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La ETS de Ingenierías Industriales de la UMA. NACHO CARMONA
Mitos y verdades de la Ingeniería como grado

Mitos y verdades de la Ingeniería como grado

Un ingeniero por la UMA y cuatro estudiantes de grado forman un retrato general de lo que supone hacer frente a carreras de este tipo

Nacho Carmona

Martes, 9 de mayo 2023, 10:04

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Son miles de alumnos los que eligen estudiar una de las tantas ramas existentes de Ingeniería cuando dan por acabado el Bachillerato y la Selectividad. Alrededor de ellas, mitos y verdades que corren de boca en boca, especialmente sobre la dificultad que supone hacerles frente. Estudiantes de distintos grados de Ingeniería de la UMA se han prestado a compartir su experiencia, sus expectativas y su visión acerca de ellas con el objetivo de representar, de forma argumentada y veraz, lo que realmente conlleva estudiar una carrera de este tipo. Con sus luces y sus sombras, sus mitos y sus verdades, sus inquietudes, sus objetivos y de la forma más personal posible: porque el caso de cada estudiante es único y diferente.

La realidad está completamente alejada de los tópicos: ni es solo para 'coquitos', ni exige renunciar a la vida para poder hacerles frente. Así lo expresan por unanimidad los cinco estudiantes que han hablado en Crónica Universitaria para dibujar un retrato realista de lo que son estos grados.

Andrea Cruces y Jorge Arce están en cuarto de Ingeniería Mecánica. En estos cuatro años les ha dado tiempo a sacar una serie de conclusiones más que representativas de lo que es estudiar una de ellas. Se muestran contentos de haberse decantado por este grado pese a que en el momento de elegir no lo tuvieran tan claro.

Cruces quería hacer Física. Como no entró, optó por Ingeniería Mecánica para convalidar y posteriormente entrar donde pensaba. La realidad acabó siendo otra: le acabó convenciendo lo que eligió como puente y acabó convirtiéndose en camino y meta: «En primero empecé a informarme sobre las salidas profesionales que tenía la carrera y eso me gustó. Ya en cuarto y después de haber visto casi todas las asignaturas puedo decir que me encanta lo que he elegido».

Jorge Arce, por su parte, dudó entre Arquitectura, Bellas Artes e Ingeniería Mecánica. Quería combinar su faceta artística con su afición por el motor y los coches. En este grado vio una mezcla perfecta y compatible entre ambas. Es, además, uno de los estudiantes que forman parte del 'MART Fórmula Student': la escudería Málaga Racing, el monoplaza de la UMA que compite contra los de otras universidades a nivel internacional. «Tuve la suerte de dar con el proyecto. Aquí, los futuros ingenieros podemos empezar a formarnos y proyectar nuestros conocimientos e ideas en el monoplaza. Desde el año pasado soy jefe de aerodinámica y es una forma de aplicar tus conocimientos a la vez que sigues aprendiendo y adquiriéndolos. Le recomendaría a todo el mundo que se buscara un proyecto paralelo a la carrera para no desmotivarse», cuenta.

Ambos coinciden en lo tedioso que resulta encontrar la rutina y el grado de organización adecuados para hacer frente a la carga de temario. En definitiva, dar con ese «automático» y hacerse a él. Ellos, no obstante, prefieren tomárselo con filosofía.

Silvia Carrasco y Lucía Gálvez encaran este año el cuarto curso de Ingeniería de la Salud. Las dos siguieron un patrón muy parecido a la hora de elegir titulación. Gálvez, en un principio, quería ser profesora de Matemáticas, ya fuese en el instituto o en la universidad; pero las vueltas de la vida le llevó a coquetear con la idea de ingresar aquí: «Nunca la había escuchado y había asignaturas que me parecieron muy chulas, que eran de lo que estaba estudiando yo en Bachillerato. Pensé que a lo mejor era lo que realmente me gustaba… y si no siempre tenía la opción de hacer las oposiciones a profesora. Lo hice pensando más en el corto plazo que en mi futuro trabajo. Y en esas sigo».

Silvia Carrasco también quiso combinar su pasión por las matemáticas con la rama sanitaria. Le interesa mucho, y sumado a la vorágine de desarrollo en la que está sumido el sector, su decisión estuvo bastante clara.

Estos cuatro estudiantes coinciden en muchísimos puntos. Para empezar, en el alto grado de complicación que tienen sus carreras. ¿Es posible sacarlas en cuatro años? Todos aseguran que sí; pero que a la vez es difícil e innecesario. Andrea, por su parte, afirma que con constancia, sacrificio y mentalidad, lo más normal es recoger el título en un lapso de cinco cursos.

Mitos y verdades

Como en todo en la vida, las cosas tienen dos caras: la positiva y la negativa. Y las ingenierías no van a ser una excepción. Sus inconvenientes no son un secreto para nadie: el alto grado de complicación del temario. Además, Andrea Cruces apunta a que se antoja fundamental ser bueno en el oficio, a la hora de desempeñarlo y al margen del aula, porque «en las carreras técnicas no caben los mediocres».

Pero también tiene sus cosas buenas y la lista es más larga que la anterior: todos, por unanimidad, afirman que la ventaja más evidente es que disfrutarán, en un futuro cercano, de un contexto de oportunidades muy ventajoso una vez lleguen al mercado laboral. Lo relatan como una simple operación de cálculo. «Si empiezan 140 y en cuarto solo quedamos 60, ¿la competencia se reduce, verdad?», ilustran con este símil.

Además, todos se muestran contentos y orgullosos de haber encontrado a su pequeña gran familia en sus Escuelas: Andrea Cruces y Jorge Arce en la de Ingenierías Industriales y Silvia Carrasco y Lucía Gálvez en la de Telecomunicaciones. «Compañerismo». Esa ha sido una de las palabras que más han repetido durante la entrevista. Sus amigos y su círculo de relaciones se han antojado fundamentales para no caer en la desmotivación y hacer frente a ese famoso factor mental tan necesario en sus tesituras. «Lo único es que a veces tienes que renunciar a planes por estudiar. Hay que ser constante y no puedes seguir siempre el ritmo de algunos amigos a los que sus carreras les dan un poco más de tiempo. Quizá sea lo que más me cueste. Lo bueno es que estamos todos juntos en esto y te apoyas mucho con los compañeros de clase», dice Andrea Cruces.

Las ingenierías también están rodeadas de mitos y de verdades que solo quién las experimenta sabe discriminar con total crédito. Igual que con Magisterio y su famoso «collar de macarrones», estos grados cargan con una mochila llena de afirmaciones de dudosa fiabilidad. Muchas de ellas no pueden estar más lejos de la realidad: ni solo hay chicos, ni es únicamente para 'cocos' y 'frikis', ni hay que renunciar a la vida para sacarlas. Cruces se apuntó otro tanto con el mito del famoso 'Triángulo de las ingenierías', desmintiendo su veracidad: «Cuando entras te hablan de ello. En cada vértice hay una cosa: dormir, estudiar y salir; y te dicen que solo puedes elegir uno. Eso es mentira. Se puede con todo. No hace falta ser un superdotado, al final es cuestión de echarle ganas».

«Lo de que solo hay niños con gafitas y mochilitas es una mentira enorme. Yo, personalmente, veo a todos los chicos y chicas de mi Facultad guapísimos y guapísimas. A todos nos encanta salir y pasárnoslo bien», cuenta.

Aún con todo y con eso, aseguran de forma conjunta que el choque con el Bachillerato es grande. El salto es abismal. Los que sacaban «notazas» en el instituto tuvieron que pasar por un proceso de adaptación y aceptación a su nueva situación: había que acostumbrarse a que el nivel de dificultad y los resultados habían cambiado pese a que la exigencia (o la autoexigencia) fuese la misma. Por el otro lado, están contentos. Bastante. Sienten que se aprende mucho. Reciben esa sensación de progreso y conocimiento al tener asignaturas enlazadas con otras en contenido y forma. Como conclusiones, mucho compañerismo y un factor mental que se antoja más importante que cualquier otro para estos cuatro 'casi' ingenieros a los que solo les queda el 'sprint' final.

A ojos de un graduado

Rafa Calderón recogió su título en 2020. Forma parte de ese selecto grupo que consiguió graduarse en solo cuatro años, cosa que para él no resulta para nada misión imposible. Eso sí, «el grado de complicación es alto por el tiempo que requiere llegar a comprender bien el temario», dice coincidiendo con los otros cuatro aspirantes.

«Mi experiencia con el grado ha sido globalmente positiva. Los tres primeros años son bastantes duros mentalmente porque es muy difícil encontrar motivación en las asignaturas que cursas», dice sobre el primer tramo del grado. «Cuando llegas al último año y ves de lo que eres capaz de hacer con lo que has aprendido, merece la pena», concluye sobre la recta final de su experiencia en Robótica.

Después vino el Máster. Lo hizo especializándose en 'Intelligent Avionics'. Muestra un interés especial por la inteligencia artificial y en seguir aprendiendo alrededor de todo lo que rodea al oficio. Lo cierto es que a Rafa Calderón no le ha faltado trabajo. El desarrollo del sector, la demanda de profesionales y sus capacidades y cualidades tienen como resultado una situación laboral más que atractiva.

Este ha sido el retrato general dibujado por estos cinco jóvenes sobre las ingenierías y todo lo que suena a su lado. Si la pregunta es si son misión imposible, la respuesta es que no. Cuestión de ganas, constancia y mucha mentalidad. Palabra de ingeniero.

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