Un diagnóstico de las pruebas
GONZALO GUIJARRO
Jueves, 11 de diciembre 2008, 03:57
DURANTE el pasado octubre, la Consejería de Educación realizó por tercera vez en los centros de secundaria sus llamadas Pruebas de Diagnóstico. Pruebas que, una vez más, no resisten el más somero análisis.
En principio, las preguntas de este año son de un nivel algo menos escandalosamente bajo que las de los anteriores, pero basta fijarse en los'criterios de corrección' que las acompañan para comprobar una vez más que su intención es camuflar la realidad, no investigarla.
Así, en una pregunta de lengua española, basta con que el alumno resuma en una o dos líneas un texto sencillísimo para que obtenga la máxima puntuación; en otras basta con copiar y pegar la respuesta, sin que haga falta redactar nada. Por otra parte, la literatura no aparece por lugar alguno, pese a formar parte de los programas oficiales. Es decir, que en ningún caso se intenta averiguar si el alumno es capaz de redactar con una mínima claridad y corrección o de comprender lo que lee. Los resultados de la edición anterior de las pruebas ya pusieron de manifiesto la escasa comprensión lectora de nuestros alumnos, pero parece que sus autores no le dan demasiada importancia a ese hecho, ya que en ésta tampoco tratan de comprobar esa capacidad.
Tampoco en matemáticas se atienen las pruebas a los contenidos oficiales de la asignatura, sino que opta por preguntas de una lógica tan elemental que las podría responder un alumno de primaria: También hacen todo lo posible por facilitarle al alumno los cálculos (sólo aparecen números enteros sencillos) y las respuestas; pero, en todo caso, los criterios de corrección otorgan puntos hasta por equivocarse. En las de Ciencias Naturales, los criterios de corrección son sencillamente ridículos. Así, preguntado el alumno por cómo se produce un eclipse de sol, obtendrá la mitad de la puntuación aunque no escriba una palabra y se limite a dibujar tres figuras más o menos circulares y aproximadamente alineadas, indique o no lo que representa cada una.
En resumen, podemos concluir que de nuevo la Consejería se ha gastado el dinero de nuestros impuestos en realizar unas pruebas de tan bajísimo nivel que parecen diseñadas para fingir el éxito. Sin embargo, las dichosas pruebas presentan además otras características no menos alarmantes, a saber: no se realizan al final de la primaria o de la secundaria, sino al comenzar el tercer curso de secundaria, con lo que se impide averiguar el funcionamiento de una u otra etapa. Es decir, están situadas en donde menos útiles pueden ser. Carecen de consecuencias académicas, con lo que se fomenta el desinterés de los alumnos que las realizan, muchos de los cuales no responden sencillamente por pereza. No se aprovechan para evaluar los resultados de otros planes de la Consejería, como por ejemplo los centros TIC, que tan costosos resultan sin que haya constancia alguna de que supongan una mejora. Los resultados de las ediciones anteriores no se han hecho públicos, pese a estar financiados con dinero de todos. La Consejería se limita a presentar unas conclusiones sin dar los datos en que, se supone, están basadas.
La comisión encargada de diseñar las pruebas y los criterios de corrección es secreta. Sí, sí, han entendido ustedes bien, secreta. La Consejería se ha negado hasta la fecha a identificar a sus integrantes, sin aducir motivo razonable alguno para ello.
Pues bien, pese a su bajísimo nivel, a sus tendenciosos criterios de corrección, a su colocación en el lugar menos adecuado para evaluar el funcionamiento tanto de la primaria como de la secundaria y su oscurantismo, sus resultados oficiales, hechos públicos durante el verano, es decir, cuando menos posibilidades hay de que alguien se interese por ellos, han sido que 'nuestros alumnos aprueban por los pelos' y que se observan en ellos 'dificultades de comprensión lectora'.
En principio, a uno le sorprende de tales resultados oficiales que alumnos de catorce años que no entienden textos de cinco líneas puedan aprobar, aunque sea por los pelos. Pero esa sorpresa se desvanece cuando, tirando de hemeroteca, uno comprueba el creciente número de agresiones a docentes y la tozudez de la Consejería en calificarlas de "puntuales". Por lo visto, hasta que no se apalee a un claustro entero no se reconocerá lo alarmante de tales hechos. O las crecientes denuncias de las universidades por el pésimo nivel con que llegan los alumnos, que no han suscitado de la Consejería ni el más mínimo comentario. Por no alargarme, que podría, quiero decir con esto que, hace ya demasiado tiempo, la política educativa andaluza se reduce a intentar enmascarar por todos los medios la evidente incompetencia de sus responsables políticos. Y las misteriosas Pruebas de Diagnóstico no son sino un botón de muestra más de ello.
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