un té. Justo ese mismo día pero catorce años después se produjeron los atentados en la ciudad de Bombay y ese hotel fue uno de los lugares elegidos por los terroristas para provocar la masacre. Imagino a alguien que ese día de noviembre de 2008 visitase la cafetería del hotel por mera curiosidad igual que hice yo unos años antes. La terrible fatalidad iba a impedirle volver a la tranquila habitación que ocupaba en un modesto alojamiento del centro de la ciudad.

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A veces el azar juega malas pasadas. Este fin de semana me llamó de noche al móvil un amigo que circulaba por la autopista de Madrid a Guadalajara y quedó atrapado en la nieve. Yo estaba confortablemente en casa mientras él se hallaba aislado en mitad de una inmensa pista de hielo. El domingo por la mañana lo llamé nada más despertarme y continuaba inmóvil en el mismo sitio. Desde el invierno pasado tengo la sensación de estar viviendo una película que recoge los momentos más espectaculares del cine de catástrofes.

Después de ver el dibujo que hice de la Puerta de la India, al lado del Hotel Taj Mahal de Bombay, me puse a ojear el cuaderno del viaje a Nepal. Al mes de regresar de Katmandú se produjo el terremoto de 2015. Los monumentos que tanto me habían impresionado quedaron destruidos. Igual que la sonrisa balinesa también se rompió con el tsunami que devastó Indonesia en 2004. Los lugares más fascinantes del mundo han ido sufriendo calamidades, como si el planeta se fuera borrando del mapa poco a poco hasta retornar a la nada. Ayer se produjo otro terremoto en la isla Célebes, al lado de Borneo. ¿Quién tiene la culpa de tantas desgracias? Quizá la sabia naturaleza se está quejando del daño que le causamos.

Miro los dibujos de los cuadernos de viaje como si fueran retratos de un mundo perdido. El tiempo que pasa tan veloz, de pronto se hace largo e interminable, igual que si viviéramos encerrados en la ciudad desnuda. No hay distancias, las fronteras se vuelven cada vez más estrechas y los supervivientes contamos los días esperando que acabe esta tremenda pesadilla. Ojeo las páginas igual que si pertenecieran a un antiguo cuaderno que otro viajero escribió. Me olvido del pasado y lo único fantástico que permanece en la memoria son las historias de Julio Verne, Kipling, Livingstone, cuando el universo era un espacio misterioso, un viaje interminable, una aventura prodigiosa.

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