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Carmen Ramírez
Martes, 2 de octubre 2007, 04:01
La televisión podía ser una fuente muy importante de noticias, de información y de entretenimiento para innumerables familias. La televisión podía enriquecer la vida familiar, podía acrecentar su cultura, unir más a sus miembros y promover su solidaridad hacía las personas. Nunca había conocido la humanidad, -hasta hace unos años- un vehículo que transmita ideas y costumbres a tantos millones de personas y con tanta rapidez.
Pero por desgracia, se aparta de ese gran servicio del bien común al que está llamada difundiendo mensajes distorsionados o información manipulada, transmitiendo publicidad de explotación, exaltando falsas visiones de la vida que obstaculizan la realización del reciproco respeto de la justicia y de la paz.
Al final se termina hablando, reaccionando y viviendo según los modelos que propone la televisión. Se necesita una televisión de calidad y sobre todo nuestros hijos merecen una televisión que no atente contra sus derechos, ni contra su correcto físico o mental y que les aporte un entretenimiento adecuado.
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