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El lametón como acto transformador de la materia

El lametón como acto transformador de la materia

El artista Eduardo Rodríguez, antiguo alumno de la Universidad de Málaga, presenta su cuarta exposición individual en la sala de la Facultad de Bellas Artes

TERESA R. DEL SOL

Martes, 17 de mayo 2022, 00:01

El agua, elemento que da vida y la mantiene, es capaz de colarse por la grieta más pequeña, pero también de transformar la materia más sólida como es la roca, a base del goteo continuo o con su paso suave sobre ella. Lo mismo ocurre con la saliva y un bloque de sal, el movimiento repetitivo de la lengua del animal moldea la piedra hasta hacerla desaparecer. El artista cordobés y antiguo alumno de la Universidad de Málaga Eduardo Rodríguez (Almedinilla, 1996) presenta su cuarta exposición individual, 'La lengua es una tangente', en la Sala de Exposiciones de la Facultad de Bellas Artes. La muestra, comisariada por el profesor y artista Eugenio Rivas, estará disponible hasta el 3 de junio.

Diferentes elementos conforman la sala donde convive la escultura, el audiovisual o la propia iluminación del espacio que crean un conjunto donde el visitante asiste a una quietud interrumpida. Aquí, la piedra funciona como eje principal del proyecto, el bloque de sal aparentemente inalterable es transformable por la saliva del animal, por la «lengua tangente». Estas piedras salinas son usadas para suplir las carencias de sales minerales del ganado.

La idea del proyecto surge durante la pandemia cuando pudo parar y entonces empezó a leer 'Hacia una arquitectura menor', de Jill Stoner, donde reflexiona sobre las arquitecturas mayores y menores. «Las arquitecturas mayores entendidas como un espacio de quietud no solamente físico o de enormidad física si no de quietud conceptual donde no hay cabida a cosas alternativas que puedan ocurrir. En contraposición están las arquitecturas menores, que son como esas tangentes, que es oblicua, atraviesa y es capaz de poner en revolución esa quietud conceptual de un espacio», explica Rodríguez. El artista lo ejemplifica con los agujeros del techo en el Congreso de los Diputados provocados por los disparos de Tejero que rompen esa quietud y armonía.

Atender a los detalles

Eduardo Rodríguez siempre trabaja con acciones mínimas atendiendo a los detalles, en este caso el lametón de la lengua, la tangente, que es capaz bajo el gesto mínimo de lamer y deshacer una piedra hasta hacerla desaparecer. Los bloques de sal que se colocan frente a las paredes simulan un nuevo suelo al que elevarse para observar las piezas. Cada monolito está acompañado de una pequeña rampa que invita a mirar desde una perspectiva más cómoda. «Las imágenes son tan pequeñas porque hay que posicionarse en ese ítem para ver la pieza bien», cuenta el artista.

En el centro de la sala se sitúa la gran estructura circular de un verde intenso y que está diseñada para sentarte en ella y ver cada pieza de la obra: una recreación de un comedero de animales. «A mí me interesaba revertir el gesto de comer hacia dentro donde se encuentra el alimento, por eso coloqué unos apliques de una silla y así el visitante pueda sentarse alrededor a observar el propio espacio todo el rato y que la lengua, esa tangente, mire hacia fuera», explica Rodríguez.

Desafiar la existencia

Fotografías a tamaño de diez por diez donde se capta, en la primera, el pellizco de la mano de una persona a una lengua, una lengua que deshace la sal del monolito. Un carrusel de imágenes de saleros tomados de la web del MET de Nueva York continúa por la siguiente pared. Saleros de escayola creados por el artista y marcados por el pellizco del acto de coger la sal o lametones casi imperceptibles en la pared que se aprecian con el leve reflejo de la luz forman el conjunto de la obra.

En una de las proyecciones audiovisuales se puede observar a una joven comiendo un bocadillo con el sonido del río de fondo, «la persona del vídeo es mi hermana y se encuentra en el punto medio en el que el río es salado y de agua dulce. Lo único que se le ve es el movimiento de la parte de la cerviz», expresa Rodríguez.

Los bloques de sal usados para el ganado y modificados por los lametones son el eje principal de la obra

El artista juega con una continua hibridación entre el mundo animal y el mundo humano desafiando la existencia del material duro con la del elemento aparentemente blando, el agua o la saliva, en un gesto mínimo del lametón del animal donde la sal se encuentra continuamente representada.

En la génesis de esta obra surgieron varias ideas, una primera parte del proyecto que inauguró en Córdoba anteriormente. «Tiene mucha relación con esto, solo que en vez del cuerpo deshace la piedra, el cuerpo fabrica la piedra», cuenta el artista. Su interés por el arte comenzó con la pintura pero pronto descubrió las tres dimensiones, la escultura, la instalación y como puede trabajar en el propio espacio.

El próximo proyecto es en su pueblo, Almedinillas, para poner en fusión el patrimonio del pueblo con el arte contemporáneo.

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