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Miércoles, 29 de agosto 2007, 11:13
ÓMO llega a Málaga un recio castellano de la añeja Zamora?
Porque me destinaron de bibliotecario al Hospital Carlos Haya en 1974. Yo trabajaba en Burgos dando clases. Me licencié en Literatura Hispánica en la Universidad Complutense.
¿Prefería usted el mundo de las bibliotecas al de la docencia?
No, no. Lo que pasa es que no salían oposiciones. De hecho, estando en Málaga, me llamaron para trabajar en el instituto de Torremolinos, lo que me habría permitido acceder a unas oposiciones restringidas, pero no acepté. Creo que me equivoqué, porque me gustaba más la docencia.
¿Cómo entró en el proceloso y a veces turbio mundo de la política?
Pues verá: la cosa fue así. Yo daba clases en el Colegio Menor Mediterráneo. Había un problema y una comisión de profesores fuimos a una reunión. Eran los comienzos de la UCD. Salí de esa reunión con la ficha hecha y afiliado al grupo socialdemócrata de Fernández Ordóñez. Conmigo estaban mis amigos Adolfo Crespo y Andrés García Maldonado.
¿Fue usted de los que corrió delante de los 'grises' en su juventud?
Claro. En aquella época, estuvieses metido en política o no, corrías. Una vez, desde un caballo, un policía me cruzó el cuerpo con una porra de las que vibraban. Yo tenía el peligro de ser alto, llevar el pelo largo y barba. Se me veía muy bien.
Adolfo Suárez es de Ávila y usted, de Zamora. ¿Cómo se conocieron?
Estando en la UCD. Ha sido el personaje más importante e impactante que he tratado en la vida política y personal. Sufro muchísimo por su situación actual. Estuve con Suárez en la UCD, le seguí al CDS y me marché de la política cuando lo hizo él.
Usted fue diputado provincial de Cultura y se convirtió en un peso fáctico del mundo cultural a principios de los años ochenta, ¿verdad?
Bueno, ocupé ese cargo de 1979 a 1983. Esa corporación de la Transición, presidida por Enrique Linde, fue magnífica. El trabajo era común y las peleas que manteníamos acababan al salir de la Diputación o del Ayuntamiento. Y a partir de ahí no había rastro de enemistad.
¿Dejaron de saludarle muchos supuestos amigos cuando ya no tenía un cargo político con mando en plaza?
Alguno que otro. Es cierto.
¿Se sintió como una especie de llanero solitario cuando en las elecciones andaluzas de 1990 fue candidato a la presidencia de la Junta de Andalucía por el CDS?
Pues, hombre, sí. Y la verdad es que había una amplia representación de periodistas siguiendo mi campaña. Pero dicho esto, me sentía como Adolfo Suárez. Cuando íbamos por un pueblo, la gente salía a las puertas de sus casas a aplaudirle, pero no se acercaban. Suárez siempre decía: «No me aplaudan tanto y vótenme más».
¿Se ha sentido solo ante el peligro muchas veces?
Sí, sí, sí, porque la política te deja momentos muy buenos, pero también otros muy malos. La política es poco agradecida. Donde me he sentido solo, literalmente, es en el tema, tan sangrante para mí, de luchar por mantener el Asilo de los Ángeles.
¿Por qué abandonó la política activa?
La marcha de Adolfo Suárez. No hay otro motivo. En 1993, cuando él se fue, yo también me retiré.
De donde no se retira es de la presidencia del Patronato del Asilo de los Ángeles a pesar de los malos ratos que se ha llevado en más de 2o años en el cargo.
Llegué a ese puesto después de que Andrés Peralta España sufriese un ictus cerebral y tuviese que retirarse. La opinión de todo el mundo es que el asilo tenía que cerrarse. Sólo Andrés García Maldonado, Adolfo Crespo y yo dijimos que no. Adolfo era el director y a mí me nombraron presidente. Durante bastante tiempo he batallado para que no se cierre. Llevamos 15 años para terminar la reforma del edificio. Las obras ya están casi listas. Ahí sí que me he sentido solo. Las puertas que se me abrían para mí, se me cerraban cuando era para pedir para el asilo. Afortunadamente, hemos firmado un convenio con la Junta de Andalucía, lo que permite al centro seguir siendo acorde a sus estatutos, es decir, de beneficencia.
París bien vale una misa, ¿qué vale la sonrisa de un anciano?
Las sonrisas de un niño y de un viejo lo valen todo. La alegría de los ancianos me compensa de tanto esfuerzo que he hecho.
¿Están por fin acabadas las obras del asilo?
Hay terminadas dos plantas y estamos acabando la tercera con ayuda privada. Lo más importante es que hemos firmado el convenio con la Junta.
Usted ha sido bibliotecario de Carlos Haya. ¿Leen mucho los médicos?
Sí, bastante. Tanto en papel como 'on line'. Y, aunque hace ya dos años que no estoy en Carlos Haya, supongo que lo siguen haciendo.
¿Cómo recuerda sus casi diez años como portavoz del Hospital Carlos Haya?
Ese fue uno de los momentos más bonitos de mi vida. Fueron diez años magníficos. Me sirvieron para conocer el hospital todavía más. Logré una visión mucho más real y vi las necesidades que tenía.
Después de que le operaran del corazón le echaban azúcar en el pecho. ¿Qué sentía cuando se veía rebozado como un dulce?
Eso lo hicieron porque no se me cicatrizaba la herida tras haberme operado de un doble by-pass. Estuve 80 días hospitalizado y me operaron tres veces. Lo pasé muy mal. La idea del azúcar para lograr la cicatrización fue de una enfermera de la UCI. Venía todos los días el entonces jefe del servicio de cirugía cardiovascular de Carlos Haya, Norberto González de Vega, a echarme cinco o seis bolsitas de azúcar de la cafetería.
Usted ha sido profesor muchos años. ¿Es más difícil tratar con 30 adolescentes díscolos o con un compañero de partido resabiado?
Prefiero tratar con 30 chavales rebeldes que con un solo compañero resabiado. Sin dudas. Nunca he tenido problemas con los estudiantes.
¿A qué se dedica ahora?
Estoy jubilado desde junio de 2005 por una enfermedad laboral. Sigo con la presidencia del Patronato del Asilo de los Ángeles.
¿Un licenciado en Literatura Hispánica como usted qué tipo de literatura prefiere?
Yo me leo hasta los prospectos de las medicinas. Leo de todo. Me encanta la prensa. Diariamente, tengo que ver al menos un periódico local, otro nacional y otro deportivo, por aquello de mi afición al fútbol (es hincha del Real Madrid). Me gusta mucho la literatura histórica y soy un admirador de Antonio Machado, porque decía cosas que llegaban al corazón. ¿C
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