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¿La Virgen de la Esperanza es obra de Pedro de Mena?
pasión del sur

¿La Virgen de la Esperanza es obra de Pedro de Mena?

La Dolorosa de una iglesia de Viena guarda parecido con la que cierra el Jueves Santo

JESÚS HINOJOSA

Miércoles, 7 de marzo 2012, 14:48

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La atribución de las imágenes procesionales cuya autoría no está documentada ha sido siempre objeto de controversia entre los estudiosos de la materia, sobre todo cuando se trata de tallas que gozan de una gran popularidad y devoción. En el caso de la Semana Santa malagueña, todavía existen titulares de importantes cofradías que generan debate a la hora de suscribirlos a un taller u otro. No obstante, gracias a nuevas investigaciones y descubrimientos, movidos por el enorme interés que despierta el fenómeno cofrade, cada vez existen más fuentes a las que recurrir a la hora de poner firma a la belleza de un Cristo o una Dolorosa. En ese sentido, un buen ejemplo es el estudio realizado por el profesor Juan Antonio Sánchez López y Sergio Ramírez González sobre la saga de los Asensio de la Cerda, un trabajo que fue adelantado por este periódico (ver SUR 10/2/2006).

En esa dinámica de permanente inquietud de los amantes de la Semana Santa por conocer quién dio forma a las imágenes procesionales, surge un nuevo elemento que este periódico quiere poner de manifiesto con el único ánimo de abrir una puerta hacia posibles estudios de los entendidos en la materia. Se trata de la autoría de la que posiblemente sea una de las Dolorosas más populares de la Semana Santa malagueña: María Santísima de la Esperanza.

Intervención

Fue a raíz de la última intervención sobre esta imagen, la realizada por el imaginero sevillano Luis Álvarez Duarte, cuando se dejó caer la posibilidad de que la Virgen que camina sobre romero cada Jueves Santo saliera del taller de uno de los imagineros más afamados del barroco español, esto es, Pedro de Mena. La atribución lanzada por Álvarez Duarte no tuvo suficiente eco mediático, aunque sí que caló en los directivos de su archicofradía, quienes reconocen que hay varios estudios en marcha con el propósito de sustentar esa teoría.

Un elemento que puede servir de gran ayuda para ese objetivo se encuentra a bastante distancia de Málaga, pero ofrece una respuesta cuanto menos inquietante al respecto. Hay que recorrer 2.828 kilómetros para llegar a Viena y, dentro de esta hermosa ciudad imperial, dirigirse a la iglesia barroca de la Santísima Trinidad, donde pasa casi desapercibida, en una de sus capillas laterales, una urna que contiene el busto de una Dolorosa que en nada tiene que ver con las imágenes de las antiguas iglesias austríacas.

Se trata de una talla de procedencia española que los responsables actuales del templo, construido a principios del siglo XVIII, tienen como una de las obras de arte de más valor de cuantas alberga. No en vano, la tienen catalogada como obra de Pedro de Mena y Medrano entre los años 1662 y 1663, etapa en la que el gran escultor del barroco desarrolló su trabajo en Madrid. Según figura en la guía turística del templo, la imagen fue traída desde España por la orden de los trinitarios.

A diferencia de otras Dolorosas de Mena, ésta muestra un dolor mucho más contenido. Parece como si el llanto cesara por un momento para dar paso a una expresión de cierta serenidad en el rostro de la imagen, que mira al frente como buscando la mirada de quien la contempla. Es como si la belleza de María ganara por unos momentos al trance de su amargura. Todo ello con unas características morfológicas que hacen recordar a la Virgen del Jueves Santo malagueño: la Esperanza.

La comparación entre ambas obras de arte resulta complicada porque la conservada en Viena apenas si ha tenido retoques o restauraciones y el aspecto actual de la de Málaga es fruto del resultado de numerosas intervenciones que a lo largo de los siglos han variado su aspecto. No obstante, existen elementos que todavía conserva la Esperanza malagueña y que encajan con la que podría ser su homologa vienesa.

Uno de los que más llama la atención a primera vista es que el corte del rostro, es decir, el recorte de la mandíbula, la posición de la boca y el trazado de la nariz, es muy similar en ambas imágenes. Si bien es cierto que la Esperanza malagueña ha experimentado intervenciones derivadas sobre todo de los desperfectos que sufrió durante los sucesos de los años treinta del pasado siglo, puede que todavía queden en ella rasgos de su primitivo aspecto que, pese a las intervenciones desarrolladas por escultores como Adrián Risueño o el propio Álvarez Duarte, permanezcan en la obra. En ese sentido, la coincidencia del modelado de los rostros de ambas imágenes llama la atención.

Como también lo hace el rasgo que, en una primera apreciación, puede hacer desistir de la comparación entre ambas tallas pero que, sin embargo, se convierte en un elemento clave para relacionarlas. Se trata del entrecejo, que en la obra vienesa de Mena se eleva hacia la frente. A poco que se repare en las formas de la cara de la Virgen de la Esperanza se descubre que el modelado de las cejas responde a ese entrecejo elevado que es propio de la mayor parte de las Dolorosas de Mena. Sin embargo, las modas cofrades corrigieron con policromía lo que el autor de la talla trazó con las gubias.

Cejas cambiadas

Así lo reconoce Alberto Salinas, archivero de la Archicofradía de la Esperanza, y una de las personas que está más acostumbrada a ver fotos de la imagen de la Virgen. En los testimonios gráficos más antiguos que se conservan de ella ya aparece con el entrecejo modificado mediante un nuevo trazo para las cejas que en nada tiene que ver con el modelado que se observa aún en la talla. ¿Un cambio practicado ya en el siglo XIX para que se pareciera a otras Dolorosas de la geografía andaluza y, más concretamente, sevillana?

La Dolorosa de Pedro de Mena que se conserva en la iglesia de la Santísima Trinidad de Viena provoca cuestiones que pueden ser al mismo tiempo preguntas y respuestas. Si el inigualable escultor granadino realizó para la orden dominica que todavía regenta la iglesia de Santo Domingo de Málaga un Cristo Crucificado de leyenda que todavía es recordado como una de las mejores obras del barroco y una imagen de la Virgen de Belén que rompió moldes, ¿por qué no iba a dejar también en el templo un bello ejemplo de sus renombradas Dolorosas?

El interrogante sigue abierto hasta que no pueda demostrarse documentalmente la autoría de Esperanza. No obstante, el busto conservado en la capital de Austria aporta una nueva línea de investigación que ya fue apuntada por Álvarez Duarte durante su última intervención en la imagen que más pasiones levanta la madrugada del Viernes Santo. Saliera o no de las gubias de Pedro de Mena, su dolor contenido sigue arrastrando multitudes sobre ramas de romero.

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