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Ángel Escalera
Domingo, 17 de agosto 2014, 15:27
Los verdiales se remontan a la noche de los tiempos y forman parte de la tradición más honda de la Málaga rural. Ese baile y ese cante, nacidos en el campo, mantienen intacta su pureza y desprenden un aroma a jara, romero y tomillo en la feria. Las pandas de verdiales, además de animar y dar colorido a la fiesta, representan una manifestación genuinamente malagueña. Ver y escuchar a los verdialeros atrapa los sentidos tanto de lugareños como de foráneos. La feria no se entendería sin la presencia de las pandas, que cada día destapan el tarro de sus esencias y traen al corazón de la ciudad unos bailes y cantes milenarios; su vigencia ha logrado sobrevivir sin mácula al paso de los siglos.
Dos fueron las pandas que actuaron ayer en el escenario que el Ayuntamiento instala en la calle Larios en su confluencia con la de Strachan. En primer lugar, intervino la de El Borge, estilo Comares, cuyo alcalde es Antonio Baena. Un momento muy emotivo se vivió cuando los componentes de la panda le cantaron el cumpleaños feliz a Carmen, una niña de 11 años, que bailó con su hermano. Las evoluciones de los verdialeros fueron muy aplaudidas por el público, que se detenía en su deambular para escucharlos y plasmar sus movimientos en infinidad de fotografías para el recuerdo.
Tras un descanso, le tocó el turno a la panda primera de Puerto de la Torre, dirigida por su alcalde, Sebastián Infante, que también cosechó un merecido éxito y se granjeó el favor de los espectadores. Muchos eran extranjeros que tuvieron su primer contacto con lo que supone esta forma de folclore típico de Málaga. Las pandas no solo actuaron en el escenario, sino que también lo hicieron a pie de calle, en corrillos improvisados.
El sonido más puro y arraigado de la tradición popular, es decir, los verdiales, se fusionó con los sones pegadizos y marchosos de las charangas que se encargan a diario de amenizar la calle Larios y que consiguen que la gente salte, baile y coree los estribillos de temas que nunca pasan de moda y que se han convertido en clásicos de cualquier festejo que se precie. Una de estas charangas fue A tu salud, creada hace apenas tres semanas. Sus doce integrantes pertenecen mayoritariamente a la banda de cornetas y tambores de la Hermandad de la Salud. «Estamos muy contentos de cómo nos van las cosas», afirmó Pascual, que toca la trompeta. En un momento de la intervención de esta charanga una chica sufrió un desmayo, lo que hizo que los músicos parasen de tocar. La joven fue atendida por varias amigas hasta que se recuperó de su desvanecimiento, cuya causa probablemente tuvo que ver con el calor reinante. Y es que aunque las nubes le ganaban terreno al sol, el bochorno favorecía que los cuerpos sudasen.
Grupos de amigos
La segunda jornada de feria en el Centro fue más tranquila que la del día anterior. Así, se podía caminar con más desahogo por las calles. A pesar de que hubo una menor afluencia de personas, el buen ambiente y la alegría fueron la nota predominante. Grupos de amigos y coros aprovecharon cualquier rincón para marcarse un zapateado y explayarse al cante sin dar tregua a las ganas de disfrutar del domingo.
La feria, además de sinónimo de diversión, es una forma de ingresar un dinero con el que ganarse el sustento diario. Ese es el caso de Chema, un hombre de 34 años, natural de Alhaurín el Grande. Disfrazado de Mickey Mouse, se deja fotografía con quien a cambio le da unas monedas. «Voy de feria en feria buscándome la vida», indicó Chema.
Desplazarse en silla de ruedas no le impide a María del Mar Martín, una conocida cofrade, moverse por la feria. Ataviada con un vestido de lunares y con un gran abanico rojo, recorrió el Centro sin dejar de sonreír. Y es que la feria de Málaga es la suma sin fin de muchas historias singulares. Eso la hace más grande.
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