El arte de transformar la madera en música
Chico Chacón mantiene vivo en la Escuela Taller Luthería de Málaga el centenario oficio que aprendió de su padre. «Es un modo de vida», asegura
teresa R. del Sol
Domingo, 17 de julio 2022
La música clásica preside el espacio de la Escuela Taller Luthería interrumpida por el ritmo de los golpes y el frote de la sierra en ... la madera. Cruzar su puerta en la calle Moraima significa dejar atrás el ruido de los coches y el ajetreo cotidiano para sumergirse en la melodía, el olor a serrín y barniz regresando a las profundidades de la música. En este modesto taller, aficionados y músicos de distintos lugares de España y del mundo vienen para aprender y construir su propio instrumento de cuerda. Los aprendices continúan con el oficio como hicieron hace siglos los luthiers más reconocidos de la historia en la cuna del luteranismo, Cremona, como el destacado Antonio Stradivari.
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Quien abre siempre esa puerta con una sonrisa en la cara es el maestro Chico Chacón, segunda generación de luthiers en Málaga. «Papá fue el fundador, yo soy su sucesor. El taller se inauguró en los años ochenta y ya estaba trabajando con él», cuenta. En 2006 tomó las riendas de la escuela y desde entonces se levanta temprano cada mañana para ir desde su casa en el Rincón de la Victoria hasta el taller y que a las 9 esté todo preparado antes de que lleguen sus alumnos.
El amor por la madera y la lírica es una pasión heredada y bien aprendida. A los siete años viajó a Italia con su padre, en el colegio les enseñaban a tocar el violín, participaba en el coro de la iglesia o asistía a conciertos de música clásica. Siempre que los estudios le dejaban se acercaba al taller con su padre, allí pasaba muchas horas y se empapaba de cada trazo en la madera para aprender de él. «Yo quería estar solo con papá. El otro día recuperé unas fotos y me acuerdo de cada ángulo del taller. Estas fotos te traen olores y recuerdos muy bonitos», expresa Chicho Chacón, que recuerda una infancia feliz.
Acompañado a lo largo de su vida de madera y música decidió en 1992 dejar todo lo que estaba haciendo para dedicarse por completo y en «profundidad» a la luthería. «Me sentía muy a gusto aquí, me apasionaban las relaciones, el aprendizaje y transmitirlo, sin saberlo me estaba haciendo docente», explica. Para él la luthería es el arte de transformar la madera en música.
En la escuela no hay un hueco sin ocupar, las fotografías con su padre, de sus hijas, alumnos, diplomas o recortes de periódico adornan las paredes, a la vez que estanterías llenas de premios, otras con pintura y barnices para tratar la madera, violines o guitarras en proceso de construcción y un sinfin de herramientas. La música es una aliada en su día a día, «cuando el taller no tiene música se nota un vacío, me gustan mucho los cantautores, los músicos italianos, soy más bien romanticón», se sincera.
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En sus más de 30 años dando clase han pasado por el taller unos 300 alumnos de toda la geografía española
Del cuello de los alumnos cuelga un mandil verde botella con el símbolo del taller, un violín y las letras 'Casa Chacón' en un bordado dorado. De ellos, dice, son de quienes más aprende. En sus más de 30 años dando clase han pasado por el taller unos 300 alumnos. «Siempre estamos aprendiendo a ser maestros, yo de hecho digo que soy el alumno más aventajado de la escuela porque abro el taller por la mañana tempranito y en ese transcurso todos los alumnos aportan algo», expresa.
Ahora mismo tiene a su cargo a 20 alumnos de diferentes perfiles, desde niños de 9 años hasta personas más mayores o de distintas ciudades y países. De lunes a sábado dedica sus horas para enseñarles. «Ayer llegué a mi casa a las once y media fundido, pero es algo que te gusta y además necesario», confiesa. Hay aprendices de todo tipo, están quienes quieren construir su propio instrumento, otros buscan regalarlo a un familiar y algunos incluso lo hacen como terapia.
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Fuera de España
Chico Chacón se adapta sobre todo a los alumnos que son de fuera porque hay muchos que vienen de distintos puntos de España o de otros países y necesitan atención completa algunas semanas concretas. «La escuela de luthería malagueña es muy conocida en Europa porque estos últimos seis años he mandado ya más de 10 alumnos a especializarse a Cremona, Italia», cuenta. Para él empatizar es muy importante porque todos tienen la necesidad de aprender.
La mayor parte de su tiempo lo agota en la enseñanza así que dejó de lado la construcción, aunque la pandemia le devolvió esa parte de su oficio. «He nacido para ser docente aunque el gusanillo de la construcción está ahí y quiero continuar construyendo. A pesar de la pandemia yo he seguido con la formación. Con menos alumnos por las restricciones, pero ahora le estoy viendo de nuevo color a la escuela», cuenta Chico Chacón.
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Violines, violas, violonchelos, guitarras flamencas, españolas o de jazz salen cada año de sus instalaciones. Y su ilusión se mantiene intacta. «Mi trabajo me gusta. La luthería es un modo de vida muy bonito, soy muy afortunado. Estoy loco por abrir el taller cada mañana. El trato personal directo con el alumno es lo que a mí me hace sentir. Dar cariño y recibirlo a través de la enseñanza», admite con una sonrisa.
Familia de músicos
María Luisa Redondo fue una de sus alumnas, profesora de inglés ya jubilada, decidió construir un violín por primera vez para su hija Blanca Espada, que con cinco años empezó a aprender a frotar las cuerdas. Una vez a la semana Redondo solía dedicar tres horas y media hasta que en el segundo año consiguió finalizarlo. «El proceso lo hacemos todo nosotros, tenía que aprender a manejar herramientas como la sierra de cortar, de calar y tienes que tener mucho cuidado. Él te orienta en todo momento», explica.
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Hoy Blanca Espada tiene un grupo de música y allá donde va hace sonar el violín hecho por su madre. «Cuando lo terminó fui allí y lo estuve tocando. La verdad que sonaba muy bien, con mucho cuerpo y potencia, sonaba mucho mejor que el violín que yo tenía en ese momento. Para mí fue muy especial y me crea mucha emoción porque tuve momentos duros que lo quise dejar. Mi madre me apoyó para que no lo hiciera y le agradezco enormemente que estuviera ahí siempre», expresa la joven.
Familia de músicos, su padre Cristóbal Espada toca varios instrumentos también, ahora se ha atrevido a hacer una guitarra y acude varias veces a la semana al taller. Su guitarra es especial porque tiene poleo en la pierna derecha, lleva una prótesis por lo que la forma de los aros de la guitarra es diferente. «Han tenido que pensar ergonómicamente hacerlo. Están haciendo una guitarra única, no hay otra guitarra con esa forma concreta. Hace cuatro años empezó a tocarla en serio, compone además sus propias canciones, es poeta», cuenta con orgullo su hija.
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