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Arriesgó la vida para concederse una segunda oportunidad que las fronteras geográficas y burocráticas han estado a punto de derribar, pero la movilización de sus compañeros del instituto público Costa del Sol, en Torremolinos ... , han conseguido que Abdoulaye Bamba se quede en Málaga. Hace tres meses se enfrentó a su propio destino huyendo de su país de origen, donde las familias campesinas, como la suya, viven sumidas en la extrema pobreza pese a la alta producción de café y cacao que llena otros bolsillos de la zona, desajuste que genera una terrible brecha social. Viajó hasta Marruecos escondido en los bajos de un camión, una práctica habitual para cruzar África. Lo llaman hacer 'risky': escapar aunque el trayecto suponga la muerte. Ya en Marruecos, embarcó en una patera hasta la costa andaluza. Llegó solo, sin documentación, y las pruebas óseas determinaron que tiene dieciséis años. Administrativamente está considerado un menor extranjero no acompañado, categoría que suele abreviarse bajo las deshumanizadas siglas 'mena'.
Fue trasladado al hogar Virgen de la Esperanza, en Torremolinos, un centro de atención primaria donde estos menores residen de forma temporal hasta tener una ubicación definitiva. Pero la semana pasada, hartos de despedir a compañeros en la misma situación que Abdoulaye, los alumnos del IES Costa del Sol iniciaron una recogida de firmas para pedir que se quedase. Y lo han logrado, al menos en parte: Bamba, como lo llaman, no irá lejos. La Delegación de Educación de la Junta de Andalucía en Málaga ha acordado su traslado al centro residencial de la Ciudad de los Niños, que además ofrece planes de adaptación curricular, estrategia educativa dirigida a estudiantes con necesidades especiales, como en su caso: pese a su edad, Abdoulaye sólo estuvo dos años escolarizado en Costa de Marfil y sus nociones son básicas en todas las materias. «Tuve que ponerme a trabajar», explica.
Esta adecuación le ofrecerá la posibilidad de titularse. Los profesores del Costa del Sol tienen claro que lo conseguirá: «Muestra mucho interés por aprender y ha encajado especialmente bien en el grupo, por eso le han cogido tanto cariño y se han movilizado». La directora del centro, Ángela Vázquez, confiesa que el equipo docente se siente «muy orgulloso» de la iniciativa de su alumnado, que dinamita los bulos sobre la supuesta conflictividad de los menores no acompañados. En este instituto, uno de los más multiculturales de la provincia, destino de muchos de estos jóvenes por la proximidad de una casa de acogida, la experiencia resulta completamente distinta: «Suelen ser nobles y afables, tienen afán por adaptarse y son muy agradecidos».
La delegada de Educación, Mercedes García Paine, se comprometió inicialmente a hacer «todo lo posible» para que Abdoulaye permaneciese en el instituto. Hasta que los técnicos le explicaron que en la Ciudad de los Niños tendría garantizada la adaptación curricular, puerta de entrada a la inserción laboral. Para atender la reivindicación del instituto, desde Educación han establecido un protocolo para asegurar que Bamba mantendrá el contacto con sus compañeros, especialmente los fines de semana. La dirección del centro aplaude la medida y el empeño de sus alumnos: «Valoramos que los niños se hayan movilizado, ha sido un proceso afectivo precioso y espontáneo». García Paine se compromete a que este protocolo funcione también en otros casos después de conocer las quejas procedentes del centro público, donde la rotación de menores no acompañados provoca que estos jóvenes sean trasladados meses después de llegar, cuando ya han forjado relaciones personales y han adquirido hábitos académicos.
«Queremos lo mejor para Bamba, y además todas las referencias que tenemos de él son buenas», explica García Paine. Y sabe de lo que habla: ella misma acogió a un menor de origen marroquí hace quince años. Ahora es suboficial militar. «Algunos se fugan de los centros, pero muchos otros sólo quieren buscarse la vida, estudiar y encontrar un trabajo», detalla la delegada de Educación en Málaga. Cuando cumplen la mayoría de edad, el sistema ofrece algunas alternativas de alojamiento para jóvenes como Abdoulaye. Su objetivo a corto plazo, sin embargo, pasa por titularse para acceder a un ciclo formativo que le permita buscar un empleo. Pero ese futuro aún queda casi tan lejos como el país que ha dejado atrás, en busca de una oportunidad que ya acaricia.
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