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REGINA SOTORRÍO rsotorrio@diariosur.es
Viernes, 19 de julio 2013, 13:20
Son la pareja perfecta. Jorge es la improvisación en estado puro, la espontaneidad. A César le toca ser el serio, el más sereno, el que se preocupa de las luces, el sonido... Se complementan bien. Quizás por eso, y porque son hermanos «y amigos», llevan tantos años juntos sobre un escenario sin intención de tomarse 'un tiempo' como tantos otros dúos cómicos. «Jorge dice que al final terminaremos en el geriátrico trabajando como sigamos así», bromea César Cadaval, el mayor de Los Morancos.
Los humoristas sevillanos harán el sábado el paseíllo en La Malagueta (22.30 horas), su debut en la plaza de toros malagueña tras haber pisado todos los escenarios de Málaga y su provincia. Pero no saltarán al ruedo vestidos de matadores. La pareja torea la crisis con 'En positivo', un montaje para estos tiempos de desánimo en el que ponen al mal tiempo buena cara. Y avisan: no dejarán títere con cabeza. «Nos metemos con todo lo 'metible', pero siempre con respeto», matiza César Cadaval.
Luis Bárcenas, Iñaki Urdangarin, los ERE de Andalucía... Todos los escándalos políticos que ocupan minutos y minutos de telediarios pasarán por el filtro de la guasa de estos sevillanos. «Y la gente te lo agradece, porque quizás a través de nuestros personajes decimos lo que otros no se atreven a decir claramente», indica. Es la ventaja del humor y la ironía.
Lamenta que los políticos estén «en su mundo», apartados de la realidad del ciudadano. «E intentamos que se den cuenta de eso, de que hay gente que lo está pasando verdaderamente mal. ¿Recuerdas la pregunta de 'cuánto cuesta un café'? Pues así todo», explica Cadaval.
Ellos, en cambio, si viven «mucho la calle y hablan del «día a día». «A cualquier cosa que nos pasa ya les buscamos las cosquillas. Y de cualquier situación que ves, te viene una idea». Todo es susceptible de transformarse en un chiste, sobre todo hoy, cuando el humorista se ha convertido en un bien de primera necesidad. «La gente está muy necesitada de reírse. No se van a olvidar nunca de lo mal que está la vida, pero intentamos que en ese ratito que han ido a vernos al menos se lo pasen bien. Como dicen los médicos, la risa es buena hasta para el corazón», señala el mayor de Los Morancos, para quien la gracia empieza por «reírse de uno mismo».
«Sin hacer daño»
Y no todo vale para provocar la carcajada. «Hay cosas de las que uno no se puede reír. Respetamos mucho a la gente en sus creencias, en el tema religioso, e intentamos no hacer daño y no ser crueles con nadie», detalla César.
Solo con una mirada... «nos entendemos». Entre estos dos sevillanos hay una base de amistad y también de admiración. «Jorge es un artistazo, sin él no me hallo. Para mí es el artista más completo que conozco, y no es amor de hermano ni de compañero. Te puede salir por los cerros de Úbeda en cualquier momento y eso es lo divertido de trabajar con él. Me fascina que cada día sea diferente», declara.
Momentos difíciles
Le ponen una sonrisa a la vida, pero no niegan que, como todos los artistas, también lo están pasando mal. «Se dispara el IVA, la gente va menos a los espectáculos, hay poca demanda de contratación... Tenemos que hacer de empresa allí adonde vamos», señala. Pero nada evitará que sea tan «chistosos» dentro como fuera de las tablas. «Eso ya es deformación profesional», dice la mitad de Los Morancos.
Son conscientes de que la gente busca en ellos una sonrisa cuando se los encuentra en la calle. «Es lo que esperan de ti, aunque tú tengas tu vida y ese día te hayas peleado con tu mujer o hayas tenido que echarle la bronca a tu hijo. Pero no es su culpa, tú tienes que darle la otra cara», reflexiona. Admite que hay momentos más difíciles que otros, «pero el artista nunca puede estar cansado de ser agradecido con el público».
César Cadaval estará en su salsa en la plaza de toros, un terreno que domina -defiende el arte del toreo, «un bien de interés cultural»- y en el que ya se mueve su hijo Alonso Cadaval, que debutó recientemente como novillero. Reconoce que hubiera preferido que su niño -que también estudia Periodismo- «hubiera sido notario y se fastidiara, como mucho, la muñeca de tanto firmar». Pero no. «Y no se le puede cortar las alas». Con él no lo hicieron... y el sábado abrirá junto a su hermano la puerta grande de La Malagueta.
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Ignacio Lillo
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