Operación Malagueta: así se convierte la playa en una zona de conflicto con rehenes
La Armada simula el rescate de cooperantes en una exhibición en la que intervienen infantería, aviación y dos buques de guerra, ante un público numeroso
Son las 11.00 horas en La Malagueta. El termómetro marca calor sofocante y sopla viento. Hay mar picada. Antonio, traje de camuflaje y botas pesadas, lleva también un casco y un pasamontañas color caqui. El rostro está tapado. Incluso dejar la nariz al descubierto sería una imprudencia. Al final, hay muchas cámaras que están grabando la escena y se le podría identificar con un reconocimiento biométrico.
Antonio, claro, es un nombre ficticio. Pertenece al cuerpo de infantería de marina. Quizá, el cuerpo más duro y preparado dentro del Ejército. Mitos y leyendas acompañan su existencia. A ello contribuye que las operaciones que realizan y la identidad de sus miembros están bajo secreto estricto. Entre otras cosas, para protegerles a ellos y a sus familias de posibles actos de venganza.
«Para nosotros, esto es como el entrenamiento para el deportista. Aunque la palabra que utilizamos no es entrenar, es adiestrar», se explica a SUR. Cuando el militar habla de «esto», se refiere al ejercicio que se ha realizado este martes en la playa de La Malagueta y que ha contado con la participación de dos buques de guerra, el 'Juan Carlos I' y el 'Galicia'. Además de helicópteros y dos caza Harrier. El escenario planteado: unos cooperantes españoles han sido tomados como rehenes en una zona de conflicto y necesitan ser rescatados.
Lo que sucede en la realidad, al margen del ojo público, se ha podido contemplar hoy en vivo y en directo. El comienzo del ejercicio estaba previsto para las 11.00 horas. Mucho antes, la playa ya estaba llena de curiosos con ganas de vivir una nueva experiencia.
Describir la situación es hablar de una estampa inédita. La presencia del 'Juan Carlos I' y el 'Galicia' en la bahía de Málaga rompía el horizonte. Sobre todo el primero es un gigante flotante que, incluso estando lejos, se percibe enorme. Dos cazas Harrier descansaban sobre la cubierta. Otros dos cortaban el cielo de la capital y hacían apariciones puntuales. Primero es un ligero zumbido y de pronto se convierte en un ruido atronador que permanece unos segundos en el tímpano.
En la playa, un grupo de la Infantería de Marina permanece a la espera de que lleguen refuerzos desde el mar. Cascos de combate, mochilas pesadas, rifles de asalto y gafas especiales. Todo aquello que uno se lleva a una operación especial. La altura media es de metro ochenta para arriba. El sol pega de frente. El sol pega de frente y dibuja sombras en la arena. Bien podrían pasar por figuras de deportistas de combate.
Rescatar rehenes tanto dentro como fuera de España es uno de los muchos encargos que tiene la Armada. Afganistán, los Balcanes, Oriente Medio… las tropas españoles tienen capacidad para intervenir en cualquier lugar del mundo. Para mantenerla, necesitan simulaciones en las que todo se recrea hasta el máximo detalle.
Hay un puesto de mando. La coordinación de varios elementos al mismo tiempo impresiona al ojo profano. De repente, dos helicópteros peinan el cielo y comienza un descenso en picado. Cuando los patines están a punto de rozar el agua, los pilotos remontan un vuelo. Buzos de combate caen desde arriba. Al mismo tiempo, dos lanchas de desembarco se aproximan a la orilla. Más marines y dos vehículos tipo 'humvee' están preparados para dar el salto.
Cuando todos los elementos confluyen, se prepara el asalto a los terroristas. En este caso, interpretados por otros miembros de la Armada. Estos juegos de rol son básicos en adiestramientos de este tipo. Como una orquesta bien engrasada, cada movimiento se ejecuta con precisión. No hay vacilaciones ni dudas. En una situación real, el precio a pagar sería demasiado alto. La frustración también forma parte de un cuerpo de élite del Ejército: uno sabe de lo que es capaz, pero cuándo aplicarlo, eso lo decide la política.
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Hay muchos 'secretos de empresa' en la Armada. Pero en días como hoy, se busca el contacto con el ciudadano. Nada es baladí. El montaje incluye altavoces y un 'speaker' que comenta cada paso del ejercicio. De fondo, suena 'Highway to the Danger Zone' de Kenny Loggins. Ninguna banda sonora habrá hecho tanto para subir los alistamientos como la que subraya a Tom Cruise interpretando al intrépido Maverick en 'Top Gun'.
No sería extraño que entre el público haya un joven que esta tarde se esté planteado su futuro laboral en cliché de Armada. Exhibiciones como las de este martes, no es descubrir nada nuevo, también buscan crear cantera.
El ejercicio dura 35 minutos. Los rehenes se liberan. El público aplaude. En los simulacros siempre ganan los «buenos». Para que también sea así en una situación real, se necesitan días como este martes.
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