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JUAN CANO
Miércoles, 12 de junio 2013, 12:46
Leyeron el anuncio de uno de sus cursos en una revista, y se animaron a inscribirse. La expedición malagueña la componían Pedro Estévez Gil, director del Instituto Shaolín España, ubicado en Marbella, y otros cuatro alumnos. Al llegar a la escuela donde se celebraba, en Bilbao, se encontraron con que el 'monje chino' que debía impartirlo no estaba por ningún lado. En su lugar, apareció un tipo joven que se presentaba como el único occidental admitido en el templo Shaolín. Corría el año 1997 y Juan Carlos Aguilar, más conocido ahora como el 'falso shaolín', regentaba un gimnasio en la calle Particular de Costa. «Recuerdo el nombre por lo de 'particular', ya que me pareció una persona muy singular», apunta Jesús Vázquez, ahora vicepresidente del club marbellí, que participó en aquel seminario.
Poco podían imaginar entonces que aquel tipo sereno, que emulaba a un monje y que, como tal, «aparentaba ser un hombre de paz», encerraba una cara oculta. El pasado día 2, la policía encontró a una de las víctimas, Maureen Ada Otuya, maniatada y amordazada en el interior del gimnasio al que se trasladó, situado en la calle Máximo Aguirre de la capital vizcaína. Ada, una chica nigeriana de 29 años, recibió tal paliza que ingresó en estado de coma en el hospital y, tres días después, murió.
Al inspeccionar el centro deportivo Zen4, que estaba decorado al estilo de un templo budista, la Ertzaintza halló restos de otra mujer repartidos en bolsas de plástico. Ha sido identificada como Jenny Sofía Rebollo, colombiana, de 40 años. 'Huang C. Aguilar', como ahora hacía llamarse, confesó el segundo crimen en comisaría.
«Nunca esperas algo así, pero ya entonces nos dimos cuenta de que no andaba bien de la cabeza», asegura el responsable del Instituto Shaolín España, el más antiguo del país y el único que hay actualmente en Andalucía. El nombre budista de Pedro Estévez es Shi Yan Jia, aunque en el centro deportivo todos los llaman 'El maestro'.
Cuando lo conocieron, Aguilar era un profesor «con muy buena técnica» de kung-fu que, además, tenía conocimientos de taekwondo y karate. «La verdad es que le creímos», afirma Pedro, «parecía muy tranquilo y espiritual, aunque a la hora de entrenar se le veía muy exigente, como si creyera estar por encima de los demás».
Pese a ello, su filosofía -pronto descubrirían que en realidad todo era un negocio- les embaucó, reconoce Jesús: «Tenía muchas cosas en la cabeza y todo lo que decía parecía una gran oportunidad. Quería crear una especie de monjes-alumnos y prepararlos para trabajar a muy alto nivel. Entre sus proyectos estaba entrenar a un grupo de gente para que ejercieran como guardaespaldas de los miembros de la Casa Real».
Tanto les convenció que decidieron traerlo a sus instalaciones, en San Pedro Alcántara, para impartir varios seminarios. «En apenas cinco meses, vino a dar tres cursos a Marbella, pero hubo desavenencias y tuvimos que cortar la relación con él. Ya entonces era un hombre «agresivo, egocéntrico y prepotente», sentencia el director del Instituto Shaolín España.
La primera vez que acudió a Marbella para dar un curso de kung-fu lo hizo acompañado de su entonces pareja, una mujer vasca. A Pedro le extrañó verlos tan distantes. «No se apreciaba mucho 'feeling', parecía más bien una secretaria».
Esa frialdad también la percibieron algunos compañeros que coincidieron con él en su etapa previa de formación. «Era un tipo huraño; si en aquella época me dicen que aquel chaval que no hablaba con nadie iba a desarrollar una teatralidad como la que ha creado, no me lo creo», explica un experto en artes marciales malagueño que lo conoció en sus inicios.
Coincidió con él en unos cursos de homologación que se celebraron en Madrid en los años ochenta, cuando Aguilar aún no se había interesado por el 'shaolín'. «Él llegó con muy buen nivel técnico de taekwondo y pretendía obtener el cinturón negro de kung-fu wushu alegando no sé qué cursos con unos maestros chinos. Los dirigentes federativos no lo aceptaron, así que supongo que por eso se fue a China para aprender, y empezó su historia como 'shaolín'».
Los dos siguientes seminarios en Marbella los impartió junto con un maestro al que traía de China, «y que al final tampoco quería saber nada de él», insiste Pedro. En los cursos, y sobre todo en las conversaciones en los ratos libres, fueron descubrieron algunos rasgos de su personalidad: «Él mantenía por ejemplo que las mujeres eran inferiores a los hombres y que no servían para el kung fu. Yo discutía con él y le decía que aquí teníamos a campeonas del mundo, y que no hacíamos diferencias entre hombres y mujeres».
Las historias que relataba empezaron a parecerles un poco raras. «Contaba que lo habían querido envenenar y que las autoridades chinas no le dejaban entrar en el país. Con el tiempo pude averiguar por qué no era bien visto. Básicamente, porque era muy mentiroso».
Pedro asegura que hizo algunas comprobaciones y descubrió que Aguilar solo había estado tres veces en China - «la estancia más larga ha sido de un mes y dos días», aclara- y que solo había estado «de visita» en el Templo Shaolín, en la provincia de Henan, considerado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
Al parecer, hizo unos cursos en Wu Shu Guan, una escuela-hotel organizada y gestionada por el Gobierno donde enseñan kung-fu o tai chi, que está situada a unos 800 metros del monasterio, pero que no tiene relación con el mismo. En los alrededores hay unas 75 escuelas de kung-fu, con más de 25.000 practicantes, como Aguilar. «Él ha ido y se ha hecho vídeos en el templo. Los monjes (actualmente hay unos 400) y los maestros se sienten utilizados, porque se hacía una foto con un maestro y al volver decía que era 'su' maestro, así se presentaba como el único 'shaolín' occidental».
Su «gran mentira», como la define el director del centro sampedreño, acabó saltando a los platós de televisión. Aguilar se convirtió en el personaje que representaba, rodeado de misticismo. «Empezó a decir que el auténtico budismo era el que él enseñaba, y negaba la existencia de cualquier otra escuela. Aseguraba tener su propia filosofía, su propia versión; nos pidió un donativo de 100.000 pesetas (600 euros) por pertenecer a su organización, ya que según decía era la única forma de unificar el 'shaolín' en el país».
Irse de las manos
Dicen que el tema económico se le fue de las manos. «Llegaba a pedir 400 o 500 euros por un curso de un fin de semana. La gente que venía del norte y que llegaba a nuestro club en verano para practicar kung-fu durante sus vacaciones empezaba a hablar mal de él. Decían que se creía un ser superior», añade Jesús, que conoce bien la trayectoria del falso 'shaolín'.
El detonante que les hizo cortar la relación con Aguilar se produjo en 1998, cuando el Instituto Shaolín España lo invitó a participar en la Gala Amako de artes marciales que se celebra cada año en Málaga. «Hicieron una exhibición, y la verdad es que salió muy bien. Pero dio un cambio radical», apostilla Jesús, que lleva más de 30 años practicando kung-fu con Estévez. «No podíamos hablar directamente con él -prosigue- ni nosotros ni la organización. Nos derivaba a un alumno que era su mano derecha. La verdad es que nos sentó mal. Pasamos de comer con él como si nada y llevarlo a Puerto Banús a ver los barcos a no poder ni dirigirle la palabra».
A partir de ese momento, no volvieron a tener relación con el falso 'shaolín'. «Hacía cosas rarísimas y como no nos cuadraba nada, dejamos de trabajar con él. Se molestó muchísimo». Pedro Estévez continuó formándose por su cuenta; ya ha viajado 15 veces a China. Jesús le ha acompañado en cuatro de ellas. «Fuimos por primera vez en 1999 y nos dimos cuenta cómo funcionaba aquello. Cuando conocimos a Aguilar éramos neófitos y, como tenía muy buen nivel técnico y todo eso, pues te comías con patatas lo que te contara. Al volver del viaje bromeábamos diciendo que, si hubiésemos ido antes a China y nos hubiésemos afeitado la cabeza, habríamos pasado por monjes igual que él», afirma Jesús.
Han vivido la detención de Aguilar desde la distancia que marcaron en su día. «He informado a las autoridades de allí y a los maestros del templo y se han quedado a cuadros con lo que ha pasado (en referencia a los crímenes de las dos mujeres)». Lo único que quieren es que la imagen de Aguilar, el presunto homicida de dos mujeres, se desvincule de una vez por todas de una religión que tiene como pilares ayudar a los demás y «la no violencia».
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