Ángel Marín: 4.000 kilómetros de solidaridad
El malagueño recorre durante 38 días la península para recaudar fondos para la Fundación Olivares y visibilizar la lucha contra la ELA y el cáncer infantil
El aire es claro y fresco, pero el sol ya calienta. Ángel Marín mira el mapa para saber lo que tiene por delante. La distancia que separa a Málaga de Motril son 100 kilómetros. La altimetría marca un desnivel de 546 metros. Es la primera etapa y también es una de las más suaves. Le seguirán 37 más. Ángel, cuerpo espigado y musculado, se ha marcado un reto que deja en un juego de niños a una ultramaratón. Durante 38 días quiere recorrer la península ibérica alternando la carrera a pie con tramos que realiza en una bicicleta de carretera. Sin tiempo para descansos ni contemplaciones. Un total de 4.000 kilómetros. Sobre el papel, suena un poco a locura. La causa por la que lo hace le imprime, sin embargo, toda la cordura.
Ángel, nacido en Málaga, 33 años, reconoce que siempre se ha sentido atraído por los retos extremos. Pero ninguno como el que acaba de completar. Durante 38 días ha pedaleado a 40 grados por el desierto de Almería y ha luchado contra la congelación bajo el diluvio universal de Irún. Lo que no le ha hecho desfallecer en los momentos más duros ha sido a la vez el motivo de este viaje: visibilizar y recaudar fondos para la lucha contra la ELA y el cáncer. «Era el reto que más imposible vi y por eso decidí ir a por él».
Ángel, actualmente profesor de salsa, entiende de dolores y sufrimientos provocados por la enfermedad. En su familia padecen angiohedema hereditario, una afección desconocida y considerada como rara. «Primero quise hacer el reto poniendo el foco en esta enfermedad. Pero existe medicación para ello y decidí poner el foco en la ELA y en el cáncer.
La idea era recaudar fondos, que la gente pudiera hacer donaciones. Lo canalizamos con la Fundación Olivares y Saca la Lengua al ELA, dos asociaciones contrastadas», explica en su primer día de vuelta a Málaga. En este último mes, el único hogar de Ángel, por llamarlo de alguna manera, ha sido un colchón extendido en una furgoneta o el somier pasado algún que otro albergue en el que han parado por el camino. Para que este reto fuera posible, Ángel ha estado acompañado por un amigo personal, una fisioterapeuta y un cámara, que ha captado material para la realización de un documental que tendrá como nombre 'Voluntad Indomable'.
Fuerza mental
Fue un día gris cuando Ángel se encontraba en Irún, a pocos kilómetros de la frontera con Francia. Primero vino la tos y después el dolor. O las dos cosas al mismo tiempo. Es algo que no recuerda muy bien. Sí sabe que fue uno de los momentos más duros de esta aventura, aunque no iba a ser el último. «La única carretera por la que podía ir estaba atestada de grandes camiones y diluviaba. El arcén era estrecho y realmente me pasaban muy cerca. Cada vez que uno me adelantaba me salpicaba una ola de agua. Lo pasé realmente mal», rememora. Hubo momentos en los que quiso bajarse de la bicicleta. Cinco minutos, recuerda, le duraban esos amagos. «La física te dura durante tres o cuatro etapas. A partir de entonces comienza la lucha contra tu propia cabeza. Hay momentos que han sido como un sueño y momentos que han sido como un infierno», añade.


El itinerario de este reto refleja la voluntad de recorrer toda la península ibérica. Tras su paso por las distintas comunidades autónomas, Ángel se adentra en Portugal y vuelve a entrar a España por Lepe. Si los días eran calcados los unos a los otros, pasando por una dieta que se reducía a fruta, pasta y geles de proteína, compensaban los diferentes paisajes. «Eso y la gente maravillosa que me he topado por el camino», añade. «Cuando le contaba qué estaba haciendo, muchos me empezaron a recordar a algún familiar que habían perdido por el cáncer. Sentí que lo que estaba haciendo tenía todo el sentido».
La dureza mental de Ángel se puso a prueba otra vez a solo tres días de finalizar el recorrido y se lastimó el brazo. Con escayola hasta el hombro, pidió ayuda a un amigo para continuar en un tándem. «Esquivé los camiones en Irún y me hice más daño en la situación menos peligrosa», lamenta. El esfuerzo y el sacrificio ya ha merecido la pena. «Llevamos recaudados unos 6.000 euros y espero que en las próximas semanas sean más. Hemos puesto en marcha un bizum y la venta de ropa deportiva. Los ingresos irán para la lucha contra el cáncer y la ELA», sostiene.
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