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José Tomás volvió a triunfar ayer de Granada en una actuación premiada con tres orejas y un rabo. / RAMÓN L. PÉREZ
José Tomás y Luque salen a hombros en una tarde histórica en Granada
CULTURA Y ESPECTÁCULOS

José Tomás y Luque salen a hombros en una tarde histórica en Granada

Dos faenas memorables, tres rabos y un indulto en una corrida de buen juego de Núñez del Cuvillo en la que Javier Conde anduvo desafortunado con su lote

F. MARTÍNEZ PEREA

Sábado, 13 de junio 2009, 03:23

Se barruntaba. José Tomás, como siempre, dispuesto a todo. Y en los tendidos de Granada, fervor desatado. El maestro, el ídolo, en estado de gracia y los incondicionales, en trance. Tenía que ocurrir algo grande y ocurrió. Desmesurado el toreo de José Tomás. Tremendo el toreo del diestro de Galapagar y tremendo también un joven de 21 años, natural de Gerena, que quería su cuota de gloria, y la consiguió con una faena de las que dejan huella y ante un toro bravo que se ganó por su nobleza, por su codicia y por su fondo, el derecho a seguir viviendo. Tres rabos cortados, un indulto, y delirio generalizado. Tarde histórica la de ayer en la Monumental de Frascuelo. El mejor José Tomás visto nunca. También, el mejor Daniel Luque. El maestro consagrado y el joven que aspira a serlo. Competencia hermosa en el ruedo.

Javier Conde, ceremonioso, con destellos de incuestionable calidad, con personalidad, con arrebatos de gusto, había firmado dos faenas que no terminaron de romper porque sus dos oponentes, aunque nobles, tenían las fuerzas justas. Se gustó el malagueño en pasajes aislados, pero faltó rotundidad. Tuvo que sobreponerse, además, a un golpe de calor que hizo necesaria su reanimación en la enfermería.

José Tomás, con su primero, igualmente justo de fuerzas, dejó ya algunas credenciales de figura máxima. Verónicas de recibo templadas, escalofriantes chicuelinas y una media suprema. Y con la muleta, toreo de inicio al natural largo y profundo. Enorme temple. Enfervorizado todo el público. No duda en traspasar esa línea imaginaria que da mucho, pero puede quitar la propia vida. Y lo hace con pasmosa frialdad y facilidad, con asombrosa plasticidad. Épica y estética de la mano, casi nada. Gozo y angustia, ayer mucho más de lo primero. Pura emoción. Faena macizada con un espléndido toreo en redondo, pero no resuelta contundentemente con la espada. Pinchó antes de cobrar una estocada ligeramente desprendida y sólo pudo pasear una oreja.

Puro y supremo

Pero el José Tomás supremo, cumbre, tenía que aparecer y lo hizo. Desde el recibo capotero hasta el estoconazo final, todo puro, todo sin tacha. Imponente la dimensión de su toreo, imponente la dimensión. Series largas, templadas, con ritmo, con los pies clavados, sin inmutarse. De frente, quieto. Antológicos los naturales, varios de ellos de verdadero ensueño. Un kikiriki, una trincherilla. Esencia pura. Molinetes invertidos. Una locura la plaza. Música de fondo, palmas por bulerías y una formidable esto cada, de rápido efecto. Apoteósico final. Faltó tal vez el indulto de ese quinto toro, el mejor de la corrida.

Sobreponerse a tanta emoción y portentosa demostración de torería de José Tomás parecía tarea imposible, pero no lo fue para Daniel Luque, que es joven, con la osadía de quien aspira a lo máximo y tiene, además, valor por arrobas. El sevillano había paseado el rabo de su primer oponente por una faena un punto acelerada que tuvo su punto de inflexión en los cambios de manos, en lo que ya se ha dado en llamar las luquesinas, pero que hubiera estado suficientemente premiada con las dos orejas.

Pero si cuestionable pudo ser este máximo trofeo, incuestionable fue el que logró con el sexto por la vía del indulto. El toro, de salida, sembró algunas dudas, pero fue a más, como a más, a mucho más, fue la faena de Luque. Tranquilo, con las ideas claras, poderoso, con mucha torería, el sevillano completó una labor inconmensurable. Garbo en el capote, imaginación, quietud y temple con la muleta, tauromaquia generosa, toneladas de gallardía y raza. Y un burel, castaño de pelo, de nombre 'Miraflores', encastado, bravo. Granada rendida en una tarde histórica ante el joven espada.

Daniel Luque simuló la suerte suprema porque la presidencia, consciente de la apoteosis, sacó al mismo tiempo los tres pañuelos blancos y el naranja del indulto. Ningún epílogo mejor para una tarde memorable. José Tomás y Daniel Luque, por la Puerta Grande de Granada en compañía de Álvaro Núñez del Cuvillo y del mayoral de la ganadería.

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