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Sánchez Domínguez identifica el Palmeral con una ciudad «alegre y moderna». :: Carlos Moret
José Luis Sánchez Domínguez: «Solo hay una fórmula: trabajar mucho y bien»
PASEO CON FIGURA

José Luis Sánchez Domínguez: «Solo hay una fórmula: trabajar mucho y bien»

José Luis Sánchez Domínguez, más conocido por Sando tomando la parte por el todo, quizá porque su vida ha estado consagrada enteramente a levantar su empresa, elige pasear por el Palmera del Puerto

TEODORO LEÓN GROSS

Domingo, 9 de septiembre 2012, 11:46

José Luis Sánchez Domínguez, más conocido por Sando tomando la parte por el todo, quizá porque su vida ha estado consagrada enteramente a levantar su empresa, elige pasear por el Palmeral. «No lo hemos construido nosotros, que conste; pero es difícil pensar un sitio más malagueño, con el que la ciudad se pueda identificar más. Es alegre, moderno, bien hecho. Como debe ser una ciudad». Pone adjetivos entusiastas al puerto, a la ciudad histórica, en definitiva habla de Málaga con pasión, pero sin un cheque en blanco.

-Málaga ha cambiado mucho desde la Transición, aunque todavía somos poco escrupulosos con los espacios públicos. La educación cívica progresa demasiado lentamente.

La vida de este empresario de éxito tiene la aureola de esos 'self made man' del sueño americano, con un coraje a prueba de todo desde que nació en 1938, bajo la sombra de la guerra, al borde de las vías del tren, hijo de un ferroviario. Su infancia es el patio de una casamata con gallinas y conejos -«la autosuficiencia era necesaria»- y se deshace hablando de sus padres y sus tres hermanas, un hogar donde era y aún es 'el niño'. «Tengo un gran recuerdo de esos años». Asistió al único colegio de la barriada, y a los catorce se va a Lucena, llamado por un tío suyo sin hijos que era asentador destacado en la Plaza de Abastos de mayoristas. En un par de años alquila un camión para hacer él mismo las cargas, en jornadas de quince a dieciocho horas con viajes tortuosos de ida y vuelta. «Siete días a la semana, 364 días al año. Sólo descansábamos el Viernes Santo». Después confiesa: «Cuando oía los debates sobre las cuarenta o las treinta y cinco horas, pensaba contento que eso me daba ventaja porque yo estaba dispuesto a trabajar mucho más. Y con gusto».

A petición de su madre vuelve a su casa con veintidós. Oxídrica Malagueña, la fábrica de oxígeno y acetileno del Paseo de los Tilos, cambia la venta directa para evitar los colapsos de tráfico y él se convierte en repartidor a hospitales y talleres comprando un motocarro cuyo recibo tiene enmarcado en su despacho.

-No sirvo para adornar mi vida y hacerme pasar por pata negra. Mi padre era lo que era, y yo soy lo que soy. Miro mi vida con orgullo.

Después compra un camión mediano, capaz de callejear por la trama urbana endemoniada. Luego va sumando camiones, ofreciendo otros portes a la clientela, sobre todo al ver la carencia de suministros con el boom del turismo -Pez Espada, Tritón, Tres Carabelas.- y aumenta las distancias y la flota con basculantes. Solo cuando consolida el negocio, decide casarse, «un 24 de diciembre, Nochebuena, para que coincidiera con un festivo», algo que años después destacará el ministro al entregarle la incontrovertible Medalla del Trabajo.

El salto de escala de la constructora llega en 1974 con las obras del Pryca, donde le contratan los accesos y la nivelación del suelo con pedraplén. Después abre la delegación de Sevilla -«con la autonomía, las grandes empresas nacionales llevan allí las sedes que hasta entonces estaban en Málaga»- y más tarde Madrid para operar como constructora en el mercado nacional e internacional, «siempre como empresa familiar a pesar de la expansión del grupo».

Más que la historia de una ambición, parece la historia de un hombre convencido de trabajar incansablemente. Y eso le lleva a un reproche velado a su país, donde cree que sobra acomodamiento para ser competitivos («Para disfrutar de un buen Estado del Bienestar hay que producir más y mejor que los rivales; sin eso no puede haber riqueza») y se aventura a considerar que falla el patriotismo («no veo una sociedad dispuesta a trabajar por el bien de España, por patriotismo aunque sea una palabra estigmatizada»).

-Solo hay una fórmula: trabajar mucho y bien, por el bien de todos.

Discreto, amable, sin la efusión expresiva meridional, asume que la crisis -«he vivido muchas, pero ninguna como esta»- va a requerir sacrificio. En su sector están heridos tras la burbuja endemoniada. «Vamos a tener que sufrir mucho, sí o sí». Y ante esta emergencia nacional, se lamenta de la falta de liderazgo y de sentido de Estado en la clase política: «Hay que estar ciego para no ver la necesidad de unir fuerzas por el bien de todos. Por salvar España. Así de claro».

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