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Alberto Gómez
Lunes, 30 de junio 2014, 01:56
Pocos lugares en el mundo pueden presumir de una conversión tan radical como la que supone pasar de ser un pueblo de pescadores a erigirse en santo y seña de la modernidad de todo un país. Torremolinos encierra esa historia, tejida a espaldas de las rancias crónicas franquistas de los años cincuenta y sesenta, cuando el municipio malagueño abrazó una transformación trufada de libertad y exceso, toda una conquista en pleno franquismo.
Aquí, lejos de donde era previsible que sucedieran grandes acontecimientos y aterrizaran estrellas y aristócratas, Anthony Quinn tocaba el saxo junto a una banda municipal, Frank Sinatra acabó en comisaría tras una pelea con un fotógrafo en el mítico hotel Pez Espada, Kirk Douglas no faltaba a su cita diaria con la discoteca Tiffanys y Gala Dalí se paseaba desnuda por las playas de El Bajondillo ante el gesto atónito de vecinos y turistas. Este y no otro era el lugar de descanso y fiesta elegido por Ava Gardner, Jean Cocteau, Brigitte Bardot, Keith Richards, Raquel Welch, Balduino de Bélgica, Grace Kelly o los duques de Windsor.
Aquella revolución trascendió la mera excentricidad de unas cuantas celebridades para dejar un poso de progreso y riqueza cultural palpable durante lustros en la arquitectura y la decoración del municipio, en la heterogeneidad de su oferta nocturna e incluso en el carácter de sus habitantes. Luego llegó el turismo de masas y ese tiempo, casi mitológico, quedó escondido bajo el hormigón de urbanizaciones y paseos marítimos.
La exposición
José Luis Cabrera, funcionario malagueño nacido en Casablanca, y Lutz Petry, fotógrafo de origen alemán, rescatan desde hace más de una década imágenes, postales y anécdotas de esos años. Lo hacen en su página web (www.torremolinoschic.com), y también a través de una exposición titulada Hijos de Torremolinos. Su labor, sin embargo, es mucho más que un ejercicio de nostalgia: «Había una historia que era digna de ser relatada y a la vez un patrimonio cultural en peligro: chalets que eran demolidos, hoteles mal reformados, luminosos destrozados, curiosidades que parecían no interesar a nadie. Decidimos dejar de lamentarnos y empezar a recopilar información y fotografías».
La muestra, que ya ha sido expuesta en La Térmica y en otros municipios, aún no ha pasado por Torremolinos. «Nos hemos puesto en contacto con el Ayuntamiento, pero no hemos recibido respuesta», aseguran. Del proceso de documentación aún recuerdan el impacto de ver en un modesto piso de la avenida de los Manantiales los tres premios Oscar ganados por Vernon Dixon, y también la triste constatación de que grandes villas históricas como la de Santa Teresa o la casa de María Barrabino se caen a pedazos e incluso ya no existen. Pero las ruinas también hablan de aquel Torremolinos definido por el escritor James Albert Michener, ganador del Pulitzer, como «algo que nunca se ha visto en el mundo; un refugio en el que se puede huir de la locura del mundo, aunque resulta que es un refugio totalmente loco».
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