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Iván Gelibter
Domingo, 19 de febrero 2017, 00:35
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Desde el ya famoso «caranchoa» hasta las bromas del concejal de Ahora Madrid, Guillermo Zapata, y pasando por el controvertido tuit contra una mujer asesinada supuestamente por su marido esta misma semana, algunos comportamientos en redes sociales han dejado de ser un tema secundario para saltar a la primera línea del debate en el ámbito nacional.
No hace falta más que dar una vuelta por redes sociales como Facebook o Twitter para observar cómo los insultos y las expresiones de odio campan a sus anchas, aunque los motivos no parecen estar tan claros. Según la psicóloga experta en esta materia Rocío Carmona, dichos comportamientos son un reflejo de lo que realmente piensan los individuos. «Esto en la psicología está más que estudiado», explica. «Se trata de la psicología de grupo o de masas: una persona que está entre una masa que grita e insulta, se suma a ella porque no hay una responsabilidad individual. Si estuviera solo, probablemente no lo haría, pero eso no quiere decir que no tenga esa misma opinión al respecto, o que no sienta ese odio hacia algo o alguien», señala.
«El problema afirma Carmona «es que las redes sociales son una falsa masa, porque los mensajes quedan escritos y se puede filtrar uno a uno. Alguien puede pensar que en la soledad de su casa y su ordenador y como parte de una turba digital, puede agredir verbalmente a otro sin consecuencias, pero lo cierto es que sí las puede haber», apunta.
Además de esta psicología de masas, Rocío Carmona cree que las personas, en muchas ocasiones, prefieren seguir un proceso mental sencillo ante un estímulo como una información, que un análisis más crítico. «Esta comodidad a la hora de actuar se puede traducir en insultos o agresiones, aunque en ningún caso está justificado», sentencia.
Arturo Morán, especialista en márketing digital y redes sociales, se muestra totalmente de acuerdo con esta parte del análisis de Carmona, y para ello aporta un término preciso: el eco digital. Según su criterio, este eco digital parte del sesgo que existe en este tipo de redes.
«Para entender el concepto se puede poner el ejemplo del fútbol. Si yo soy seguidor del Real Madrid, solo sigo a perfiles del Real Madrid, y leo prensa deportiva exclusiva de Madrid, es evidente que mi opinión y mi relación con otras personas es muy sectaria. Si en ese momento un aficionado del Barcelona, que sigue mis mismas pautas, se cruza en mi camino, es más que probable que entable una convesación en términos muy desagradables, ya que se trata de alguien que intenta ir contra todo lo que yo pienso», relata.
En lo que también se muestra firme Morán es en la fina línea que separa el humor del insulto. «Creo que estamos apuntando mal. Los chistes de Zapata con las víctimas de ETA, o de César Strawberry sobre Carrero Blanco me pueden parecer desagradables, pero para eso hay un botón de dejar de seguir», asegura. «Me parece que en las redes sociales ocurren cosas mucho más graves, como la cuenta de Twitter de Mueren pocas, que hacía apología de la violencia machista, y por el que la Justicia no hizo nada en su momento», aclara. «Creo que hay temas en los que las las instituciones judiciales y políticas son más sensibles, y entre ellos no está, por ejemplo, el machismo», asegura.
En esta tesis de diferenciación de delitos está también el abogado penalista Manuel Huertas, que además lleva en la actualidad varios casos al respecto. «Un delito en redes sociales implica la publicidad del mismo, y eso es un agravante en delitos de odio, de incitación al odio o de injurias y calumnias», detalla. «Pero es evidente que no se aplica el mismo rasero: uno ya sabe que hacer chistes de terrorismo puede acarrear hasta dos años de prisión como el caso de Strawberry, pero si se hacen bromas e incluso insultos con mala intención con contenido homófobo, nadie hace nada», explica. Según su opinión, hay condicionantes políticos, pero también las empresas dueñas de las redes, a su juicio, no colaboran. «A veces hay que pedir comisiones rogatorias que tardan un mundo en responder», concluye.
El mundo youtuber
En cuanto a la otra rama del problema, el mundo de los youtubers, Arturo Morán pide «no criminalizar la herramienta». «Existen millones de canales con contenido muy interesante, aunque al final lo negativo, como en todo, es lo que más llama la atención».
En lo referente a casos como el citado «caranchoa», o el usuario que introdujo dentrífico en unas galletas para un indigente o el caso más reciente del gas pimienta a un repartidor de pizza, el experto dice que, «desgraciadamente», esto es lo que una parte de los jóvenes demandan. «Ahora son menos inocentes y quieren ver este tipo de cosas, porque también ellos son más chulos y tienen más desprecio por otros, aunque sea una parte. A su juicio, hace unos años se «criminalizaba» a la televisión por los contenidos que emitía, y ahora se hace con Youtube. «El problema no es el canal, lo que hay que analizar es por qué nuestros jóvenes quieren ver a otros jóvenes actuando de esta manera. Ahí está la clave», concluye.
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