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EVA SÁNCHEZ NAVARRO

Una exposición para mirar de cerca y apreciar lo que esconde

Juanma Cabrera presenta la segunda muestra de su carrera en la Facultad de Bellas Artes, donde ha presentado una visión con un tono mágico de su infancia

EVA SÁNCHEZ NAVARRO

Martes, 9 de marzo 2021, 00:03

Una combinación entre la realidad y los sueños, sentimientos y emociones en un tono monocromático es lo que se ve al adentrarse en la Sala de exposiciones de la Facultad de Bellas Artes que ha sido invadida por las pinturas de un artista que inauguró el pasado jueves su segunda exposición, Juanma Cabrera.

El artista ha estado acompañado e inspirado por Rafael Alberti y un pasado común en Rute, un pueblo de Córdoba, donde Cabrera pasó una infancia con una atmósfera seca y asfixiante y en ese ambiente Alberti basó 'La arboleda perdida', obra que ha inspirado al artista tanto a la hora de elaborar las pinturas, como a la de darle un título, 'Y ya una ventana al viento'.

Pero la obra requiere más atención, mirar más de cerca para apreciar todo lo que esconde. Esa mirada más cercana y más atenta muestra una versión del paisaje en el que se mezclan los objetos cotidianos con la naturaleza y la vegetación. Esa combinación entre bancos y distintos tonos de negros muestra un sinfín de matices más, el ruido de la vida se funde con el silencio de la naturaleza y de los bosques, hace que eso que debería ser estático se transforme en movimiento, y así, ambas cosas se convierten en una. «Hay elementos que se reconocen y otros que no. Hay una pulsión de vida, pero también hay una pulsión de muerte, y eso, esa tensión, es lo que más fuerza le da a la propuesta», afirma el comisario y profesor Javier Garcerá.

Juanma Cabrera: «Viene de mi entorno más personal, de mi pueblo y de mi infancia»

Poco a poco toda esa energía te va acogiendo, absorbiendo hasta que te pierdes en ella. Pero en ese momento, te encuentras a ti mismo, abandonas el lugar para entrar en el paisaje que, de alguna forma, intenta expulsarte. A pesar de ello te hipnotiza, hace que puedas ver algo nuevo cada vez que miras más de cerca, más atentamente. Para acabar encontrándote de nuevo viendo tus propios paisajes, tus propios recuerdos, tus propias estampas cotidianas mezcladas con ese punto de vista mágico, incluso enfermizo.

Ese ambiente cálido, tenebroso pero acogedor, despierta un sinfín de sensaciones debido a la combinación entre lo móvil y lo estático. Cada obra muestra movimiento constante, energía desbocada que queda paralizada en los bordes del papel y se desdibujan en los amplios espacios en blanco de la pared, grandes espacios que se mantienen en quietud mientras el resto está en constante movimiento.

La obra no persigue una narración fija, cada cuadro toma una vida propia que le da su espectador. «La obra transmite un modo intenso de ver estos espacios que cobran vida por el tratamiento material del gesto, por su reducción cromática a lo aromático. Fomenta la disolución del espacio vivido, de la forma en la que nosotros lo conocemos para inducirnos a una visión más fantasmagórica», resaltó el comisario.

Proceso creativo

A pesar de su juventud, Juanma Cabrera muestra en la exposición una excelente técnica que ha ido evolucionando con su obra hasta hacerse suya.

«Juanma es una persona que despunta por su facilidad para las cuestiones plásticas. Pero el punto de partida para desarrollar el proyecto fue su investigación sobre la pintura de género, principalmente, la pintura barroca y el arte contemporáneo», indicó Garcerá. Tras ese análisis y ese acercamiento con esta parte conceptual del trabajo ha evolucionado hacia un mundo subjetivo, su mundo subjetivo.

Las obras que se presentan muestran un excelente trabajo realizado con carbón y pigmentos sobre el papel. «Es un desarrollo del proceso de bocetado que ha ido tomando dimensión y evolucionando para convertirse en la pieza principal. Hay un momento en el que ya no cubres el boceto con pintura, sino que te quedas en la misma materia que usas para eso», explicó Juanma Cabrera.

El origen de la obra está en la grisalla de los cuadros clásicos de la pintura de género de interiores que se han disuelto con el carboncillo. «A partir de la teoría de la pintura de género he ido alterando, combinando y creando estos espacios oscuros. Son lo que yo querría ver, que es en lo que quiero desarrollarme», apuntó Cabrera. En definitiva, es una recuperación de la grisalla mediante un trabajo que abarca múltiples tonos de negros y grises, son obras oscuras y luminosas al mismo tiempo.

«Aparecen muchos trastos en interiores, unas mesas con platos tirados y la vegetación que se incrusta. Viene de mi entorno más personal, de mi pueblo y de mi infancia», siguió el artista. Esta combinación de imágenes con interiores que se nublan con la vegetación son una visión de la infancia oscura y trágica, no tiene una lectura lógica, pero aún así se aprecia algo en cada una de las líneas.

Esas obras estarán acompañadas por dos textos, una monografía del propio autor donde explica cómo ha creado la obra y que es lo que significa para él. Pero también habla el artista y profesor de la Facultad de Bellas Artes Pedro Morales Elipe, el cual hace una profunda reflexión sobre la historia de la pintura, los pigmentos y como ha evolucionado el arte a lo largo de los años para finalizar hablando de la obra de Cabrera. «Los cuadros tienen algo de pintura de historia, pero sin llegar a serlo porque, en su caso, afortunadamente, han perdido esa dureza con olor a hueso roído, a hollín y azufre», apuntó Morales.

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