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MERCEDES PERIÁÑEZ
Jueves, 19 de junio 2008, 03:50
Empresario y sin pasado político. Dos ingredientes perfectos para formar parte del GIL. José Ignacio Crespo aterrizó en 1995 en el municipio esteponero de la mano de Jesús Gil Marín para desarrollar el proyecto político como su mano derecha. No en vano, las prolongadas ausencias del líder del GIL le convirtieron en la mayor parte del tiempo en el alcalde accidental de la ciudad. El uso de la autoridad y el despotismo fueron los pilares de estos años de gestión. De hecho, sus primeros pasos en la política estuvieron salpicados por la denuncia de un joven por una supuesta paliza en el puerto deportivo de Estepona.
Agresivo en su vocabulario y rodeado de guardaespaldas, fue uno de los baluartes del fuerte carácter que profesaba el gilismo. Llegó a ser el candidato del GIL a la Junta de Andalucía en las elecciones de 1999. El proyecto no dio resultado y tras un paréntesis en la política optó por formar su propio partido: el Partido Estepona (PES).
El paso del tiempo suavizó la actitud de este abogado de profesión. Si bien, la tozudez sigue siendo una de las principales características de su personalidad. Pocos se atreven a rebatir sus planteamientos, que defiende con vehemencia. Las discusiones dentro de su partido jamás han salido a la luz pública y sus compañeros nunca han criticado sus decisiones o su actitud.
Su oratoria es una de sus grandes bazas políticas. Capaz de rebatir cualquier discurso, ha demostrado en numerosas ocasiones su capacidad para llevar a su contrincante a su terreno. Provocador y con gran capacidad de dialéctica ha sido protagonista de sonados rifirrafes con sus compañeros de Corporación. Uno de los más polémicos se produjo hace escasos meses durante un pleno y requirió la intervención de la Policía Local para evitar que llegara a las manos con el concejal socialista, Francisco Zamorano. Llamó al edil del PSOE, entre otras cosas, «miserable».
«Bestia negra»
Consciente de su fuerte personalidad, se define a sí mismo como «la bestia negra» del alcalde de Estepona, Antonio Barrientos. Fue su socio de gobierno pero se convirtió en uno de sus acérrimos enemigos tras un fracasado matrimonio político en el último mandato. Pocas palabras de gratitud se profesan en la actualidad. Y muchos son los reproches que se han echado en cara desde entonces.
Su gestión al frente de las empresas municipales del GIL ha estado bajo sospecha desde hace décadas. La sombra de la investigación del Tribunal de Cuentas por cantidades sin justificar durante el gobierno del GIL le persiguió hasta hace unos meses. El máximo órgano fiscalizador le condenó a devolver -junto a otros ex ediles- casi un millón de euros sin justificar.
Crespo restó importancia a los hechos y no se planteó en ningún momento dejar la política. «Que por 920.000 euros en un cómputo de miles de millones de pesetas, se pueda deducir que no se vigiló al gerente, me parece cuando menos, discutible», dijo entonces.
Original del municipio abulense de Arenas de San Pedro, tras varias décadas en el municipio se siente fuertemente vinculado a la localidad. Casado y con hijos, su mujer es uno de los pilares de su vida.
Popular
Su amabilidad y su trato afable son dos de las cualidades que le han servido para meterse en el bolsillo a muchos vecinos del municipio. Siempre atento y con una abrumadora sonrisa, muchos han encontrado en su capacidad de liderazgo una cualidad imprescindible. Convirtió la sede de su partido político a finales del anterior mandato en casi una segunda casa para sus miles de militantes. Jamás faltaba un café o un refresco que ofrecer a quienes se acercaban a ella. Hasta asesoramiento jurídico o clases de yoga podían recibir en estas instalaciones.
Esta actitud también se ha dejado ver en una política marcada por importantes tintes de populismo. Celebraciones con tarta para cientos de vecinos, entrega de televisiones de pantalla plana a asociaciones y colectivo o donaciones a clubes deportivos del municipio... No han faltado los intentos para ganarse la confianza de los vecinos.
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