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M. M.
Jueves, 9 de junio 2011, 03:28
A Fernando Aramburu solo le interesan los lectores. De la crítica le preocupa que no le «malinterpreten» ni le «simplifiquen». Esta vez no puede quejarse. Todos coinciden en elogiar su regreso al relato. Bajo el título 'El vigilante del Fiordo' (Tusquets), el escritor vasco reúne en ocho cuentos diferentes perspectivas de la realidad. «Lo único que hago es imitar a la vida, que a veces nos procura tristezas, otras risas, otras lágrimas», reconoce el autor, que ayer visitaba la Feria del Libro dentro de los actos organizados por el CAL para presentar esta obra en la que sigue la estela de 'Los peces de la amargura'. «Tengo esa costumbre de reandar para buscar nuevos caminos», dice Aramburu, que siempre se asegura un «trasfondo personal» para implicarse en cada historia.
Y en 'El vigilante del Fiordo' las hay de todo tipo. Desde las relacionadas con el 11-M y la violencia de ETA, hasta aquella en la que narra su propio entierro -«un regalo para el lector que aguanta hasta el final»-. Dolor, miedo, humor... Al autor lo que le interesa es «el factor humano». Eso sí, siempre respetando el dolor ajeno: «No me permito reírme de los infortunios de los demás, en todo caso lo hago de los míos, entonces no tengo freno».
Tiene clara su «tarea»: «Dejar testimonio literario del ser humano de mi tiempo y de mi país». Lo ha hecho como narrador, como poeta y como ensayista. Aunque suele asociarse al terrorismo. Está «cansado», pero lo entiende. Hoy se alegra de decir que en el País Vasco «se respira más tranquilidad». No en vano, lamenta que mientras exista ETA «no se podrá hablar de paz».
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