Un disco-horario regulaba el aparcamiento

El 7 de enero de 1981 entró en funcionamiento la Zona Azul en el centro histórico de la ciudad, si bien días antes empezó a modo de prueba para habituar a los automovilistas, aunque en ese periodo no se ponían sanciones.

El Ayuntamiento se vio obligado a crear la Zona Azul ante la falta de aparcamientos en el casco antiguo y con el objetivo de que hubiera mayor rotación de los estacionamientos. Los perjudicados eran aquellos que acudían a temprana hora al centro y dejaban allí aparcado el coche todo el día. Para ellos era un acto impopular, pero para el público en general la medida era plausible porque daba la oportunidad de que hubieran más espacios libres.

En la Zona Azul, que se implantó en gran parte del centro comercial y en un radio del mismo -calle Larios, Carretería, Cisneros, plaza Uncibay, etcétera- se permitía aparcar durante una hora como máximo para que los malagueños pudieran hacer sus gestiones y compras.

De hecho, en la medida colaboró de forma activa la otrora poderosa asociación Gran Centro Comercial, que se encargaba de distribuir gratuitamente entre los clientes los discos-horarios, que llevaban publicidad de firmas enclavadas en el casco antiguo de Málaga. Estos se ponían en el salpicadero del vehículo de forma bien visible para que el agente de turno pudiera comprobar a través del parabrisas la hora de llegada del vehículo. Se presuponía la buena voluntad del conductor en poner la hora correcta.

Coches sin disco

«No todos los coches aparcados ayer en las calles reservadas para Zona Azul tenían el que yo pensaba como preceptivo disco de limitación de estacionamiento», escribía Francisco Cortés Jaén el 8 de enero de 1981, el día siguiente a la entrada en vigor del nuevo sistema. Al periodista le aclararon que no era obligatoria la colocación de disco-horario, ya que el control lo llevaban directamente los agentes municipales designados al efecto precisamente para evitar la picaresca ciudadana. Los policías tenían la obligación de anotar la hora de entrada y de salida. El Ayuntamiento puso a ocho agentes por la mañana y otros ocho por la tarde para vigilar el horario de estos aparcamientos. Como la capacidad de la Zona Azul era de doscientos vehículos, a cada uno le correspondía vigilar a veinticinco. En otras ciudades donde ya existía la Zona Azul, el porcentaje era mayor.

Pasados unos días de su entrada en funcionamiento, comerciantes y particulares valoraron la medida municipal, ya que beneficiaba a todos. Se había ganado en fluidez del tráfico en el centro, que era de lo que se trataba, a pesar de que muchos de estos usuarios habían disfrutado durante muchos años de un estacionamiento casi propio en la vía pública.

El trasiego de vehículos por el casco viejo de la ciudad, incluso, aumentó y, sin embargo, se notaron las posibilidades que ofrecía la Zona Azul para que el ciudadano pudiera estacionar su vehículo. A eso contribuyó sin duda la distribución de 10.000 relojes-horarios que realizó el Gran Centro Comercial a través de sus establecimientos asociados.

Alabanzas

Del éxito de la Zona Azul hablaban no solo comerciantes, industriales y profesionales establecidos en el centro, sino los malagueños en general que bajaban a realizar sus compras y gestiones y les era más fácil encontrar un hueco para dejar el coche. «Se está apreciando una gran responsabilidad en el cumplimiento de los horarios establecidos en la Zona Azul», decía uno de los comerciantes consultados.

El Gran Centro Comercial agradeció la labor que hacían los policías en estos primeros días e hizo un llamamiento para que los ciudadanos cumplieran con la norma establecida. Varios años después el Ayuntamiento 'descubrió' la forma de cobrar por estacionar en la vía pública -el Sare- pero eso será motivo de otra historia.