Sopla un cierzo, por Aurora Luque
AURORA LUQUE
Sábado, 22 de diciembre 2007, 01:39
ME río sola con el relato de una profesora universitaria, a la que un alumno le quiso corregir el manual. Allí donde decía «contumaz» ¿no ... había un error y debía poner «contrimás»? Me acuerdo de cosa parecida, que me ocurrió dando de leer a los chavales -en este caso de 2º de ESO- «El fantasma de Canterville». En un pasaje se describía un atardecer de colores intensos y entre los tonos crepusculares estaba el bermellón. -Profesora, aquí se han equivocado. Tiene que poner «merdellón»-. Ese año decidí dejar de dar clases en la ESO, y no por ese detalle simpático, sino porque adivinaba la etapa terroríficamente ingrata que se avecinaba. Invité a los últimos alumnos de COU a una comida griega, sabiendo que se cerraba un ciclo histórico.
Recuerdo cómo conocí al entrañable fantasma de Canterville. Era cuando la tele blanca y negra de los primeros setenta, la TVE, no la Primera, sino la Única, emitía a las ocho y media la «Novela», aquellas adaptaciones tan escuetas como voluntariosas de obras clásicas: Dumas, Víctor Hugo, las Brontë, el mismo Oscar Wilde, Pedro Antonio de Alarcón...Nada parecido -en cuanto a dignidad literaria- puede verse hoy. A veces llega una superproducción francesa (casi los únicos europeos que parecen orgullosos de su tradición literaria) con Depardieu siempre en el lote.
Hemos entrado irreversiblemente en una cultura de la imagen, me advierten. De la Imagen Mediocre. La imagen no alimenta el desarrollo discursivo del pensamiento. No te enseña los adjetivos: utiliza el bermellón, pero deja al que la consume ayuno de nombres. Escarlata y carmesí, granate y coral, púrpura y colorado, cárdeno y magenta son solo números en el Pantone.
En el bachillerato siguen produciéndose simpáticas confusiones. Antes de Navidad doy a los alumnos, a modo de himno pacifista y pagano, ese conmovedor poema de Antonio Colinas que evoca la agonía de un legionario romano en una helada llanura del norte de Hispania. El moribundo dice la verdad: «Oh dioses, cómo odio la guerra mientras siento/ gotear en la nieve mi sangre enamorada». El campo de batalla está lleno de escorias humeantes, de cuerpos destrozados de caballos y hombres. «Sopla un cierzo que apesta a carne corrompida». -¿Conocéis qué significan las palabras del texto? Todos asienten. -¿Y qué es el cierzo? -Pues eso que se quema en Semana Santa en las iglesias.
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