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Rocío Lavigne Cerván es doctora y profesora en el departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UMA. Ana jiméneZ

Un estudio dirigido por la doctora de la UMA Rocío Lavigne muestra las consecuencias de las clases 'on line' en estudiantes entre 6 y 18 años

Durante el confinamiento de 2020, que duró desde el 15 de marzo hasta principios de mayo, la ansiedad, junto con la depresión y el estrés postraumático, aumentaron significativamente en la población

ANA JIMÉNEZ

Martes, 1 de marzo 2022, 00:10

La calle está vacía. Sin coches, sin mesas fuera de los bares, sin niños viniendo del colegio. Si enciendes la televisión solo aparecen cifras de personas muertas, si abres un periódico aparece la foto del Palacio de Hielo de Madrid llena de ataúdes, y si eres de esos que escuchas la radio sabrás que el número de contagiados no hace más que subir. La escena es aterradora, parece la película de una ciudad fantasma en la que, de un momento a otro, aparecerá algún tipo de monstruo o criatura para aterrorizar a todos. Y ese ser llegó: la ansiedad.

Durante el confinamiento de 2020, que duró desde el 15 de marzo hasta principios de mayo debido a la situación mundial de pandemia por la Covid-19, la ansiedad, junto con la depresión y el estrés postraumático, aumentaron significativamente en la población, llegando a ser, en el caso concreto de la ansiedad, hasta cuatro veces más frecuente en comparación con lo que es habitual, según afirma el informe llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Ottawa 'Prevalence of symptoms of depression, anxiety, insomnia, posttraumatic stress disorder, and psychological distress among populations affected by the COVID-19 pandemic: A systematic review and meta-analysis' ('Prevalencia de síntomas de depresión, ansiedad, insomnio, trastorno de estrés postraumático y angustia psicológica entre las poblaciones afectadas por la pandemia de COVID-19: una revisión sistemática y un metanálisis').

La ansiedad es una pandemia silenciosa que afecta a adultos, pero también a jóvenes y niños. Por ello, la investigadora Rocío Lavigne -doctora y profesora en el departamanto de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UMA- ha desarrollado, junto con la Universidad de Alicante y el Hospital Vithas Xanit Internacional, el estudio 'Implicaciones del modelo de enseñanza 'on line' derivado de la situación de encierro de la Covid-19 para la ansiedad y el funcionamiento ejecutivo en niños y adolescentes españoles'. «Todo surge, para nosotros y para el mundo entero, cuando de repente un día nos dicen que no podemos volver a nuestro trabajo y que los niños tampoco pueden volver a la escuela. Se da en ese momento una situación insólita y muy compleja. El grupo de investigación se reúne 'on line' y viendo nuestra propia angustia nos dimos cuenta de que la situación se iba de las manos en nosotros y nuestros hijos o pacientes en edad infantil», señala la directora del estudio, Rocío Lavigne.

La ansiedad llegó a ser cuatro veces más frecuente durante el confinamiento de 2020

Rocío Lavigne: «Si los adultos no lo pasábamos bien, imagina los niños y adolescentes»

«Los niños con edades entre 6 y 10 han tenido niveles más altos de ansiedad que los demás»

El mundo se reconvirtió tras la pantalla de un ordenador. Prácticamente todo comenzó a hacerse de manera 'on line' hasta que terminase la situación de cuarentena, cuya fecha no estaba clara: la compra, el trabajo y, cómo no, las clases a todos los niveles educativos. Dependiendo del colegio en el que estuvieses, de las capacidades económicas personales y de la situación propia de cada familia las clases eran más o menos fáciles de llevar. Los sistemas de evaluación tuvieron que cambiar de la noche a la mañana en todos los niveles y a veces no eran todo lo eficaces que debían ser. A la investigadora Rocío Lavigne le sale una carcajada al acordarse de los exámenes de sus alumnos de ese año: «O nunca he dado mejores clases o nunca he tenido alumnos tan listos y aplicados. Todos sacaron muy buenas notas».

Más allá de anécdotas locas de la cuarentena, de cambios de look que muchos no repetirían o de formas muy peculiares de ponerse en forma que se hicieron virales en redes sociales, fue un momento difícil de llevar. Las paredes de cada casa se hacían más pequeñas cada día que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba dos semanas más de cuarentena: «Si los adultos no lo pasábamos bien y teníamos recursos, imagina los niños y los adolescentes. Es para subirse por las pareces cuando vives en una edad donde realmente lo que quieres es estar con tus colegas, tus amigos, y tienes que verte forzado a vivir en una casa con tus padres todo el día y con un profesor o varios profesores que te mandan o no tareas».

Resultados

Aprovechando la coyuntura y la sensibilización que la gente había comenzado a mostrar con la situación, se lanzó la encuesta del estudio de la UMA junto a la Universidad de Alicante y el Hospital Vithas Xanit Internacional donde Rocío Lavigne es la investigadora principal. Para sorpresa de quienes lanzaron el proyecto la gente colaboró en masa, lo que ayudó a que los resultados del estudio fuesen mucho más esclarecedores: «No nos sirvieron todas las respuestas. Algunas personas dejaban la encuesta a medias o incluso respondían de otros países de habla hispana, pero queríamos que fuesen solo niños y adolescentes de entre 6 y 18 años residentes en España, porque la situación en otros lugares del mundo, aunque era parecida no es exactamente la misma. La muestra se quedó en el análisis de 1.028 niños y adolescentes».

Las intenciones principales del estudio eran conocer las consecuencias del confinamiento sobre la ansiedad, las rutinas del sueño y el funcionamiento ejecutivo en las personas entrevistadas, comprobar si existían diferencias en esos puntos dependiendo de la variable sexo y edad, y examinar las correlaciones entre lo analizado. Las conclusiones fueron alarmantes, como destaca Rocío Lavigne: «El 36,4% de los niños y jóvenes que dieron las clases 'on line' durante la cuarentena, es decir, más de un tercio de la muestra, presentaban niveles altos de ansiedad. Pero es que el 32,4% y 31% presentaba niveles medios y bajos de ansiedad. Además, los niños con edades entre 6 y 10 años han tenido niveles más altos de ansiedad que los demás». En cuanto al factor sexo, el estudio ha determinado que los hombres muestran mayores porcentajes de ansiedad en niveles medios (34,6%) y bajos (31,8%), mientras que las mujeres presentan un alto porcentaje en niveles altos de ansiedad (40%).

La ansiedad no es únicamente llanto, gritos o miedo, va mucho más allá de las representaciones que se hacen de ella en gran parte de las ocasiones en la sociedad. La ansiedad, a quien la padece, puede repercutirle en muchos ámbitos de su día a día, como en alteraciones del sueño. Por ello, el estudio 'Implicaciones del modelo de enseñanza online derivado de la situación de encierro de la Covid-19 para la ansiedad y el funcionamiento ejecutivo en niños y adolescentes españoles', tuvo en cuenta el reflejo que podía tener la ansiedad en ese aspecto: «Estamos encontrando alteraciones del sueño en los niños como pesadillas, terrores nocturnos o desbarajustes a nivel de sueño por no respetar las rutinas. Yo lo viví personalmente con mis hijos. Los adolescentes, si no tenían la enseñanza 'on line' y el profesor les mandaba un listado de tareas que él gestionaba como le daba la gana, lo mismo hacían la tarea las 2:00 de la madrugada, cuando terminaban de hablar con sus colegas a través de las redes. Algunos chavales nos decían que se acostaban a las 5:00 de la mañana y se despertaban a las 14:00, que comían a las 19:00. Una locura».

Cuando la noche termina, las pesadillas se van, el sol sale de nuevo, pero la ansiedad no desaparece. Los problemas en el sueño suelen ir ligados a problemas a nivel ejecutivo, es decir, a la capacidad de tomar decisiones, organizarse o adaptarse a diferentes circunstancias. Más allá del perfil de cada persona, de las capacidades personales, de lo rígido o rutinario que cada uno sea, los cambios en este sentido se incrementaron debido a los problemas derivados de la situación, como señala la propia investigadora: «Va todo de la mano. Se presentaron puntuaciones altas en todo. De problemas del sueño solo un 23% aproximadamente se salvó, y a nivel de funcionamiento ejecutivo eran también un porcentaje muy alto, sobre el 67% de los niños. Eso hace pensar que la situación de anormalidad estaba afectando a las criaturas. Algo hay que hacer».

Soluciones

Los investigadores plantearon unas pautas y herramientas para poder ayudar a los chicos. Como todo el mundo estaba confinado, de entrada, se pidió que si se padecía alguno de estos problemas en la casa pues se pidiera ayuda a los servicios sanitarios a los que se pudiera acceder personalmente, bien públicos, privados o concertados. Pero la salud, en todos sus prismas, estaba sobresaturada y la única enfermedad que parecía importar era la Covid-19, y la salud mental, que en raras ocasiones ha sido prioritaria, quedaba en un segundo plano: «Algunos compañeros y amigos han estado trabajando casi con un turno de 24 horas, los servicios de salud mental estaban por encima de sus capacidades, hay muy pocos y se necesitan cada vez más. Ahora el Gobierno y todos los políticos hablan de ello, pero hay que dejar de hablar y empezar apostar», sentencia Rocío Lavigne.

Los datos que se reflejaban tras el análisis eran tan reevantes para la salud mental de jóvenes y niños que, un año más tarde, el grupo de investigación ha realizado una nueva encuesta a las mismas personas que participaron en el primer estudio, aunque no ha tenido la acogida con la que contaron durante la cuarentena: «De 1.024 personas nos cumplimentaron la encuesta unos 400. Es para estar contentos». Hace apenas unos meses volvieron a mandar una tercera encuesta a esos 400 para ver como se ha desarrollado el comportamiento de los encuestados en el confinamiento y los tiempos posteriores hasta la actualidad para elaborar un nuevo informe en el futuro.

La calle ha vuelto a llenarse de coches, las terrazas de los bares tienen sillas fuera esperando a los clientes y un montón de grupos de niños con mochilas en la espalda vuelven a la hora del almuerzo a casa acompañados de sus amigos. Se han quedado las mascarillas que tapan sonrisas y el gel hidroalcohólico antes de comer. Se han perdido los abrazos y las grandes reuniones con los seres queridos. Han llegado los test de antígenos y la vacuna. ¿Pero qué pasa con la ansiedad? Algunos siguen con ella, otros la han guardado en una caja en su interior y otros han comenzado a tratarla con un psicólogo. La salud mental también importa.

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