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El origen de esta historia está en un suceso que conmocionó a la ciudad la noche del 20 de marzo de 1869. 'El Avisador Malagueño' ... lo relataba al día siguiente con una asombrosa plasticidad: «A la una de la madrugada de la de ayer, las campanas y los pitos de serenos y guardas hicieron la señal de fuego, el que se había declarado en el teatro de la Libertad. Por eficaces que fueron los medios propuestos para cortar el incendio, todo fue inútil, pues el siniestro se había extendido con la velocidad del relámpago a todas las partes y todos los puntos del edificio, ardiendo todo a la vez, y presentando un aterrador espectáculo aquel volcán que iluminaba claramente toda la ciudad. El hundimiento de la techumbre ahogó, si así puede decirse, el gran bracero formado por palcos, butacas, decoraciones y cuanto mobiliario contenía el edificio: es positivo que durante muchos días existirá el fuego bajo los escombros, hasta la completa carbonización de los restos allí sepultados».
Por la mañana solo quedaban algunos pilares y contrafuertes de un teatro que inauguró la Reina Isabel II en 1862 y al que todos seguían llamando por su antiguo nombre, Príncipe Alfonso (modificado tras la caída de la monarquía). Según las crónicas de la época, esa noche se había representado el drama sacro 'La Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo', «en cuyo final o apoteosis hay costumbre de quemar bengalas». «Se supone que restos de alguna de ellas prendería fuego en el escenario, lugar por donde comenzó el incendio», se lee en los 'Anales del Teatro Cervantes', escrito por Baldomero Fernández Serrano en 1903.
Pero la tragedia –que no se cobró ninguna víctima humana– dio paso a un inédito gesto de solidaridad: muchas «personas acaudaladas y a la par amantes de la literatura y el arte escénico» se asociaron para levantar una nueva sala de espectáculos con una rapidez inaudita. Apenas un mes después del incendio, se puso en marcha el proyecto del nuevo teatro que aún hoy sigue en pie. El Cervantes, el principal coliseo de Málaga desde entonces, empezaba a escribir su historia.
Un total de 137 accionistas constituyeron la sociedad para la construcción del teatro. Antonio Campos Garín, Wenceslao Enríquez, Manuel Romero de la Bandera y Adolfo Príes, con Pedro Beltrán como contador, componían la primera junta. Se sabe además que, entre ese centenar de ciudadanos potentados, había una rama de los Picasso, en concreto la familia de Norberto Pedro y Manuel de los Santos Ruiz Picasso, primos segundos del pintor. El valor de una acción se fijó en 3.500 pesetas, que equivalían a una butaca en propiedad.
La dirección de las obras se encargó al arquitecto Gerónimo Cuervo, que ya gozaba de una gran reputación en la ciudad.Escritos de su tiempo resaltan la solidez de la construcción, que quedó demostrada tras los «grandes terremotos» de fin de 1884 y principios de 1885. Su «fábrica no sufrió ni el más mínimo desperfecto» y «hallándose el teatro completamente ocupado, cual lo estaba por ser día primero de Pascua de Navidad», pudo desalojarse en «brevísimo espacio de tiempo, sin que ocurra desgracia o accidente alguno» ('Anales del Teatro Cervantes').
Gerónimo Cuervo subió al escenario a recibir los aplausos del público el 17 de diciembre de 1870, cuando el flamante nuevo teatro levantaba el telón con la ópera 'Guillermo Tell', de Rossini. «La concurrencia era numerosísima y el magnífico edificio presentaba un buen golpe de vista por sus bellos adornos y sus bellas proporciones», se leía en 'El Avisador Malagueño'. Junto al arquitecto, estaba el otro responsable de que eso fuera así:el pintor Bernardo Ferrándiz.
«Cuarenta mil reales vellón en efectivo y una butaca en perpetuidad» fue el pago a su trabajo: el bello telón de boca del escenario y el impresionante techo, prácticamente los dos únicos elementos decorativos del XIX que sobreviven hoy en el Cervantes. El tema elegido para esta última obra no fue al azar, los empresarios que habían invertido querían ver reflejados sus oficios. Por eso, en el contrato firmado por las partes figura expresamente que el lienzo debía ser «una alegoría de Málaga con su puerto, estación del ferrocarril, y la agricultura, industria y comercio».
Resulta curioso que con las mismas dimensiones que tiene hoy, el aforo de entonces duplicaba el actual ya que no existían leyes que obligaran a mantener una determinada distancia entre butacas y en pasillos por cuestiones de seguridad. Es más, si en una noche de lleno cabían «cómodamente» entre 2.300 y 2.400 personas –frente a las 1.100 de ahora–, «con ocasión de determinados acontecimientos teatrales ha sido mayor aún el número de los que han ocupado el teatro, sin molestias ni protestas por parte de ningún espectador» ('Anales del Teatro Cervantes'. 1903).
En los años sucesivos, la propiedad del teatro sufriría diversos cambios. Un vistazo a la junta directiva de 1981 revela alguno de los más ilustres apellidos de la ciudad: Carlos Larios y Martínez (Marqués de Guadiaro), Francisco Crooke Loring, José Álvarez Net, Enrique Grana, Francisco Cárcer Téllez y Enrique Ramos Marín (ambos dan nombre hoy a calles que circundan el teatro). 75 euros al día costaba el arrendamiento de la sala, una cantidad «harto pequeña en comparación con la que se exige en otros teatros». Y si el 10% de los accionistas consideraba de mal gusto algún espectáculo, este no se hacía.
Desde su inauguración, el Cervantes pasó a ser el primer escenario de la ciudad, el que pisaban las grandes estrellas del momento. Lo que sucedía allí ha llegado hasta hoy por algunos programas de mano centenarios que se conservan y por unas carpetas que aparecieron de forma casual a principios de los 90 en un bajo de la calle Madre de Dios. Allí, en lo que resultó ser la oficina del administrador del teatro Enrique Robles, estaba todo lo que concernía al funcionamiento diario del teatro en la primera mitad del siglo XX. Hay hojas de taquilla de nombres tan famosos en su tiempo como Margarita Xirgu, Joséphine Baker o la compañía de zarzuelas de Moreno Torroba; un recibí de 200 pesetas firmado por la Argentinita por los gastos del viaje y pagos al Real Cuerpo de Bomberos donde se tacha la palabra 'real' en plena Segunda República.
Poco a poco el cine se fue colando en la sala, primero el mudo, después el sonoro, hasta acaparar buena parte de la programación del Cervantes en los años 50. Los espectáculos teatrales se convirtieron en algo puntual hasta su cierre 1981. De hecho, lo último que se vio desde sus butacas fue la película 'El lago azul'.
Abandonado, deteriorado y 'okupado', la noticia de su demolición fue el acicate para su segundo renacer. El Ayuntamiento, con el alcalde Pedro Aparicio al frente, salió al rescate del histórico edificio y se hizo con la propiedad en 1984. Tras una cuidada restauración que incluyó la incorporación de inmuebles colindantes para dar cabida a las grandes producciones, el 6 de abril de 1987 la Reina Sofía saludaba al público desde el palco vestida de «azul Cervantes», el nuevo color de sus butacas y cortinas frente al clásico rojo. El mismo tono que hoy mantiene y con el que celebra que las artes escénicas de Málaga resurgieron de sus cenizas hace 150 años.
2020 no pasará inadvertido en los anales del Teatro Cervantes. El coliseo malagueño celebra su 150 cumpleaños con un programa de actividades especiales que se extenderán a lo largo de todo el año y que contará con fechas singulares marcadas en rojo en el calendario. Una destaca sobre las demás: el 29 de junio de 2020, día en el que se celebrará por primera vez en Málaga la gala de los Premios Max.
Las artes escénicas españolas eligen el Cervantes para su fiesta anual atraídas por el aliciente de un doble aniversario: los 150 años del coliseo coinciden con los 120 años de la Sociedad General de Autores. «Es bonito hermanarse para recordar el momento en el que la gente de la lírica decidió unirse para defender sus derechos», dijo Pilar Jurado, la presidenta de la SGAE, cuando anunció la decisión de celebrar la entrega de premios en el Cervantes. El teatro se engalanará para la ocasión, que promete estar «repleta de gestos hacia la ciudad y sus artistas».
Será la guinda a una agenda que contará con conciertos extraordinarios, eventos especiales, una exposición con material histórico del teatro y una publicación relacionada con el aniversario. El escenario detallará todas sus propuestas en una rueda de prensa y desvelará en breve las citas del segundo semestre de la temporada. De momento, de lo que se sabe, resalta el regreso de Carlos Álvarez a sus tablas, cumpliendo el compromiso que este año adquirió con el teatro: «Hagáis lo que hagáis, yo voy a estar con vosotros», declaró en la presentación de 'Otello', su reencuentro con el Cervantes doce años después. En 2020 lo visitará de nuevo con 'La favorita' (4, 6 y 8 de marzo).
El Cervantes, bajo la dirección de Juan Antonio Vigar, llega a sus 150 años en plena forma y, con sus 1.100 butacas de aforo, se mantiene como el principal teatro de la ciudad abierto a todo tipo de disciplinas y públicos. Y que cumpla muchos más.
Y aquí puedes ver la noticia del 'El Avisador Malagueño' sobre el incendio
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