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Vicente Granados se reencuentra treinta años después con la pista en la que comenzó todo, la de Carranque. Santiago Gómez

Una carrera de superación con 33 años de vida 'extra'

Historia. El profesor de la UMA Vicente Granados Cabezas, trasplantado renal y un pionero en el deporte, narra su particular competición para superar la enfermedad

SANTIAGO GOMEZ

Martes, 26 de enero 2021, 00:03

Un malagueño de Galicia, profesor de Económicas, atleta condecorado a nivel internacional, ¡ah!, y trasplantado de riñón, este es Vicente Granados Cabezas. En 1987 fue intervenido quirúrgicamente y desde 1990 viaja todos los veranos para participar en competiciones nacionales e internacionales para deportistas trasplantados.

En la vida del doctor por la Universidad de Birmingham hay un antes y un después. El punto de inflexión fue cuando recibió un trasplante renal con 35 años, en este 2021 cumplirá 34 años de vida 'extra'. Las primeras tres décadas de su existencia estuvieron marcadas por varios lugares y muchos medicamentos, mientras que las tres siguientes tienen localización fija, Málaga, y un pasatiempo permanente, el deporte.

Como si de un anecdotario se tratase, Granados Cabezas tiene historias para contar y no cansarse. Muchas de ellas en relación al deporte, que lo lleva practicando desde que era joven: «Yo antes de estar trasplantado corría 1.500 metros y no se me daba mal, fui subcampeón de Galicia haciendo menos de cuatro minutos», aunque no solo practicaba el atletismo, también hizo rugby en su etapa universitaria.

«El mensaje es que cuidemos el 'regalo' que nos dieron en forma de trasplante por medio del deporte»

Todo empezó en 1990, cuando ya estaba en Málaga, estrenando riñón nuevo y dejando atrás muchos problemas. Ese año se celebraron los primeros Juegos Nacionales de Trasplantados, fueron en Pamplona y Granados Cabezas no se lo pensó dos veces: «Cuando me propusieron participar en los primeros juegos en España no dudé y me metí», admitió que esta competición le ayudó mucho anímicamente, «un poco también por la frustración de no haber podido seguir con el atletismo, fue como una especie de salvación», comentó.

Aquel viaje a Pamplona dio para alguna que otra historieta graciosa. La ciclosporina es una medicina que evita el rechazo del órgano nuevo, y no siempre se ha empaquetado en cápsulas: «Antes era un fármaco líquido que se mezclaba con agua u otra bebida. Una mañana quedamos unos cuantos para desayunar y cuando sacamos las jeringuillas para el medicamento, salió el dueño del bar gritando 'aquí no, fuera, aquí no', eran los 90 y el barrio de al lado no era de alto 'standing' que digamos», contó entre risas.

Victoria deportiva y personal

Dos medallas de oro después, el por entonces vicerrector de la Universidad de Málaga se armó de valor y propuso que el siguiente certamen se celebrase en la Costa del Sol: «Entre la emoción de ganar y el ver a toda esa gente pudiendo hacer deporte de nuevo, decidí proponer Málaga como sede para el año siguiente, siendo la universidad la organizadora de los Juegos Nacionales de Trasplantados», al principio la idea no caló entre los presentes, «se echaron las manos a la cabeza, pero todo salió bien», afirmó el doctor en Económicas por la Universidad de Málaga.

Precisamente esos juegos de Málaga fueron muy emocionantes para nuestro protagonista: «Cuando me vi en 1991 pudiendo volver a hacer deporte y con mi primera hija en brazos fue un boom de sentimientos espectacular, básicamente sentí que tenía una nueva vida». Es conveniente recordar que durante el tratamiento de diálisis los pacientes se vuelven estériles.

El siguiente hito era la Maratón de Nueva York, y no se conformó con correrla una vez, sino que lo hizo dos veces. En 1997 cruzó el charco por primera vez para participar en el evento. Fue de incógnito, «no había avisado a la organización de que era trasplantado», en el segundo viaje, en el año 2000, sí que declaró su condición médica.

Granados Cabezas tiene claro con que edición se queda: «Sin duda elijo la primera carrera, fue una apuesta personal. Siempre tuve la ilusión de poder correrla», y lo hizo, aunque, por un momento todo se volviese en su contra: «Llovió durante toda la carrera y a falta de cinco kilómetros me dio un calambre en una pierna, después me dio en la otra, pero el apoyo de la gente me ayudó a terminarla». Los últimos metros los recorrió llorando: «Empecé a recordar los años de diálisis y todos los problemas que había tenido y entré con las lágrimas saltadas», admite emocionado.

En el año 2000 comenzó su carrera como directivo y activista a favor del deporte para trasplantados. En ese mismo año fundó, junto a otros compañeros, el Club Deportivo Trasplante Andaluz. En 2015 lo nombraron 'board director' de la 'World Transplant Games Federation' (WTFG): «Me dieron el cargo en los juegos de Mar del Plata y lo retuve hasta 2019», explicó.

Gracias a este trabajo, Vicente Granados se estuvo codeando con ministros y otras autoridades de muchos países: «Fui responsable de los miembros, era el que estaba en contacto con todas las asociaciones, tanto las nuevas como las que ya participaban. Esto me hizo contactar con muchas autoridades alrededor del mundo», el gallego es hasta el momento el único español que ha obtenido un cargo tan alto en esta organización.

Juntas a deshora

Como cualquier otra federación, en la WTGF hay reuniones periódicas, algunas presenciales que eran bianuales coincidiendo con los juegos y otras de manera virtual. «Las graciosas y complicadas eran las que hacíamos a través de internet, el presidente es de Sydney mientras que el secretario vive en California, más de un día de diferencia horaria. Organizarlas era un auténtico reto», afirmó entre risas el profesor de la UMA.

Admite que su labor en la organización le ayudó a darse cuenta de lo importante que son los trasplantes no solo para los trasplantados, sino para la sociedad: «Algo que aprendí en la federación es que el trasplante es el acto más integrador que hay, porque uno no pregunta de dónde viene el órgano o la donación, da igual si es hombre o mujer, blanco o negro, o de una religión u otra».

La WTGF es la federación internacional de los deportes para trasplantados, está reconocida por el COI. Esta competición surge en 1976 gracias al médico inglés Maurice Slapak, que era nefrólogo y cirujano. Un día un policía y futbolista británico le llegó con un problema en el riñón, como consecuencia tenía que dejar de jugar al fútbol hasta que fuese trasplantado.

Meses después de haber hecho la operación, Slapak se interesó por la salud de su paciente que había vuelto a jugar al fútbol. Le invitó a correr 10 kilómetros y a hacer otras pruebas, los resultados fueron mejores que los de los enfermos que no habían practicado ningún deporte tras la cirugía y de ahí surgió la idea de Slapak de organizar unos juegos con todas las personas trasplantadas. Aunque al principio no contó con el apoyo de los compañeros del gremio. «Por suerte los médicos se equivocan», dijo el profesor, «a mí me dieron cinco años de vida de este trasplante, y estoy a punto de cumplir 34», siguió con una gran sonrisa de oreja a oreja, «esto se debe en gran parte al deporte, hay varios artículos científicos que demuestran que los trasplantados que hacen ejercicio físico pueden llegar a aumentar en 10 años la esperanza de vida», aclaró.

En más de tres décadas Granados Cabezas ha conseguido 15 medallas en los juegos internacionales y cinco de oro en competiciones nacionales: «Normalmente gano o quedo en podio en los primeros cuatro años de la categoría». Todo esto cosechado en varias modalidades siendo su favorita los 1.500 metros, «que es lo que siempre he hecho desde joven», aunque ahora se prepara para otra carrera: «me gusta mucho el triatlón, es muy completo», señaló el experto en urbanismo.

Sin embargo, el medallista recalcó que para él y la mayoría de los trasplantados el éxito no es ganar sino «poder estar corriendo o hacer deporte». Explicó que no son competiciones normales en cuanto a la tensión con los rivales: «Hay competencia entre los participantes, pero no al nivel del deporte de élite 'normal'. Al final todos somos amigos y no vamos a molestar a los demás, sino a divertirnos y como objetivo secundario, ganar».

No todo lo que ha venido tras el trasplante ha sido coser y cantar. Por culpa de la ciclosporina, a Vicente Granados le ha dado dos infartos «con sus posteriores estancias de un mes en la UVI», tras la operación de riñón estuvo ingresado en la UCI «porque no estaba claro que saliese adelante», por suerte se recuperó.

Los comienzos de la iniciativa tampoco fueron de ensueño, «todos pensaban que habría alguno que falleciese en las carreras», admitió el vigente subcampeón mundial de triatlón. «Al principio nos veían como a un cíborg», tal era el nivel de extravagancia que rezumaba el deporte para trasplantados, que los invitaron al programa de María Teresa Campos y lo que sucedió en el plató es más digno de un circo que de un programa televisivo: «Una de las trasplantadas enseñó la cicatriz de la operación de corazón y la gente se sorprendió mucho e incluso bajaron señoras del público para tocarnos, como si fuésemos marcianos», comentó el doctor en Económicas por la UMA.

El origen

Tras una juventud corriendo, Vicente Granados empezó sus estudios universitarios en Santiago de Compostela, con la mala fortuna que le tocó la lotería a toda su clase, «decidimos pagarnos un viaje a Canarias. De camino a las islas empecé a notarme hinchado, pero no le hice mucho caso. Nos divertimos e hice todo lo que no debería haber hecho». Ya de vuelta, fue al médico y le diagnosticaron una patología renal. Eran los años 70 y no había mucho conocimiento sobre la materia, «el doctor Antonio Puigvert era urólogo, pero sabía algo del campo. Eso sí, las pastillas valían un pastón», comentó. Puigvert fue médico de Franco.

Por aquella época, antes del viaje, un Vicente recién matriculado en Económicas jugaba al rugby como medio melé y no lo hacía mal, «llegamos a jugar una final del campeonato nacional contra Arquitectura de Sevilla que televisaron». Sin embargo, en ese partido hubo una jugada de la que su madre siempre se acordaba: «En una salida de melé me vino un armario empotrado, lo plaqué y se montó el 'ruck' sobre mí, se me cayeron encima unos cuantos», narró entre risas, guardándose el remate perfecto para la historia: «Más adelante, mi madre me dijo que el riñón se me había fastidiado en ese partido», finalizó entre carcajadas.

Al terminar los estudios, comenzó con su particular carrera, que le llevó por varias ciudades y países. Justo al terminar el grado, encontró trabajo en una consultora de Madrid que tenía un proyecto de urbanismo en Galicia, «ahí fue donde entendí lo que es el urbanismo y cuando nació mi vocación», afirmó el docente. Siguió en la empresa un tiempo más, ya en la capital, aunque no duró mucho: «Me cansé de la situación que vivía España, eran los últimos años de la dictadura y decidí irme a la 'London School of Economics', con la suerte de que recibí una beca del Banco de España», comentó como si no fuese nada extraordinario.

La última parada antes de venir a Andalucía fue en Birmingham, donde hizo un máster y el doctorado en 'Urban and Regional Studies', que compaginó con un trabajo como profesor: «Necesitaban docentes que ensañasen temas de económicas en español en la politécnica de 'Wolverhampton' y me ofrecí sin dudar, eso sí, más de una vez me quedé dormido en los sofás de la universidad», relató Granados Cabezas.

Málaga, nueva vida

La llegada de nuestro protagonista a Málaga se da al principio de los 80, en una conferencia internacional en Barcelona organizada por la 'Regional Science Association International' (RSAI) y que la dirigía Juan Ramón Cuadrado Roura, un viejo conocido de Vicente en Galicia. Cuadrado Roura fue el que desarrolló el departamento de económicas aquí en la Universidad de Málaga y «quería montar temas de urbanismo en la facultad» y le ofreció a Granados Cabezas venir a la UMA, «yo accedí, conseguí la plaza y me mudé a Málaga hasta el día de hoy. Me considero un malagueño gallego», afirmó el profesor.

Curiosamente en la Costa del Sol fue cuando peor lo pasó, «fue aquí cuando se me 'estropeó' el riñón. En 1982, estuve cinco años en diálisis y recibí el trasplante con 35 años», concluyó el atleta.

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