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Una planta de marihuana
La cucaracha ya tiene marihuana que fumar
Turismo cannábico en tarragona

La cucaracha ya tiene marihuana que fumar

Libros y discos que llevarse para pasar un fin de semana en Rasquera, el pueblo que quiere instalar una plantación de cannabis

MIGUEL PÉREZ

Jueves, 15 de marzo 2012, 13:09

Ya lo decía el más popular de los corridos mexicanos. La cucaracha no puede caminar porque le falta marihuana qué fumar. Pues bien, ahora, las cucarachas tienen la oportunidad de ser felices en Rasquera. Por fin pueden correr como conejos. Lo último en materia de turismo cannábico consiste en visitar este pequeño pueblo agrícola de la provincia de Tarragona, que se salió del mapa hace unos días al acordar su pleno municipal alquilar una finca a una asociación de autoconsumo de la mencionada planta al grito de "frente a la crisis, maría". Pronosticó Zapatero en su día que veía brotes verdes en la economía y este ayuntamiento lo confirma: espera crear 40 puestos de trabajo y recaudar 1,3 millones de euros en dos años por el alquiler de los terrenos y los beneficios que se deriven de proyectos de investigacion sobre el uso terapéutico del cannabis. Para quienes se planteen conocer este singular municipio de poco más de 900 habitantes, aquí van varias propuestas de libros y música que no deberían faltar en la maleta. Buen finde y respirad hondo que bien sabido es que el aire del campo, además de sano, coloca.

Aleister Crowley. Cualquiera de sus ochenta libros bastan para darse cuenta de lo alienante de experimentar con todo tipo de drogas, desde la maría hasta el peyote y la cocaína. Mago ocultista, poeta, novelista y fundador de la secta de los thelenitas, cuyos principios dejó escritos en 'El Libro de la Ley' durante un viaje a Egipto, nació en 1875 en Inglaterra, creó su propio templo en Sicilia y lideró la Ordo Templi Orientis. Provocador nato, escandalizó a la sociedad victoriana con sus discursos (extremadamente prácticos) sobre el amor libre y las drogas. Viajero incansable y experto himalayista, hay quien le elogia como un adelantado a su tiempo y un gran conocedor de la cultura oriental, aunque otros subrayan su dedicación al esoterismo, el satanismo, sus rituales y su egomanía. No en vano, él mismo se puso el apodo '666' y sus conocidos le denominaban 'la bestia'. Incluso Mussolini le expulsó de Sicilia tras varios escándalos en su orden. Nada extraño: se dice que le gustaba colgar a sus parejas sexuales del armario. Murió en 1947, pero su obra ha servido de inspiración a individuos como Ozzy Osbourne, Jimmy Page o los mismísimos Beatles, que le incluyeron en la portada del 'Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band'.

Bob Dylan y los Beatles. Al Aronowitz, conocido periodista musical estadounidense y antiguo mánager de The Velvet Underground, fue el artífice del primer encuentro entre Bob Dylan y los Beatles en un famoso hotel de Nueva York en 1964. De allí salió Bob con una clara intención de electrificar su sonido y los de Liverpool con un colocón digno de un Grammy. La leyenda asegura que Dylan inició a Lennon y compañía en los mecanismos de la fumarola, pero lo cierto es que la musa María ya había visitado antes al fabuloso cuarteto. Otra cosa es que su representante, Brian Epstein, viviera en el limbo. Por cierto, Epstein comentó al término de aquella reunión que se vio a sí mismo caminando por el techo de la habitación. El humo, a veces, qué daño hace a los ojos. Las crónicas personales de Dylan o 'Meet the Beatles', el primer disco del grupo de Liverpool editado por Capitol Records en Estados Unidos precisamente en 1964, pueden venir bien para un atardecer en Rasquera.

'El comedor de hachís'. A los 17 años, Fitz Huhg Ludlow (1836-1870) se pasó varios meses ingiriendo abundantes cantidades de hachís a diario. Como si fueran berros. Volvió a repetirlo en ocasiones posteriores. En este libro, escrito a los 21, cuenta de un tirón y de manera frenética su experiencia gastronómica: cómo perdió contacto con la realidad, cómo su fantasía se volvió explosiva y de colores. Algunos dicen que se ve a Alicia en el País de las Maravillas. Otros, a Manu Chao. Pero Ludlow también relató cómo una espeluznante depresión le atacaba a su regreso al planeta Tierra y, finalmente, cómo pudo dejar el hábito. Ludlow no era un loco. Terminó la carrera de medicina, sentó algunas bases de los procesos de desintoxicación y fue una firma habitual de las revistas literarias de Nueva York. Mark Twain confíaba plenamente en su criterio para evaluar sus obras. Se supone que antes de cenar su ensaladita. La contracultura norteamericana y la generación beatnik le ensalzaron. Murió a temprana edad. De tuberculosis y adicción al opio. Pese a lo que pudiera parecer, para muchos 'El comedor de hachís' es un libro que alerta de los peligros de la droga. Este cronista solo puede añadir que las personas que ha conocido que en algún momento han cocinado galletas, bizcochos, pastel ganja y platos del estilo con hachís solo consiguieron un corto viaje: hasta meter la cabeza dentro del inodoro. Eso sí, durante horas.

La enciclopedia de jazz. Louis Armstrong estaba una tarde con Billie Holiday fumando un canuto en un hotel de San Francisco cuando un terremoto estremeció la ciudad. Nada más percibir el movimiento de las paredes, el genial trompetista solo acertó a asombrarse de la portentosa calidad de aquella marihuana. En su momento, el intérprete de 'What a Wonderful World (malotes, no saquen conclusiones, que la canción va de las pequeñas cosas cotidianas que nos alegran el día y entre ellas no figura el fumar) y otros grandes del jazz de la talla de Dizzy Gillespie, Jimmy Dorsey, Count Basie o Cab Calloway tuvieron problemas con la ley por su real o presunta adicción al hachís. También es cierto que, en los pasados años 30, el director de la Oficina Federal de Narcóticos de Estados Unidos, Harry Anlinger, agobiado por la presión del Gobierno y de los ciudadanos por la falta de resultados en la lucha contra la droga, decidió emprender una potente campaña mediática arrestando a decenas de conocidos jazzmen. Llegó a decir que había más bandas de jazz en la cárcel que tocando en los clubes del país. Una exageración, que no exculpa que el mundo del jazz fuera, efectivamente, una gran vía de difusión de la 'marijuana' (como la denominaban los mexicanos) en la sociedad americana. Los músicos afirmaban que abría la mente. Aunque lo malo venía después. Como advirtió la cantante canadiense Joni Mitchell, la euforia dura 15 minutos. Luego, la falta de creatividad es aplastante.

Piloto Cannabis. Hala pues, chingones. Sobre la marihuana se ha compuesto un repertorio infinito. Desde Serge Gainsbourg hasta Ska-P, el hachís tiene más canciones que Eurovisión. Pero nada como este narcocorrido de Larry Hernández para sumir en trance a todo el Mediterráneo entre Rasquera y Torrevieja. Con la Cessna de la Cronic comencé la levatona / Te pega en unos minutos / como el Acapulco Gol / te deja bien / tranquilito y el cerebro zumbadon. Pues eso, fiesta en Benidorm.

Grateful Dead. Si existe un grupo que ha ejemplificado como ninguno la psicodelia inherente al consumo de hachís y de otros estupas (véase LSD), ese es Grateful Dead. La banda californiana superó en sonido, calidad y actitud a la mayoría de los militantes del denominado rock psicodélico. Tampoco se quedó atrás fumando. Combinaban rock, blues, country y folk y sus conciertos eran un delirio: a) porque no se sabía bien si sus miles de seguidores, los 'deadheads', iban por la música o la fiestuki. b) porque duraban hasta el amanecer, como el exlehendakari Ibarretxe cuando quería dialogar. c) por su dominio instrumental, ya que la cosa lisérgica permitía a cada miembro alumbrar insólitos y eternos solos, especialmente espectaculares cuando intervenían las dos baterías. d) porque la gente sabía que vivían en comuna y eso, en los 60, molaba, aparte de que se cruzaban apuestas sobre las veces que la Policía registraba su casa. e) porque el rollo paz y amor atraía a los hippies e invitaba al revolcón sobre el cesped. f) porque te quedabas sordo, pero a gusto: Grateful Dead invenó un sistema de sonido consistente en un impresionante bloque de altavoces unidos detrás del escenario que aseguraban la posibilidad de escuchar el concierto a cuatrocientos metros de distancia. Debía despeinarles, pero se ha comprobado que los porros atenúan las sensaciones físicas. Por cierto, el malogrado cantante y guitarrista del grupo, Jerry García, vendió parte de aquella instalación a un profesional en equipos para conciertos, que buscó mejorar la calidad de los monitores sustituyendo las membranas de papel por... cáñamo, la fibra de la planta de cannabis. Antes de hacer la maleta para Rasquera, es conveniente saber que durante este año se irán editando varios discos de Grateful Dead que recuperan material de sus archivos, como ya se hizo con la colección Dick's Pick en 2005.

'Marley'. Y no se puede cerrar la maleta sin 'Marley', el documental sobre el legendario intérprete de reggae que ha dirigido Kevin MacDonald, autor de culto y realizador, entre otros filmes, de 'El último rey de Escocia'. La obra fue preestrenada el pasado 12 de febrero, aunque su puesta de largo mundial tendrá lugar a mediados de abril, en coincidencia con el lanzamiento de un triple disco que la casa Island Records editará con la banda sonora y todos los éxitos del mito rastafari. 'Marley' supone, según su director, el retrato íntimo y humano del compositor jamaicano; la faceta menos conocida y más controvertida de la superestrella del gueto, al que en la biografía 'No woman, No Cry', su viuda, Rita, le describe como un músico genial, pero tacaño y violento. En el documental de MacDonald intervienen sus familiares y amigos y todo el metraje se documenta con un vasto e interesante material inédito, tanto personal como de las actuaciones del creador de 'I Shot the Sheriff'. Un consejo final: si la primavera lo permite, nada mejor que recuperar para ese finde inolvidable en Rasquera la camiseta tradicional de Bob Marley, aquella en la que su rostro aparece junto a una planta de cannabis. Y si se cruzan con Charlie Sheen, se la regalan.

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