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‘Anatomía del corazón’
Esta es la historia del cuadro que todos querían mostrarle al Rey en el Museo de Málaga

Esta es la historia del cuadro que todos querían mostrarle al Rey en el Museo de Málaga

‘Anatomía del corazón’ de Simonet brinda una enigmática interpretación sobre el origen de su protagonista

Antonio Javier López

Sábado, 21 de enero 2017, 00:59

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Quiso pintar un cuadro sobre el avance de la Ciencia y la obra terminó siendo un instrumento moralizante en favor de las buenas costumbres. La pieza, en realidad, ni siquiera se llamaba ¡Y tenía corazón!. Así la bautizaron a su llegada a Málaga, allá por 1933, y alrededor de ese cambio se urdía una leyenda que se ha mantenido hasta hoy y que se ha convertido en una de las joyas del Museo de Málaga y que todos querían enseñarle al Rey Felipe. La que rodea a la protagonista de la escena pintada por Enrique Simonet, erigida como el gran icono del Museo de Málaga. A saber: que la joven tendida sobre la camilla de la morgue es una prostituta y que el médico que le practica la autopsia, tras abrirle el pecho, comprueba que la casquivana incluso tenía corazón; es decir, sentimientos.

En principio Simonet, cuando se va de pensionado a Roma entre 1888 y 1892, quiere representar un cuadro dentro de la corriente científica del siglo XIX, un acontecimiento más contemporáneo y actual. Durante su estancia visita la morgue romana donde permanecía el cadáver de una mujer que había aparecido flotando en el Tíber. Estaba sin identificar y ofrecía varios indicios de su vida licenciosa, explica Ángel Palomares, conservador del Museo de Málaga, sobre la génesis de la obra más popular de la colección del museo inaugurado el pasado 12 de diciembre en el palacio de la Aduana.

Pero, ¿qué llevó a pensar que esa mujer era una prostituta? Palomares resume varias pistas: Las indocumentadas que aparecían muertas en el Tíber solían pertenecer al mundo del hampa. Además, la joven aparece con una larga cabellera pelirroja y suelta, rasgos que se han asociado a las mujeres de vida licenciosa desde las concubinas renacentistas hasta la escuela prerrafaelista de pintores británicos del siglo XIX, cuya influencia ha llegado hasta el siglo XX. Sin ir más lejos, muchas de las mujeres pintadas por Toulouse-Lautrec en los cabarés parisinos son pelirrojas y sin moño, dos elementos que en aquella época venían a dar cuenta de su vida alocada.

Con todo eso se construyó una suerte de leyenda en torno a la protagonista del cuadro que no cuajó, eso sí, hasta la llegada del lienzo (incluido en las colecciones del Museo del Prado) a Málaga. Sigue el conservador del Museo de Málaga: El título de ¡Y tenía corazón! es malagueño, aunque el Prado lo acepta. En la documentación del cuadro no aparece nunca ese nombre, incluso en publicaciones francesas se refieren a él como El anatomista. Aquí se le da ese nombre a partir de 1933 en los primeros catálogos de la época. Es ahí cuando el cuadro empieza a tener ese afán moralizante, justo lo contrario del carácter científico que perseguía Simonet.

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