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JOSÉ VICENTE ASTORGA jvastorga@diariosur.es
Domingo, 14 de octubre 2012, 11:52
Vida y profesión son la misma cosa para la decana en Málaga de los profesores de español para extranjeros. Dos décadas largas como docente y un cuarto de siglo al frente de su propio centro resumen la experiencia de una filóloga netamente emprendedora y sin demasiado acento de empresaria. Su primer grupo, alemán, lo reunió tras repartir folletos por universidades y consulados. Por las dos sedes que ha tenido su centro y por sus métodos didácticos de elaboración artesana han pasado más de 21.000 alumnos. La crisis ahora habla en casi todos los idiomas de la fiel clientela europea, pero se ha visto en baches peores. No se conforma con el día a día de un negocio que solo cierra en Navidad y anota entre sus planes abrir horizontes en Kenia. El reñido mercado de la enseñanza del español necesita, en su opinión, mirar hacia países emergentes.
-Los cursos de español para extranjeros en Málaga no son cosa de anteayer...
-Desde luego. En los años 60 empecé a trabajar como profesora en la academia de un señor, don Federico Marín, hijo del fundador del Centro de Estudios de Castellano. Entré por casualidad, una amiga me llamó diciéndome que una profesora había enfermado. Me metieron en una clase a las ocho de la mañana. «Aquí les tienes que dar el pretérito perfecto», fue lo único que me dijeron. No sé cómo fue esa primera clase, pero me gustó. Y empecé a prepararme, hasta ensayaba delante de un espejo, a modo de pizarra. En ese centro estuve hasta el año 85. Cuando me propusieron ser la jefa de estudios yo ya tenía mucho material propio elaborado, dibujos. El trabajo me emocionaba y pensé: por qué no montar mi propio centro. Y así empecé hace 25 años.
-Una licenciada en Filología Hispánica metida a empresaria no es un perfil común, ni entonces ni ahora. Y encima dispuesta a aplicar su propio método...
-Aprendí mucho cuando elaboraba el material didáctico. Ser profesora de español entonces era menos que nada. Cualquiera espabilado y con el bachiller daba clases.
-¿Había demanda de alumnos sin tener que ir a buscarlos?
- Málaga ya empezaba en lo turístico. Yo enviaba folletos a países, a universidades, viajaba mucho con maletas llenas de material. Cuando la escuela estaba en obras para abrir, yo formé mi primer grupo en Alemania.
-¿Ve perspectivas de aumento de centros en Málaga?
-En los últimos 15 años se han abierto muchos. Ha sido la etapa de gran expansión, pero estos años de crisis son difíciles. Me vienen a la cabeza las dos guerras del Golfo. Anulaciones, cancelaciones... épocas como ésta son la prueba de supervivencia. Se trata de pasar el bache. La información que se da en el exterior sobre España influye.
-Ahora, además de crisis europea, esa mala imagen de España...
-La crisis es general. Viene un porcentaje menor de alumnos y están menos tiempo. El que salga en el 'New York Times' la imagen terrible de gente buscando comida en un contenedor... Con la crisis se retraen países emergentes, como Rusia, China, Polonia, Chequia, Eslovaquia, Turquía..., pero en ellos tenemos que abrir camino poco a poco. Es difícil entrar y nos resulta muy caro a una escuela media como la mía hacer promoción. Ahora estamos pensando en zonas como India, África...
-¿África?
-Sí. El año que viene iré a Kenia. Alguien me dirá que qué locura, pero los empresarios tenemos que ser un poco visionarios. Vamos a dar allí formación a profesores de español no nativos, y a explorar una posible vía en el futuro para captar alumnos.
-Sí, pero mi ambición es la didáctica... La idea de Kenia nos vino por un profesor que nos decía que sería interesante un curso de didáctica. El año pasado fuimos a talleres similares a Francia, Alemania, Hungría, en centros del Instituto Cervantes.
-Su escuela está entonces en la vanguardia...
-Sí, aunque esté feo decirlo, incluso a nivel nacional. Pertenezco a las asociaciones del sector y soy de las antiguas. También participé en el comienzo del asociacionismo. Hemos trabajado mucho para dejar de ser academias de la señorita Pepis y ser escuelas de verdad. Cuando empecé la gente no lo entendía, y nos ponían al nivel de las academias para aprender mecanografía. Siendo pequeños, nosotros trabajamos como una gran empresa: presencia internacional, marketing, gestión de alojamientos, actividades complementarias. Cada lunes hay entradas y cada viernes, salidas de alumnos. Con los idiomas no te haces rico... digamos que soy clase media.
-¿Cuántas familias viven de la escuela?
-Varía, pero más de veinte familias.
-Con tantos años en el oficio, ¿tendrá amigos en muchos países?
-Eso era antes. Tenía amigos por todo el mundo. En el 90 dejé de dar clases, pero sigo sin tener tiempo para nada. Que si un nuevo folleto, qué si textos... Tenemos mucho material en soporte digital... Al principio de algo nuevo intervengo, pero solo alguna idea que se me ocurra.
-¿En qué ha cambiado la enseñanza?
-Antes los alumnos estaban un mes, ahora dos semanas. Todo es más rápido. Antes contestábamos con una carta la petición de los alumnos. Imagínese si lo hiciéramos ahora.
-En 40 años de actividad, la escuela habrá sido también origen de parejas mixtas...
-Muchos, pero más entre estudiantes. Parejas entre españoles y extranjeros, algunas y, desde que somos europeos, aún menos. Todo el mundo viaja a todo el mundo.
-La atracción por el español pasó a la historia, vamos.
-Gracias a Dios porque en mi época, los chicos en Málaga nos dejaban solas y se iban a ligar a Torremolinos... Yo reúno a los profesores chicos y les digo que si se ligan a una alumna extranjera, al día siguiente estaban en la calle. ¡Imagínese cómo estaba el patio! Eso ya es muy raro, aunque este año he tenido que echar a un profesor que venía a lo que venía. Antes los chicos morenos y guapos no quería que vinieran a fiestas en mi escuela, pero cuando murió Franco todo empezó a cambiar.
-Habrá vivido situaciones de todo tipo.
-Usted no sabe lo que es proteger a 'mis niñas' de los 'cazadores' apostados en el paseo marítimo. Es cómo si yo voy a Polonia. ¡Qué energía tenía yo! Daba clases, llevaba la administración, viajaba, montaba las actividades con los estudiantes... un horror. Así años y años. Ahora el estrés me origina problemas de salud... la gente dice que le doy serenidad, pero mi interior no tiene nada que ver.
-Habla con un raro acento extranjero.
-Soy hija de madre española y padre portugués. Nací en Lisboa y viví allí hasta los 11 años. Mi madre tiró de la familia para 'su' Málaga. A los 18 años estuve en Suiza dos años. Allí hice Lengua y Literatura Francesas. Luego terminé aquí Filología Hispánica. Todo el mundo me pregunta que de dónde soy. Digo de Málaga, para no dar más explicaciones.
-Málaga es la primera provincia fuera de Madrid en oferta de español para extranjeros.
-Málaga y Salamanca han sido la referencia, pero hace unos diez años se metieron los catalanes, los muy puñeteros, que no quieren saber de España, y dijeron: vamos a por ello: Lo hacen muy bien. En el extranjero te hablan de Barcelona. Antes me cabreaba; ahora ya no. Tienen muchas escuelas. También en Valencia hay un gran desarrollo. Tienen lo que aquí: sol y playa.
-¿Cree que España no aprovecha bien la gran oportunidad de este tipo de turismo?
-Creo que se hace bien. Las administraciones se están metiendo a fondo: Gobierno, Turismo Andaluz, Patronato, la empresa Extenda... tenemos muy buenas relaciones. Nos han puesto ese nombre de turismo idiomático, pero ya no me molesta... Algo que no entiendo es tanta estructura de la administración para hacernos encuestas, se pisan unos a otros... cuando tenemos la homologación del Instituto Cervantes, que nos valora hasta la limpieza.
-¿Es de las que piden ayudas?
-A nivel privado no se recibe nada. Todo es a través de las asociaciones.
-¿Cuántos extranjeros pasan al año por los centros de Málaga?
-Si metemos la Costa pueden ser este año unos 25.000.
-¿El secreto del éxito de Málaga?
-La promoción. Las escuelas más potentes incluso tienen su propio departamento de marketing
-¿Su escuela responde al centro tipo en Málaga?
-Sí, pero en lo que me diferencio es en la parte académica. Es obra mía. Tenemos una cantidad ingente de material, además de que seguimos los manuales del Instituto Cervantes. Hay material digital hecho por nosotros que en pocas escuelas se da. Buscamos con todo un aprendizaje más participativo, más interactivo. En actividades hacemos desde cocina, flamenco, talleres de guitarra; se pretende que lo aprendido no quede en el aula.
-¿Delega en otro para la selección de los profesores?
-Es una labor siempre en contacto con la jefa de estudios, Patricia. Buscamos preparación, actitud y la capacidad de aprender los nuevos métodos. Son todos licenciados en Hispánicas o en Traducción.
-¿Le duran mucho?
-Hay una cantera, y todas las escuelas tenemos el problema de las épocas bajas. Procuramos rotarlos y que incluso participen en cursos gratuitos de talleres para mejorar.
«Vinieron a comprarme»
-¿Cómo ha cambiado el perfil de los alumnos?
-Como en muchos países el español es segunda lengua, muchos vienen para perfeccionar. También formamos a profesores de español no nativos que lo enseñan en sus países.
-¿No hay estudios universitarios específicos para esta enseñanza?
-Hay máster, pero los recién licenciados en Filología Hispánica llegan y los tenemos que preparar.
-Esta escuela es la obra de su vida...
-Si me lo pregunta hace un mes, le hubiera dicho que estoy harta. Mi madre murió en agosto y yo estaba con la moral muy baja. Hace una semana una persona que tiene una escuela en Madrid vino a comprarme la escuela.
-¿Y se lo está pensando?
-Pues no. Tengo proyectos como el de Kenia. También iremos a Escocia para un curso de didáctica.
-¿Cada maestrillo tiene su librillo?
-Sí. Yo he tenido mucha suerte con Patricia, mi jefa de estudios. Son ya ocho años conmigo. Las dos disfrutamos mucho con el trabajo. Su marido no sé cómo no me da puntapié. El da clase. Hoy lo ha hecho con pizarra digital. Eso es innovación. Al gustarme tanto este mundo siempre procuro estar en lo último.
-¿Cuánta gente habrá pasado por su escuela?
-¿En 27 años? Pues multiplique una media de 800 y yo siempre tiro para abajo.
-¿Qué hubiera sido de no estar en este negocio?
-No lo sé. Solo tenía claro que no daría clase a niños. La gente que viene te pone en tensión porque están motivados. Por eso me apasioné. Eso de enseñarle tu cultura es muy bonito, y se aprende de todo, de economía, de política, de religión, de historia. Hay que ser muy delicado en clase si hay alemanes, franceses...
-Hay gente que ha hecho por Málaga mucho menos que usted. ¿Espera algún reconocimiento?
-No soy de medallitas. Me siento orgullosa por el trabajo que hago, pero no me gusta ir diciéndolo por ahí. Soy muy mala para venderme.
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