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LALIA GONZÁLEZ-SANTIAGO
Domingo, 20 de noviembre 2016, 00:49
La asamblea del Instituto San Telmo ha reunido en Sevilla a personalidades de primera línea de la economía, la empresa y la política. Es muy interesante aprovechar ese caudal de encuentro para conocer las principales conclusiones. El director general de la prestigiosa escuela de negocios ofrece un profundo análisis de situación y perspectivas con un mensaje de fondo optimista. Porque, asegura, pese a los problemas «nunca ha habido tantas oportunidades como hoy para quien quiera aprovecharlas».
Estamos en un momento complejo. La asamblea del Instituto I. San Telmo ha identificado los principales retos al que se enfrentan empresas y directivos. ¿Cuáles son y cómo hay que enfrentarse a ellos?
El gran reto que tiene cualquier sociedad avanzada, como quedó patente en nuestra VI Asamblea, es trabajar para conseguir empresas más competitivas a nivel global. Para ello, es preciso analizar las tendencias que están definiendo este futuro cambiante. La primera y más clara es la globalización que, con las nuevas tecnologías, implica que tu competencia no esté ni en tu provincia, ni en tu región, ni en tu país.
Un segundo hito identificado es la demografía, ¿en qué sentido?
En que aumenta la esperanza de vida, cae el índice de natalidad, aumenta la incorporación de la mujer a puestos de responsabilidad. Se trata de retos nuevos que cada empresa, cada país y cada región tiene que plantearse para ver cómo le afectan.
¿Cuál es el proceso entonces?
Preguntamos en la Asamblea a los casi 3.000 asistentes cuál de las tendencias que están configurando el mundo era la que más afectaba a su empresa. El resultado fue, por abrumadora mayoría, la tecnología. Por otra parte, si nos cuestionamos qué es lo que te influye como persona, aparecen los valores, necesarios para llegar a ser un buen profesional. Cada uno, cada empresa, cada sociedad, tiene que hacer su análisis y ponerse los retos que considere necesarios con un objetivo claro: tener mejores personas, mejores empresas y con ello, mejor sociedad. Es decir, ser más competitivos sin abandonar los valores.
En referencia al populismo, ¿qué efecto puede tener en la economía la victoria de Trump en EE UU?
En España y en Europa también tenemos movimientos populistas. Es precisamente este populismo el que nos ha llevado al 'Brexit'. Hay personas que creen, sin tener toda la información, que van a tener mejor vida si están separados de Europa. En EE UU, Trump ha convencido a la población de que, si le votan, va a resolver todos los problemas. Esto, obviamente, no puede hacerlo una sola persona, ni un solo partido, ni siquiera una sola nación. Estamos en un mundo global y tenemos que hacerlo entre todos. Sin duda, hay quienes se aprovechan de los problemas económicos de muchos ciudadanos, desesperados por la crisis. A esto se une que el sistema ha hecho las cosas mal y ahí tenemos que hacer todos examen de conciencia. Ha existido mucha corrupción, con absoluta falta de respeto a las personas. Todo esto ha desencadenado en una tremenda falta de confianza en el sistema, y con ello, la existencia de quienes prometen la solución.
La economía andaluza ¿está afectada por todos estos retos o tiene agenda propia?
Todas las tendencias afectan en un mundo global y Andalucía no puede vivir al margen de lo que está ocurriendo en el mundo.
Pero, ¿qué problemas concretos detecta?
La falta de industria. La revolución industrial pasó de largo y por ello se ha de mejorar la capacidad industrial. Andalucía cuenta, por ejemplo, con un clima y unos paisajes extraordinarios, lo que hace que el sector turismo tenga muchas oportunidades. No obstante, también debe mejorar. Tiene que hacer su propia agenda, huir de la complacencia, pero sin obviar lo que pasa en el mundo y así, con el resto de los sectores.
¿Qué propone?
Nestlé, por ejemplo, desde 1860 hasta 1995 ha ayudado a través de la alimentación a mejorar la esperanza de vida. Tiene el reto de ser más allá de una empresa de alimentación, una empresa de nutrición, salud y bienestar. Lo que necesitan ahora, incluso las personas que mueren de hambre, es que les demos lo que necesitan desde el punto de vista nutritivo. Con las tecnologías de big data y de código genético hay posibilidades de sobra para lograr incluso, evitar ciertas enfermedades. Con prevención podemos lograr salud. Me alegró que S.M el Rey hablara ante la asamblea de empresas competitivas, pero con valores, como es el caso de Nestlé.
Llamó a un comportamiento ético en la empresa y a poner los valores como prioridad en la formación. ¿Cree que por el pragmatismo se han perdido muchas ideas básicas? ¿Es optimista acerca de la salud moral de los directivos de las empresas?
Una de las tendencias que se está viendo es que hay cada vez mayor número de personas que ponen los valores detrás del pragmatismo, la eficacia o el dinero. Hemos de actuar para evitar que haya quienes quieren un mundo mejor pero sólo para él y no para los demás. Esto ha crecido entre los directivos, pero no más que en el resto de la sociedad. Aunque el número de personas que ponen el pragmatismo por delante de los valores es menor que quienes hacen lo contrario, sí es verdad que el porcentaje aumenta. Tenemos que hacer todo lo posible para esto no sea una tendencia al alza.
¿Cuál es la fórmula, a su juicio?
Hay que apostar por la familia, la educación y la formación. San Telmo tiene claro que cuando en las aulas alguien propone una decisión que no es ética, se hace ver que ese no es el camino apropiado. Las personas se dan cuenta de que las empresas que tienen mejores valores son las más respetadas por sus trabajadores, competidores y por la sociedad.
El nuevo liderazgo ¿cómo se tiene que adaptar a esta nueva realidad?
Como dijo el Rey, la formación de los líderes empresariales no es solo técnica, es prudencial, en actitudes y en valores. Un valor fundamental para ser un buen líder empresarial es el respeto, primero a uno mismo, para querer ser cada día mejor; después respeto a los demás. El mejor indicador de que uno respeta a quien trabaje con él, o al cliente, es ponerse a su servicio y ayudarles a que sean mejores. Respeto también a la diversidad, en un mundo globalizado, a quienes no piensan como tú. Respeto a la sostenibilidad, para dejar un mundo mejor a nuestros hijos y nietos.
San Telmo se ha convertido en estos casi 35 años en una de las grandes escuelas de negocios del mundo. Resulta llamativo que lo sea desde una comunidad que no cuenta con un tejido empresarial potente. ¿Cómo ve el empresariado andaluz hoy, y los directivos de las empresas?
San Telmo es un ejemplo claro de que en Andalucía se pueden crear instituciones y empresas que sean competitivas a nivel global. Cuando Gerarda de Orleans tuvo la idea de crear una escuela de negocios en Andalucía, en el verano de 1981, visitó a más de 30 empresarios y directivos y nadie le animaba. Hasta que se encontró con Javier López de la Puerta, que le dijo que eso era lo que necesitaba la región. Se pusieron a trabajar y hasta 2007 en Andalucía hubo suficiente caldo de cultivo de directivos y empresas, pero nos dimos cuenta de que teníamos que ser más ambiciosos. Lo mismo ha ocurrido con Cosentino en Almería, Mayoral en Málaga, o Chistian Lay en Extremadura, que se han dado cuenta que pueden ser líder en su sector. Hace falta altitud de miras, magnanimidad y hacer las cosas muy bien. La competencia existe y tienes que ser muy bueno para competir a nivel nacional o internacional.
El presidente de la Fundación dijo que en estos 35 años se ha avanzado mucho, que había problemas que entonces parecían insuperables y se han resuelto. Es un tiempo que coincide con el de la autonomía ¿Se puede hablar de alianza entre el gobierno regional y el empresariado?
Totalmente de acuerdo. En 1981 Andalucía tenía una serie de retos que ha ido superando. Había un sector agrario con demasiado peso, una industria escasa, un tremendo déficit de infraestructuras, analfabetismo, falta de atención médica, etc. Nuestra gran lacra sigue siendo la alta tasa de paro. No obstante, hace 35 años había un millón menos de puestos de trabajo. La tasa de actividad era mucho menor. Pero si hacemos un examen de conciencia, creo que sí se podía haber hecho mejor. Se ha avanzado, pero nos queda tener más confianza en la iniciativa privada, en la creación de empresas. Todavía nos queda por instaurar la idea de que una sociedad avanzada es aquella que tiene las mejores empresas.
Pese a los avances, Andalucía no logra converger. ¿A qué lo atribuye?
En positivo, creo que hay una revolución silenciosa en cuanto a crecimiento de tamaño de las empresas. En Andalucía hace falta que la sociedad en general confíe más en la libre iniciativa y en el empresario para que este sea el motor que propicie el cambio. Ya se está produciendo. Pero todavía nos queda por avanzar. Se ha creado un millón de puestos de trabajo, pero partíamos de una situación muy precaria. Esa es la principal razón, unida al crecimiento de la población. Estoy convencido de que, igual que existe una institución como San Telmo, en muchos sectores van a surgir empresas líderes a nivel nacional e internacional.
Desde la política se repite que hace falta un nuevo modelo económico. ¿Cuál, a su juicio?
El modelo económico que necesita cualquier sociedad, y en concreto Andalucía, es que en todos los sectores haya empresas líderes que sean competitivas y sostenibles. Aquí se está produciendo muy lentamente, pero ya tenemos muchos sectores donde las empresas están consiguiendo posiciones de liderazgo nacional e internacional. Por ejemplo, la fusión de ocho cooperativas andaluzas y una extremeña del sector farmacéutico para crear la primera empresa de distribución del sector a nivel español, es un ejemplo. Creo que este es el modelo. Ya contamos con empresas líderes en el sector turístico, agrario, textil, o en formación de directivos.
¿Hay problema de emprendimiento?
No, Andalucía tiene el mismo porcentaje de empresas por población que Alemania, no estamos atrás en capacidad emprendedora. El problema es que en Alemania hay diez veces más empresas con más de 50 empleados. Si aquí fuéramos capaces de pasar de 5 a 50 trabajadores desaparecería el paro. Es problema, por tanto, es de dimensión.
¿Es suficiente la internacionalización?
Lo más positivo de esta crisis es que las empresas se lo han tomado en serio. Ese ha sido el gran cambio de modelo, convertirse en la tercera comunidad exportadora, la primera agroalimentaria, que no lo era hace una década. Debería ir más rápida y puede hacerse. Depende de nosotros.
¿Hacia qué sectores deben dirigirse las apuestas políticas? ¿Hay algún nicho que apunte, que necesite impulso?
La posibilidad de tener empresas líderes debemos abordarla en todos los sectores. No sólo debemos fomentar, sino aplaudir y reconocer lo que ya tenemos. En este sentido, contamos con un sector agrario y agroalimentario de primer nivel. En el sector textil tenemos a Mayoral. En la crisis esta empresa textil facturaba 120 millones y ahora ha multiplicado por 3,5. Trabajaban 600 personas, ahora 1.200, vende a 70 países y es líder mundial. Todo, sin ayuda de la administración pública, salvo a nivel exportación, donde Extenda ha sido un gran apoyo. En Extremadura tenemos a Christian Lay, donde Ricardo Leal, antiguo alumno de San Telmo, empezó en venta directa, diversificó al sector del cartón, la energía, el gas, y se atrevió a comprar dos industrias de seda en Cataluña. Esta es la gran revolución que necesitamos. Buenos empresarios con buenas empresas en todos los sectores y la administración creando el caldo de cultivo para que la burocracia sea mínima y para que no tengan trabas. No hacen falta muchas ayudas más.
Y, en fin, ¿qué hacer con la resistente tasa de paro?
Como soy ingeniero, voy a hacer números. Tenemos 550 mil empresas y hay un millón de personas en paro. Si cada una de estas empresas contratara a dos personas más, habríamos resuelto el problema. ¿Es tan difícil que las empresas crezcan? El paro se resuelve con mejores empresas.
Pero ¿y las pymes?
El gran déficit lo tenemos en la mediana empresa. Ahí si necesitamos el apoyo de la Administración y la sociedad para que empresas que tienen potencialidad de crecer y dar empleo a 50 ó 100 personas se les ayude. No se ha hecho bien en el pasado. Se prefirió invertir en empresas en crisis sin futuro y se enterraron cientos de millones de euros en ir contra las tendencias del sector. No eran competitivas, había que resolver el problema de las personas que quedaban en desempleo, pero no intentando salvar las empresas que no eran competitivas, sino intentado que esas personas estuvieran más formadas.
A propósito de la formación ¿cuál es su visión?
En Andalucía tenemos universitarios muy bien formados. San Telmo empezó un proyecto en plena crisis, cuyo nombre es Lydes. El objetivo de este proyecto es que jóvenes andaluces puedan trabajar en empresas españolas, europeas y americanas. Después de 7 años tenemos a 350 trabajando en empresas como Nestlé, L'Oreal, Mayoral, Cosentino, o Imedexa en Extremadura.
¿Y la relación universidad y empresa?
Tenemos que avanzar. Cuando llegué a Andalucía había cuatro universidades y Antonio Pascual, consejero, decidió abrir una por provincia. San Telmo escribió el caso de las universidades de Massachusetts que, con la misma población, 8 millones de personas, cuenta con 150 universidades. La mayor es Harvard, con 17 mil alumnos. La Universidad de Sevilla, 60 mil. Se pueden tener universidades públicas y privadas de mil alumnos, muy buenas y específicas. Y es preciso corregir un gran déficit, la formación profesional
¿En qué sentido?
Andalucía hubiera sido distinta si se hubiera tomado en serio en los 80 una formación de calidad y dual. El 40% de la juventud alemana, suiza, de los países nórdicos, la estudia, mientras nosotros tenemos un 60-70% de universitarios que van al paro. Es otra herramienta contra el desempleo.
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