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JUAN CANO
Sábado, 27 de octubre 2007, 03:26
Bismarck Pérez se enfrentó ayer a la primera sesión del juicio por la muerte de su ex mujer, Ana Padilla, a la que presuntamente asestó 66 puñaladas en diciembre de 2005 en la Colonia Santa Inés. El acusado, que se mostró sereno pese al ambiente de tensión que presidió la jornada, reconoció ser autor del homicidio, pero rechazó los cargos de asesinato con alevosía y ensañamiento, según explicó la abogada defensora, Rocío Perales.
El comienzo del juicio estaba señalado a las diez de la mañana en la Sección Octava de la Audiencia Provincial. El boliviano Bismarck Pérez llegó tres cuartos de hora más tarde, pero ni siquiera pudo salir del ascensor donde lo custodiaban dos agentes de la Policía Nacional. Varias mujeres, familiares y amigas de la víctima, que llevaban camisetas con su fotografía, no pudieron contener la tensión y el dolor acumulado y se abalanzaron sobre él.
Los propios parientes de la fallecida y los vigilantes de seguridad disolvieron el altercado y los policías se llevaron al acusado para pedir refuerzos. Con mucho tacto, una unidad de los GOR (Grupo Operativo de Reacción) aplacó los ánimos de las mujeres tras conversar los agentes con ellas.
Durante un par de horas, reinó la incertidumbre sobre si se iba a celebrar el juicio, ya que el procesado hizo el amago de renunciar a su abogada, que ha llevado toda su defensa desde diciembre de 2005, aunque finalmente decidió que lo asistiera y la sesión pudo comenzar, poco después del mediodía, con las declaraciones del acusado y de los testigos.
Los hijos
Bismarck Pérez se enfrentó primero al testimonio de su hijastro, de 16 años. El joven declaró que su madre se separó del procesado en 2004 porque discutían mucho y él la maltrataba. Dijo que presenció muchísimas agresiones y amenazas. «La cogía del pelo y la tiraba al suelo; ella intentaba defenderse, pero no podía hacer nada porque era más pequeña físicamente», explicó. También indicó que el procesado les pegaba a él y su hermano: «A lo mejor estábamos jugando y, como no le dejábamos ver el fútbol o el telediario, nos pegaba con la correa, con la zapatilla o con la mano».
El hijo de Ana Padilla manifestó que esa noche, la del 22 de diciembre, llegó a casa sobre las 21.00 horas con su hermano. Su madre aún no había salido del trabajo. Bismarck estaba en el piso, pese a que tenía una orden de alejamiento e incluso -aseguró el joven- había llegado a un acuerdo con su madre y su tía para no volver a la vivienda.
El testigo relató que su hermano y él se durmieron antes de que su madre llegara. Les despertaron los gritos: «A las dos, escuché, como siempre, que le estaba pegando. Mi madre estuvo 20 minutos defendiéndose [...] Sólo se la oía gritar y decir que no le hiciera nada, que estábamos nosotros en el cuarto».
El joven afirmó que, entonces, se levantó de la cama, fue a la cocina y cogió dos cuchillos de grandes dimensiones. Observó que faltaba el más grande, el que su madre solía usar para cocinar. «Sabía que estaba pasando algo más grave. Fui al cuarto y le dije que saliera o lo mataba». Luego, añadió: «Cuando abrí la puerta, vi que tenía el cuchillo en la mano con sangre y escuché a mi madre gritar [...] Ella estaba en el suelo y tenía una herida en el cuello». Declaró que Bismarck lo empujó, apartándolo de la habitación, y cerró los dos pestillos de la puerta.
El menor acudió a la casa de su tía, que vive muy cerca, con los dos cuchillos en la mano. «Llamaron al portero a las 2.20 horas», manifestó María Isabel Padilla, hermana de la fallecida. «Era mi sobrino. Me dijo: 'Tita, corre, mi padre ha metido a mi madre en el cuarto y ella tiene mucha sangre en el cuello».
Tardó cuatro o cinco minutos en llegar a la casa. María Isabel Padilla contó que golpeó la puerta de la habitación con un radiador. «Él me decía: 'Cuñada, abre tú la puerta, que está atrancada'». Él salió rápido y María Isabel se fue tras él. «Bismarck, qué has hecho», recuerda que le dijo.
La testigo declaró que, al entrar en el dormitorio, se quedó bloqueada. Halló a su hermana en medio de un charco de sangre y en una posición muy extraña, con el pelo sobre la cara. «Toda la habitación estaba muy revuelta. Mi hermana luchó por su vida mucho tiempo».
Los dos hijos de Ana -sólo el menor, de seis años, es hijo natural de Bismarck- y su hermana relataron episodios cotidianos de malos tratos que la víctima reflejó en dos denuncias. La primera, en 2003. «Él le metió la cabeza en la bañera porque ella le recriminó sus modos con los niños», contó María Isabel. La segunda, un par de semanas antes de su muerte, por amenazas.
El acusado, por su parte, declaró que esa noche Ana Padilla y él consumieron cocaína y que, en un momento determinado, se produjo una discusión. Manifestó que ella sacó un cuchillo de cocina de debajo del colchón, intentó atacarle y él se lo arrebató. Luego reconoció que ella opuso gran resistencia. «Nunca pensé hacerle eso. La quería mucho, era mi mujer», dijo.
El juicio contra Bismarck Pérez continuará el martes. La Fiscalía pide para él 27 años de cárcel por asesinato, malos tratos y quebrantamiento de medida cautelar.
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