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PEDRO APARICIO
Sábado, 19 de junio 2010, 04:03
Conocí a Pepito 'el de Santón Pitar' hace treinta años. José Manuel Molina Gámez, que acaba de publicar y presentar un libro sobre la fiesta de verdiales, era todavía un niño. Oí su violín por vez primera en la Venta del Túnel, mientras el sol del mediodía derrotaba al frío. Era un 28 de diciembre, el primero que yo vivía como alcalde de los malagueños.
Aquel ayuntamiento sintió como primer deber la protección del patrimonio cultural malagueño 'superviviente'. Si esta tarea es importante en cualquier momento y para cualquier ciudad, en aquél y para la nuestra se trataba de un asunto de vida o muerte. Porque duplicar en veinte años el número de habitantes (250.000 a 500.000) es un 'shock' urbano de tal magnitud, que Málaga no sólo había perdido su identidad física, sino también la espiritual. Un componente importante de su alma popular eran los verdiales: canto, toque, baile y fiesta de inconfundibles rasgos mediterráneos. El apoyo municipal a los verdiales tuvo varios afanes: recuperar su pureza tras la 'dulcificación' melódica perpetrada durante años por 'Educación y Descanso', facilitar su aprendizaje por las nuevas generaciones, y conseguirlos para la gran ciudad. Explico esto último: respetando su origen rural, Málaga hizo suya -convirtió en urbana- esta música campesina y galante.
Aquella mañana de diciembre, un muchacho tocaba alternativamente guitarra y violín, con ritmo, claridad y fervor. Su panda era la de Comares, la del inolvidable Adolfo Romero y el gran Paco Maroto. Poco después, Pepe Molina participó, junto a sus maestros, en el esplendor de la fiesta. Enseñó toque y cante, ayudó a formar nuevos grupos -como su actual panda del Santón Pitar-, recuperó letras antiguas, llevó los verdiales por Europa, los interpretó ante los Reyes, investigó su historia, los grabó. José Manuel Molina se ha ganado un lugar de honor en la historia de la fiesta. Le adorna, además, una admirable personalidad: optimismo, laboriosidad, modestia, amabilidad, elogios de la persona ausente. definen a alguien de excepcional categoría humana.
Su reciente libro, editado por la 'Federación de Pandas de Verdiales', sufragado por la Diputación Provincial y titulado 'Fiesta de verdiales. Una aproximación a sus orígenes', contiene datos, hipótesis, investigaciones, curiosidades y bibliografía sobre el origen y los parentescos históricos de la fiesta. Con rigor y amenidad -una infrecuente combinación- Molina rastrea en el arte, las tradiciones y las leyendas de varios países mediterráneos. Para quien ame los verdiales o se interese por ellos, es una obra imprescindible. Pertenece al género, por desgracia infrecuente, de la divulgación culta.
Ahora puede aplicarse a Molina lo que escribió el genio complutense sobre Vicente Espinel: «No digo más sino que al cielo aspira / ora tome la pluma, ora la lira». Cambien 'lira' por 'violín' y les saldrá Pepe Molina. Para ganar el cielo, él ha elegido el camino más seguro. Consiste, como queda dicho, en tocar el violín y escribir un libro. En su caso, además, se trata de un buen libro sobre la fiesta de verdiales.
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