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Fujimura reconoció el engaño en 2000. / AP
Recelos, diagnósticos erróneos y polémicas
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Recelos, diagnósticos erróneos y polémicas

El exceso de celo hizo pasar por falsos descubrimientos como la cueva de Altamira

J. A.

Martes, 2 de diciembre 2008, 03:23

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Muchos descubrimientos arqueológicos han resultado ser fraudulentos, pero también se han dado casos a la inversa, en los que un descubrimiento real fue tachado de impostura por las autoridades académicas del momento por error, falta de información o cortedad de miras. El caso de Altamira es el ejemplo más famoso y a la vez uno de los más tristes.

Las pinturas de la cueva de Altamira fueron descubiertas en 1879 cuando el yacimiento estaba siendo excavado por Marcelino Sanz de Sautuola. Fue su hija María, de 12 años la que reparó en los dibujos de «toros» que decoraban el techo mientras curioseaba por la cavidad. Los animales eran en realidad unos bisontes pintados a dos colores de los que Sanz de Sautuola dio cuenta en una pequeña publicación.

Aunque los arqueólogos de la época ya tenían constancia de que el hombre prehistórico decoraba algunas de sus herramientas, el arte rupestre era todavía desconocido. Los principales prehistoriadores de la época, con Émile Cartailhac a la cabeza, dieron la espalda a Sanz de Sautuola y afirmaron que las pinturas eran falsas. Se habló de un montaje clerical para desprestigiar la arqueología y hasta se identificó al pintor supuesto autor del fraude.

Pero el descubrimiento en Francia de otras cuevas decoradas como La Mouthe, Les Combarelles y Font de Gaume obligó a los expertos a reconsiderar su postura. En un gesto de honradez académica, Cartailhac reconoció su error en un artículo publicado en la revista 'L'Anthopologie' en 1902. El texto, titulado 'Mea culpa de un escéptico' era una explicación razonable de su rechazo inicial, además de una disculpa en toda regla. El arqueólogo señalaba que su escepticismo se debía a que no había casos comparables a la cueva de Altamira y que ésta era un hallazgo único. Desgraciadamente el artículo llegó demasiado tarde. Sanz de Sautuola había muerto en 1888.

Un caso similar pero menos conocido es el de la cueva de Rouffignac, en Francia. Frecuentada por exploradores desde el siglo XVI, nadie reparó en las pinturas prehistóricas que albergaba hasta 1956, cuando fue descubierta para la arqueología. Debajo de todo tipo de pintadas realizadas por los excursionistas durante siglos se escondían cientos de pinturas y grabados de animales, entre ellos la mayor concentración conocida de representaciones de mamut. Se trataba de un conjunto artístico tan excepcional que causó el recelo de varios expertos. El crítico más feroz fue el editor de 'Antiquity', Glyn Daniel, que inició una famosa polémica bautizada como 'La guerra de los mamuts'. Un documento firmado por varios expertos, entre ellos el español Martín Almagro, dio carpetazo al asunto al declarar como auténtico el hallazgo.

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