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ANDRÉS CAMINO ROMERO
Lunes, 21 de abril 2014, 20:16
La Cofradía de las Penas ha contado en su nómina de hermanos a lo largo de sus setenta y nueve años de historia con ilustres y destacados cofrades que han marcado una época en el devenir de esta corporación del Martes Santo, fundada en la iglesia de la Virgen de la Aurora y de la Divina Providencia (vulgo Catalinas), si bien los cambios más trascendentales se produjeron cuando la misma residía en la capilla de San José y en la iglesia de San Julián. Precisamente durante la estancia en estas dos sedes canónicas sobresalió Jaime Solís Ortega, un hombre que, por espacio de treinta años, ostentó la práctica totalidad de responsabilidades en la junta de gobierno de esta hermandad, excepto el cargo de hermano mayor. Jaime nació en Málaga, hacia 1908. Contrajo nupcias con Ana Puya Calvente, natural de Ronda. El matrimonio Solís-Puya fijó la residencia en el número 5 de la plaza de San Francisco y trajo al mundo tres hijos: Josefa, Rafael Jaime y José. Su ocupación laboral fue la de funcionario del Ministerio de Obras Públicas (M.O.P.U.). Falleció en Málaga, el 19 de noviembre de 1979.
Incorporación
Su incorporación a la Cofradía de las Penas debió estar vinculada al hecho de que se nombrase en 1947 hermano mayor honorario al Ministerio de Obras Públicas, dado que el personaje que se trata en estas líneas prestaba sus servicios laborales en este organismo. Desde 1948 hasta 1977 figuraría, ininterrumpidamente, en las diversas juntas de gobierno. En la primera directiva que aparecía, la del ejercicio 1948-1949, desempeñó el cargo de secretario, siendo hermano mayor Antonio Rojo Carrasco. A partir de entonces, ostentó los siguientes: albacea general, vice-secretario, primer albacea general, vocal, tesorero-contador y tesorero.
La familia Solís estuvo muy enraizada en la hermandad. Baste con ver a dos hermanos de sangre de Jaime, José Luis y Emilio, quienes asumieron puestos relevantes en diferentes directivas, y uno de sus hijos, José, que en 1970 ya formaba parte de la junta como albacea del Cristo, en el tiempo que Nicolás Baranda López dirigía la hermandad. Años más tarde, de 1984 a 1985 y de 1994 a 1998, José Solís Puya se convertiría en el máximo representante de la entidad nazarena, cometido que nunca llegaría a ocupar su progenitor.
Jaime Solís Ortega participó, igualmente, en la reorganización de la Cofradía del Rescate, seguramente a consecuencia de la amistad que mantenía con Antonio Rojo Carrasco. Así, en la reunión del Comité reorganizador celebrada el 25 de agosto de 1949, se acordó nombrar la junta directiva para el ejercicio 1949-1950, resultando elegido presidente Rojo Carrasco y secretario Solís Ortega.
Independientemente de esta iniciativa cofrade, Jaime Solís Ortega se entregó en cuerpo y alma a la Cofradía de las Penas. Se convirtió en uno de los ideólogos, junto a Juan Casielles del Nido, Jacinto Torres Martos, Juan Quintana Urdiales, entre otros, en el cambio de la titular mariana en 1964. Ésta fue una cuestión muy espinosa que creó una verdadera controversia en el seno de la Hermandad por el apego de un destacado número de directivos y hermanos a la antigua imagen. Pese a ello, esta decisión se llevó adelante, encargándosele la hechura al artista sevillano Antonio Eslava Rubio. Los periódicos locales, SUR y 'La Tarde', y 'El Ideal' de Granada, se hacían eco del acontecimiento. En el primero de los medios escritos se anunciaba que: «Esta Venerable Hermandad invita a todos los cofrades y devotos a la solemne bendición de la nueva imagen de María Santísima de las Penas, acto que tendrá lugar en la iglesia de San José, el próximo jueves, día 22 a las ocho de la noche. A continuación se cantará solemne Salve a María Santísima de las Penas, seguido de besamanos». El Ideal" informaba sobre la ceremonia y, además, publicaba una fotografía del acto. Por los datos facilitados en la edición del 24 de octubre, se precisaba que la imagen fue bendecida el 23 y no el 22 como se anunciaba: «En la iglesia de San José, donde radica la Hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía y María Santísima de las Penas de cuya Cofradía es hermano mayor el Cuerpo de Obras Públicas, se bendijo ayer, por el beneficiado de esta Santa Iglesia Catedral don Manuel Gámez, una nueva imagen de la Virgen de las Penas». Este año, precisamente, la hermandad está celebrando el cincuentenario de la hechura de la Dolorosa de Eslava.
Desalojo de San José
Jaime Solís no llegó a ser hermano mayor, pero a veces ejercía como tal. En 1966, el Obispado le comunicó que la hermandad a la que representaba tenía que abandonar la capilla de San José antes de la Semana Santa, dado que el inmueble había sido vendido. No obstante, y tras una conversación mantenida con las altas instancias eclesiásticas, se logró un aplazamiento, fijado para finales del mes de abril. En ese ínterin, se llevaron a cabo contactos para buscar una nueva sede que albergara a los sagrados titulares. El estamento eclesial dio el plácet a la cofradía para que se trasladara a la iglesia de San Julián.
Dos años más tarde se recibieron noticias desalentadoras acerca del futuro de la corporación en el nuevo emplazamiento. La Junta Provincial de Beneficencia pretendía vender el inmueble para la construcción de uno o varios edificios. Ante esta situación Jaime Solís Ortega se erigió en el defensor acérrimo de San Julián. Se lo transmitió por escrito el 16 de diciembre de 1968 al Ingeniero Jefe de Obras Públicas Luis Ponce de León Cabello, quien presidía la hermandad. Indicaba que el inmueble anejo a la iglesia había sido declarado en ruinas y se llevaría a cabo su demolición. Recordaba que la destrucción del templo estaba supeditado al dictamen de una Comisión de Bellas Artes por si estimaba méritos artísticos suficientes, de lo contrario se procedería a su derribo. Solís Ortega aconsejaba en su carta que el Ministerio de Obras Públicas podría solicitar la cesión de San Julián para la ubicación de Santo Domingo de la Calzada, tercer titular de la Cofradía desde 1947, corriendo la conservación y acondicionamiento por cuenta del citado Ministerio o bien por la Jefatura de Obras Públicas de Málaga. No se puede precisar qué tipo de noticias -por falta de documentación- llegaban al seno de la hermandad referidas al futuro de San Julián, pero el caso era que Solís Ortega envió dos cartas, el 10 de agosto de 1970, con idéntico texto. Una, dirigida al presidente de la Academia de Bellas Artes José Luis Estrada Segalerva; y, otra, al presidente de la Junta Provincial de Beneficencia Víctor Arroyo Arroyo, en las que se exponía el estado de conservación del edificio, la historia y vicisitudes del mismo, las obras de arte existentes, los cultos que se realizaban y el riesgo de desaparición para «construir un gran bloque de viviendas».
Mientras todo este proceso terminaba por dilucidarse, se creaba en 1971 el Turno de Adoración Nocturna 'Virgen de las Penas', en el que Jaime Solís Ortega actuaba como promotor; y en 1972, la Cofradía de las Penas encargaba un nuevo Crucificado (el quinto en cuestión), tras no ser del agrado la hechura realizada por Rafael Barbero Medina, al escultor hispalense Francisco Buiza Fernández. En esta nueva iniciativa también se encontraba detrás Jaime Solís, quien contaba con la inestimable ayuda de Juan Casielles del Nido, por entonces integrante de la directiva como asesor artístico.
Jaime Solís no bajaba la guardia con respecto al asunto 'San Julián'. El 11 de octubre de 1973 dirigía un escrito al director general de Bellas Artes Florentino Pérez Embid: «Antes de nada le ruego perdone mi atrevimiento al distraer su atención con esta carta. Ello me mueve querer para Málaga lo mejor, y en este caso, se trata de la Iglesia de San Julián y edificio anejo, de muy posible desaparición al carecer de conservación adecuada. Los citados templo y edificio fueron construidos en el siglo XVII por la Hermandad de la Santa Caridad. La Cofradía de las Penas, estaba erigida, canónicamente, en la Iglesia de San José y al enajenar ésta el Obispado de Málaga fue trasladada a la Iglesia de San Julián, donde reside actualmente y la que mantiene el culto en el templo y, a sus expensas, acomete obras de conservación, pequeñas por su modesta economía. La Agrupación de Cofradías ha hecho gestiones para instalar en dicho recinto un museo y adecuar el ya citado inmueble a su costa, sin que hasta ahora haya tenido éxito en sus gestiones. Sabemos el interés que siempre ha demostrado y demuestra por las cosas de arte y me dirijo con el ruego de que habilite la fórmula, si ello es posible, para encauzar los deseos de la Agrupación, de la que soy miembro, y llevar a feliz meta la recuperación para Málaga y para la citada Agrupación de la Iglesia de San Julián y anejo».
Rehabilitación
Pérez Embid contestaba el 23 de octubre de 1973 haciéndole saber que había trasladado la nota a los Servicios Técnicos de la Comisaría General del Patrimonio Artístico Nacional, para que dictaminase la forma de prestar ayuda en la rehabilitación de la iglesia de San Julián.
El comisario general del Patrimonio Jesús Silva Porto escribió el 9 de noviembre de 1973 exponiéndole que no podían incluir en la programación las cantidades que se necesitaban para efectuar la restauración, pero que tomaban nota de la petición para incluirla en futuras programaciones. Pese a la respuesta, el subcomisario general del Patrimonio Alberto García Gil comunicaba que el edificio no estaba declarado 'Monumento Nacional', lo que, de alguna manera, imposibilitaba la tramitación de créditos con cargo a los presupuestos de dicho organismo.
También indicaba que se podría obtener una declaración de 'Monumento provincial', siempre y cuando se licitase de la Diputación Provincial de Málaga y ésta, finalmente, lo aprobase. La incertidumbre que había mantenido en vilo a directivos y hermanos durante varios años estaba tocando su fin. En el periódico 'La Tarde' se anunciaba que la iniciativa comenzada en 1968 y mantenida hasta 1974 por la Cofradía de las Penas tuvo sus frutos, cuando el nuevo obispo Ramón Buxarrais Ventura se interesó por el edificio que, en 1976, sería adscrito a la Agrupación de Cofradías.
A la Hermandad de las Penas, y en particular a cofrades de la talla y valía de Jaime Solís Ortega, se le debe reconocer no solo los cambios estéticos y procesionales aportados a la Semana Santa malagueña, sino también la defensa a ultranza del patrimonio monumental de la ciudad, materializado en la preservación del histórico complejo del hospital e iglesia de San Julián, hoy convertido en la mejor de las sedes que poseen cualquier consejo y agrupación de cofradías de toda España.
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