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Las pandas de verdilales hacen su agosto al calor de la Feria de Málaga amenizando a los feriantes..
Platillos y violines se hacen con la fiesta en calle Larios

Platillos y violines se hacen con la fiesta en calle Larios

El cante y el baile por verdiales se cuelan por la arteria de la feria para invocar sones ancestrales de la cultura malagueña

Alvaro Frías

Domingo, 16 de agosto 2015, 16:22

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Con los brazos abiertos, la feria volvió a recibir ayer a miles de personas que acabaron zambullidas en la corriente de diversión y disfrute que emana sin descanso a los pies de las biznagas malagueñas. Ellas son las que dan la bienvenida a todos los que se acercan al centro de la ciudad para vivir un día de feria, sujetas a la pasión del rojo que las eleva en el marco de la puerta de su entrada.

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Bajo la portada, entre los brazos que se alzaban para guiar a aquellos más despistados que, recién llegados, no encontraban a sus aliados para perderse un día más entre la masa que recorría calle Larios, destacaba una vara con cintas de colores, que giraba enloquecidamente serena. Cada movimiento estaba meticulosamente estudiado, la sujetaba Alonso Martín, alcalde de la Panda de verdiales Aires del Torcal, que guiaba al estilo de Almogía a los violines, guitarras, panderos, platillos y castañuelas para marcar el verdadero ritmo de la feria.

Y es que ayer estos sones ancestrales de la cultura malagueña se hicieron con la fiesta en el corazón de la ciudad. La temperatura acompañaba de nuevo, una refrescante brisilla volvía a colarse entre las calles, empujando a los visitantes de la feria a disfrutar de ella desde que se cruzaba la portada, momento en el que el sonido de los platillos y los violines comenzaban a atraer a la masa.

Los corrillos tardaron poco en formarse. Los autóctonos reconocían rápidamente el sonido de los verdiales, que llevan impuesto en el ADN malagueño. Como Julia, que no se separaba de sus dos nietas vestidas con el mismo cuidado traje de flamenca, para que los verdiales comenzasen a calarles en los oídos.

Durante el año se muestran poco, solo en las grandes fiestas y concursos, que, alejados del centro, suponen algunos de los días más importantes para los que viven los verdiales. Por eso, en la feria, cuando las coplillas comienzan a retumbar entre los edificios que escoltan a la calle Larios, las gargantas se desgañitan.

Una de ellas es la de Alonso, aunque él prefiere que le llamen El Chumbo, que es su nombre artístico. Suavizaba su gaznate a base de cebada fresca, mientras afinaba las cuerdas de su guitarra: «A mi no me gustaban nada los verdiales, pero un día, mi tío me puso un disco de en el que se fusionaban con ritmos de piano y ahí me enganché para siempre. Por eso le estoy muy agradecido».

Ahora lleva diez años sumergido entre los sones milenarios de esta música malagueña. «Se canta a todo, al amor, a la amistad o a la cosecha», explicaba cuando el alcalde le reclamó para unirse a sus compañeros.

Las cintas de colores amarradas a las castañuelas comenzaban a volar entre los giros de los bailes. Alonso lo tenía claro: «Esto es lo más grande que hay para los verdiales, no se puede comparar cantar en calle Larios durante la feria con cualquier otra fiesta. Además, aquí conseguimos que todo el mundo conozca nuestras raíces, esas que tanto se olvidan a veces».

Los sonidos que brotaban de su garganta se perdían entre la marabunta que empujaba a la panda calle arriba, luchando contra la música que emanaba de los instrumentos de las charangas. Nada tenían que ver unos con otros, pero ayer todos animaron la fiesta en el centro. Como a un joven de pelo rizado y gafas que, cerveza en mano, intentaba seguir los ritmos que marcaban las bandas en la feria.

Costaba poco, porque el ambiente incitaba a no quedarse quieto y a seguir disfrutando. Las calles estaban repletas, en una jornada que volvió a poner sobre la mesa las ganas de diversión que se comparten estos días en la ciudad.

Buena prueba de ello fue la plaza de las Flores. Allí los sonidos protagonistas eran bien distintos, entre ellos, los que regalaron al público los artistas de la Free Soul Band, quienes empujaron a un desatado éxtasis a todos los que acudieron a este punto del centro.

No solo a malagueños, ya que a la feria de Málaga llegan estos días muchas personas de fuera de la localidad para disfrutarla. Como Raquel y Mario dos sevillanos que ayer ponían por primera vez un pie en la fiesta. «Es alucinante», aseguraba esta pareja, mientras ya anunciaban que el año que viene regresarán para exprimir una vez más los jugos de esta juerga.

Seguro que no olvidarán los sonidos de la música malagueña. Como cantaba El Chumbo: «En Sevilla sevillanas, en Huelva los fandangos, son dos cantes muy cabales, pero ninguno gana al cante por verdiales».

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