Alpiste para el cainismo

SI Sarkozy ya era un mito sentimental de la derecha española, seguro que desde ahora es un héroe secreto después de sostener que probablemente Zapatero no sea muy inteligente. Incluso con el subjuntivo difuso y esos adverbios inconcretos, muchos habrán oído lo que llevaban tiempo deseando oír pero nadie terminaba de pronunciar: que Zapatero es bobo. No ya un tipo simplón o inmaduro, términos con que a menudo sus rivales bordean esa idea sin pisar explícitamente el charco semántico, sino una inteligencia menor. Ayer los blogs repicaban como campanarios en la pascua de resurrección -algunas ediciones con centenares de comentarios celebrando el agravio del Pequeño Napoleón con un catálogo ampliado de injurias- y éste era el titular líder de las ediciones digitales incluso cuando el Elíseo ya había hecho un desmentido.

En definitiva, conocida la arrogancia del 'petit Napoleon', nadie cuestionaba la veracidad de esa filtración que también menospreciaba la inmadurez de Obama o a la propia Merkel. Pero además de la chulería de Sarkomán -un tipo capaz de hacer editar a su publicista cómo sedujo a Carla Bruni autorretratándose como un cruce de casanova y donjuán- ahí se une el cainismo carpetovetónico. En España triunfa el pensamiento de trinchera, el agravio sin matices, el vinagre en las heridas, la convivencia a coces, ya sea en la masa crítica de la derecha retratando a Zapatero como un idiota o en la masa crítica de la izquierda retratando a Aznar como un canalla, en unos vitoreando aquellos improperios de Chávez o Fidel y en otros esta invectiva de Sarkozy. Ahí queda la reacción hipócrita del portavoz del PP con una defensa formal de Zapatero como excusa para añadir que «probablemente Sarkozy tiene razón». Bueno, es difícil imaginar otro país donde un líder político avale una afrenta al presidente desde una cancillería exterior, pero en España es posible porque nada excita tanto el entusiasmo del público como el cainismo.