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TEXTO: CARLOS ZAHUMENSZKY
Viernes, 24 de agosto 2007, 04:17
EN el mundo de las nuevas tecnologías parece que está todo inventado. Los nuevos dispositivos simplemente parecen mejorar en calidad y prestaciones, pero no se tiene la percepción de que haya nuevos inventos bajo el sol. La causa de esto está en que el mercado tecnológico es una gran serpiente de la que sólo se conoce la cola. La cabeza, donde nacen las nuevas ideas, no se ve hasta que pasan varios años.
En realidad, cada artilugio nuevo que llega al mercado lleva meses o años inventado y ha pasado por un largo proceso de control de calidad y pruebas hasta llegar a una aplicación comercial. Por otra parte, los nuevos 'gadgets' están llenos de innovaciones internas que no son apreciables a simple vista. El sensor digital no es en sí mismo un aparato utilizable, pero contribuyó a revolucionar la fotografía hasta llegar al mundo que hoy conocemos. Otro tanto ocurre con el formato mp3, la pantalla OLED o los sensores de movimiento, cuyas aplicaciones son en la actualidad comunes en muchos aparatos. Los inventores de hoy son mucho más anónimos. Los avances científicos que veremos dentro de dos o tres años son llevados a cabo hoy por centros tecnológicos cuya tarea apenas se conoce hasta que una multinacional adquiere la patente.
España es un país tradicional de inventores que ha dado curiosos hallazgos al mundo. Son inventos que no suponen un avance tecnológico extraordinario, pero cuyo uso se ha extendido a lo largo y ancho del planeta. Sevilla es la cuna de inventos como la guitarra o los cigarrillos. El futbolín es obra del gallego Alejandro Campos. Igualmente, pocos podrían imaginar que la grapadora es un invento vasco. La compañía El Casco, que durante décadas se dedicó a la producción de armas en Eibar, tuvo que reconvertirse a raíz de la crisis de 1929. En esas fechas, sus fundadores, Juan Solozábal y Juan Olive, crearon esta popular maquinita de unir folios. Otro español, Ignacio Urresti, lanzó nada menos que el afilalápices en 1945.
La fregona y el chupachups son otros dos inventos españoles que hoy se utilizan en todo el mundo. La fregona fue descubierta por Manuel Jalón en 1956 y se probó con éxito por vez primera en Zaragoza. En 1958, el confitero catalán Enric Benat tuvo la feliz idea de adosar un palito a un caramelo. El resultado se llamó chupachups y fue el primer dulce en llegar al espacio en la MIR soviética.
Distintos premios
La inventiva española no se queda en adosar un palo a otro objeto ya existente. En la actualidad, muchos otros inventores trabajan en dispositivos para ayudar en el uso cotidiano. De hecho, la última edición del Salón de los Inventos de Ginebra, considerado el evento de estas características más prestigioso del mundo, se cerró con ocho galardones a proyectos españoles, entre los que se cuentan un sistema de anclaje de farolas que reduce la gravedad de los accidentes de tráfico o un sistema para las bicicletas que señaliza a los conductores de coche la distancia de seguridad a la que deben adelantar.
Asimismo, en la feria Imaginaria de Galicia también se han mostrado inventos como una barrera inflable para evitar inundaciones en locales o un aparato mecánico para la evacuación y salvamento de las personas en caso de que se produzca un incendio en un edificio.
En la otra punta del país, la empresa catalana MDI se encuentra a la vanguardia mundial en el desarrollo de motores alternativos a los de gasolina. Sus científicos llevan años trabajando en motores de aire comprimido cuya patente ya ha sido comprada por la empresa de automóviles Tata. El mundo de los inventos no cesa y cada año se registran más de mil nuevas patentes, aunque sólo un pequeño porcentaje llegan a comercializarse.
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