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SANTIAGO GOMEZ
Martes, 3 de noviembre 2020, 00:13
Los 'ursus spelaus' siguen siendo noticia a día de hoy gracias al doctor por la UMA Alejandro Pérez Ramos. El licenciado en biología por la Universidad de Valencia ha podido determinar el porqué estos animales desaparecieron. Esto ha sido posible gracias al empleo de nuevas técnicas de estudio basadas en el uso de plantillas 3D y animaciones. La clave está en el volumen de los senos craneales y en la casualidad en la elección del objeto de estudio.
El oso cavernario fue un animal que vivió durante el Pleistoceno tardío por toda Europa y parte de Eurasia, lugares que habitaron hasta hace 18.000 años. Esta especie siempre ha levantado pasiones por saber por qué desaparecieron, además de que la mayoría de los restos que se han encontrado han sido dentro de cuevas.
El doctor Alejandro Pérez Ramos ha roto con todas las hipótesis que predicaban que la extinción de la especie fue debido a la aparición de los primeros humanos. Él sustenta que los osos de las cavernas desaparecieron por una adaptación extrema que desembocó en periodos de hibernación cada vez más largos.
«La época del pleistoceno tardío fue muy dada a cambios drásticos en la climatología, por lo que solo sobrevivieron los animales que se adaptaron», afirma Pérez Ramos. Este es un dato importante para conocer porqué el 'ursus spelaeus' estuvo en constante evolución.
Debido a la climatología, explica el biólogo, «la productividad de comida neta fue disminuyendo por lo que los osos tuvieron que habituar su dieta a una menor ingesta, y de los pocos alimentos que encontraban, la mayoría eran de origen vegetal». Esto supone una disminución del aporte calórico respecto a lo que puede ser un menú omnívoro. En la etapa final de la época, había incluso menos recursos, por lo que estos animales tuvieron que evolucionar para maximizar el sustento de nutrientes para mantenerse vivos.
«Por último, los osos hibernaban, se despertaban, comían lo poco que hubiese alrededor de la cueva y volvían a dormir hasta que el metabolismo gastase esas reservas», narra el biólogo sobre el estilo de vida de los últimos ejemplares de la especie.
Métodos innovadores
Las investigaciones, realizadas con modelos 3D y animaciones, muestran pruebas de lo explicado «gracias al estudio que se ha hecho de la biomecánica con los modelos que tenemos, podemos determinar que el tipo de mordida del oso es el propio de un ser herbívoro», afirma Pérez Ramos.
«Hemos realizado varias simulaciones de distintos tipos de forma de mordedura para determinar cuál era la más probable y por la complexión ósea y muscular hemos visto que no era viable centrar la mordida en otro grupo dental que no fuesen los molares, debido a la mala distribución de cargas y el consecuente daño estructural en los huesos», aclara el investigador valenciano.
La clave para entender la gran capacidad de adaptación de estos animales reside en la diferencia entre el oso negro y el oso pardo. Estos dos especímenes no difieren tanto del oso de las cavernas. «Estudiando el metabolismo y las diferencias entre estos coetáneos, vemos que los senos del oso americano son más grandes que el del pardo», introduce el experto. «Al indagar descubrimos que un mayor seno se traduce en una eficacia calórica y un metabolismo basal más productiva», sigue el científico.
Este mayor volumen en los senos tiene un doble beneficio como bien indica Pérez Ramos: «por un lado lo que ya hemos explicado que maximiza las calorías ingeridas, y, por otro lado, si el oso tiene esa ventaja de aguantar más comiendo menos, eso se traduce en que los demás animales durarán menos y serán presa fácil».
Tras conocer esta función de los senos, Pérez Ramos aplicó la teoría al susodicho 'ursus spelaeus'. Sabiendo lo que significa este volumen del seno, se puede determinar que fue una adaptación necesaria por el entorno en el que vivían. «Esta solución aparentemente buena, con cualquier pequeña variación que afecte a los recursos, pone en peligro el sustento del animal y en el momento en el que hay un déficit calórico mueren por inanición, normalmente dentro de las cuevas», señala el biólogo.
Una casualidad
Lo curioso es que en un principio Alejandro Pérez no tenía en mente descubrir porqué los osos de las cavernas se extinguieron. El científico escogió a este animal como objeto de estudio «por el juego que dan los osos» a la hora de poner en práctica nuevos métodos de experimentación con la biomecánica y el metabolismo. Como el propio paleontólogo afirma, «los experimentos se llevaron a cabo y dieron unos resultados a los que les busqué un sentido».
La idea del biólogo es continuar con este estudio, «quiero seguir usando estos procedimientos innovadores y examinar más mamíferos para ver qué relación y la aplicabilidad que puede tener con el ser humano. Ya hemos visto que los dientes de sable tenían distintas formas de caza, quiero seguir por esta línea», finaliza Alejandro Pérez Ramos.
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