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Lorena Cádiz
Mijas
Viernes, 2 de febrero 2024, 11:44
Salero, Indio, Velero, Cartameño, Zapatones, Chico... Poco a poco Antonio va enumerando el nombre de cada uno de sus burros. En total ocho, todos ellos ... burro-taxi. Antonio lleva 45 años siendo arriero, o lo que es lo mismo, guiando a sus burros por las calles de Mijas Pueblo cuando algún turista paga por el paseo. El negocio lo heredó de su padre, que fue uno de los que puso en marcha la idea de los burro-taxi, sin los que ya no se podría entender Mijas. «Mi padre Antonio, Julián y otro Antonio trabajaban en la construcción de los chalés de la sierra, acarreando piedras y arena. Por aquel entonces comenzaron a llegar los turistas y se dieron cuenta que subiéndolos al burro para hacerse una foto ganaban más que todo el día trabajando», recuerda Antonio. De eso hace más de 50 años.
Tanto tiempo después, ahora la realidad es otra. Para empezar, los arrieros y cocheros del municipio, como Antonio, encaran un nuevo reto: Ir uniformados. El Ayuntamiento de Mijas ha llegado a un acuerdo con ellos para que todos vistan uniforme y los propios arrieros y cocheros han elegido el modelo, teniendo en cuenta la comodidad que necesitan para su trabajo y las temperaturas que soportan en verano e invierno. El uniforme consiste en un pantalón azul oscuro o vaquero, que se combinará con un polo azul en verano y con una camisa azul y una chaqueta o jersey azul oscuro en invierno. «Son la primera imagen que se lleva un turista cuando llega a Mijas y es importante que den una imagen de profesionalidad y acorde a lo que Mijas se merece», explicó el concejal de Transportes y Movilidad, Marcos Cortés, quien cifró en 25 las personas que trabajan en estos momentos en estos oficios y que se verán afectados por esta nueva medida.
«Así nos verán bien los de Pacma», bromea Antonio, que no tiene hijos, pero «si los tuviera, les diría que se dediquen a cualquier cosa menos a los burros». Asegura que las denuncias de las protectoras de animales les han hecho daño y muchos turistas ya no quieren darse el paseo montados en los animales. Otros muchos, sí: «Sino, no estaríamos aquí». Eso, sumado al incremento de los costes en el mantenimiento de los animales, les está poniendo el negocio cuesta arriba. «Un saco de pienso vale 15 euros y una alpaca de paja 7 euros, cuando hace nada valía un euro. Además de alimentarlos, hay que pelarlos, desparasitarlos y algunos hay que errarlos», explica el arriero.
«Los animales necesitan cuidados todos los días, en esto no hay vacaciones», resume Antonio, quien rechaza tajantemente las acusaciones de maltrato por parte de las asociaciones animalistas. «¿Cómo voy a maltratar a un animal que es mi forma de trabajo y que además se ha criado conmigo?»
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